Capítulo 1

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Aún estoy haciendo cuentas en la pared…

Recuerdo de manera constante el día en el que lo perdí todo y a la vez nada, no puedo sentir arrepentimientos porque la libertad es uno de los mejores regalos; pero la Soledad es un constante miedo que invade mi corazón. 

Amar es una dicha que duele cuando los sentimientos te vuelven vulnerable a sangrar, y ahora mismo mi corazón sangra la pérdida de mis gritos. 

Tallo en la pared de madera otro día más para llevar la cuenta del tiempo que llevo libre de la sociedad. 

Ahora llevo una vida tranquila, en medio de un bulto de rostros que pasan junto a mí a medida que las horas transcurren y el calor se vuelve intenso. Mi esposo me dejó cuando mi existencia no le servía y me robó lo poco bueno que tenía…

Una vida, dos vidas, las preciosas vidas que traje a este mundo. 

Ahora solo soy Annelisse, o Adella como todos me llaman por aquí, una simple dama de origen  plateado que lo perdió todo por la oposición de un ser ambicioso. Para este momento ya no soy más la hostilidad de los nobles, la favorita de la reina o una mujer que trepó y lavó el cerebro de la abeja  con dulces palabras. 

Ahora sólo soy una risa que  vaga por el tiempo y el motivo por el que las damas jóvenes se reúnen a charlar. Qué tontería de la vida, me de pena saber que muchos de ellos de alguna manera, anhelaban lo que yo tuve por querer a alguien sinceramente. 

Pero no puedo cambiar la opinión del mundo, mucho menos cuando no pude defender la mía, no puedo cambiar nada más que monedas de bronce y un par de sonrisas para seguir respirando un día más…

Otro día más en medio de la multitud donde ya no existo, donde mi nombre se cubrió de fango y mis raíces se vieron bañadas de porquería.

Pero no me arrepiento, en el fondo conozco el propio valor de mis acciones y sé que hice medianamente y en cuanto pude con mi voz, hacer lo correcto.

- ¡Adella Adella ! 

Uno de los pequeños niños se acerco con unas pocas monedas en su palma sucia, la sonrisa brillante en su rostro opacada hasta el mismo sol.

Mi corazón se encogió ante la idea de mis hijos, pero retuve mi aliento y mantuve la calma.

- Una Ángel dijo que era su amiga, muy buena amiga! 

Seguramente se refería a Mariabelle, si bien era cierto su complexión hermosa se asemejaba a un Ángel, pero estaba segura de que eso era todo.

Sonreí ante la comparación y acaricié el cabello del niño que colocaba las monedas en un recipiente.

- ¿Por qué me das este dinero? Es tuyo, lo ganaste.

- Sí, pero Adella no comió nada anoche y hoy tampoco desayuno… 

- Cris… 

Su dulzura de verdad me conmueve, mucho menos me había percatado de que era tan evidente. Acaricié su cabello castaño y rizado con cariño,  tomé una de las monedas y la coloqué en su mano a sabiendas de que no aceptaría el dinero de regreso.

- Esto te lo ganaste tú, por ser un buen trabajador y ante todo muy honesto.

Sus ojos verdes aceituna brillaron y guardó rápidamente la moneda en su bolsillo, Tres llegó pronto, un poco más agitado por su complexión gordita. Le entregué una moneda por igual y cuando su figura infantil se perdiero entre la multitud, mi mirada regresó al mísero puesto de Gugelhupf, precisamente por esto es que muchas veces no tengo nada para comer. 

La Duquesa derrocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora