inefable

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JungWon siempre fue un niño tierno y dulce. Ante la más mínima muestra de afecto te sonreía y mostraba la felicidad en sus pequeños ojos. Si tú le rodeabas el cuerpo de forma cariñosa, él te regresaba el abrazo aún más fuerte y te decía cuánto te quería. Si tú le dabas un piquito en la mejilla, él te daba cinco besitos más a ti e incluso te hacía un dibujo.

Extrovertido, cariñoso y cálido eran palabras perfectas para describir a el pequeño Yang de solo ocho años de edad. 

Aún no crecía debidamente en todos los aspectos; era de los más chiquitos de su clase, le hacía falta un tanto de madurez mental, sin embargo eso no quitaba lo inteligente que era, además de era un chico que obedecía todo, ayudaba a su madre y jugaba con su hermano, Jake.

SungHoon era su amigo desde pequeños y este le acompañaba en cada una de sus travesías, como subir los pequeños árboles de su escuela, pintar las paredes de su casa, para luego, limpiarlas tras un llamado de atención de su madre. Siempre con una sonrisa traviesa en cara.

A los diez años, JungWon aprendió verdadero el significado de la palabra tristeza cuando su hermanito y su madre murieron en un supuesto accidente automovilístico. Había sido llevado a un orfanato del gobierno, puesto que nunca tuvo a su padre presente ya que habían sido abandonados por este años atrás.

Convivió con muchos niños, algunos eran lindos y amables; le compartían de su postre y prestaban sus peluches. Otros eran groseros; rompían sus libretas y le pegaban cuando el director no estaba dejándolo tirado en el baño entre lágrimas y moretones.

La luz de Yang JungWon se iba apagando poco a poco, dejando crecer a un chico con recuerdos de pérdida, pesadillas constantes y una personalidad crónicamente triste y lamentable. Los encargados de el orfanato ya no sabían como animarle, así que optaron por la idea de ya no intentar nada más.

"Cuando crezca se le pasará", decían ellos.

Su cumpleaños número doce fue algo lamentable, nadie le felicitó, nadie le abrazó, nadie le hizo un pastel de fresa como el que le cocinaba su mamá, nadie le hizo un gorrito de cumpleaños con una hoja de libreta como el que le hacía Jake, nadie jugó con él todo el día como hacía SungHoon.

Ni siquiera se inmutó de la realmente falta que le hacían ellos, lo separaron de su único amigo y jamás volvería a ver a su familia.

Simplemente se quedaba hecho bolita en su cama mientras veía a un punto fijo. Su rostro sin emoción alguna, no mostraba tristeza ni enojo, tampoco felicidad. Era como si no estuviera ahí, simplemente era su cuerpo sin alma.

Conforme fue creciendo en ese lugar solitario sus días iban pasando a veces rápido y a veces lento. Tan solo quería cumplir la mayoría de edad para que lo echaran de ahí. 

Ninguna familia que visitaba el orfanato daba indicios de querer adoptarlo, nadie quería a los niños grandes ya que estos seguramente ya habían formado un carácter, lo que querían los padres era un niño pequeño para poder criarlo casi desde cero.

Sus maestros le aplaudían cada acción y era víctima de el típico "Todos deberían ser como JungWon, tan bien portados y callados".

Pero JungWon realmente no hablaba por ser buen chico, él no lo hacía porque cuando pudo defenderse no lo hizo y ahora a cada palabra que decía estaba en peligro de ser la burla. Las palabras ya no salían de su boca sin tener un nudo en la garganta que les impidiera liberarse.

Año tras año pasaba donde Yang rezaba todas las noches porque el tiempo fuera rápido. Si no podría ser el tipo de persona que fue en su niñez, al menos quería sentirse libre. Escuchó de varias personas que conoció en el orfanato, el como tras cumplir la mayoría de edad podían buscar una vida propia; trabajar, quizá hasta retomar unos estudios de calidad y vivir en paz.

inefable ☆ jaywon [o.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora