—¡Vaya! Llegaste temprano hoy. —Exclamó Yu con su usual entusiasmo mientras miraba a su amigo con una sonrisa ladina, se acercó a su casillero para meter los libros que llevaba en su mochila y sacar únicamente los que ocuparía ese día.
Yuta simplemente soltó una leve carcajada, recordando el incidente que tuvo al confundir la calculadora con su alarma. No obstante, Yu no tenía porqué saber que había soñado con unos llamativos iris azules, tampoco de que por ellos se había esmerado en levantarse antes de que el sol saliera porque tenía miedo de no llegar a tiempo para poder verlo, no, no tenía porqué saberlo, mientras su amigo pensara que lo hacía porque le interesaba la escuela, estaba bien.
—Ahora dime, ¿Por qué llegaste temprano? —Yuta abrió la boca para responderle con seguridad, pero antes de que saliera una corta palabra Yu continuó. —Y no me digas que porque quieres ser responsable porque no te voy a creer.
—Bien. —Dijo derrotado, como un niño cuando es atrapado en su travesura. —Lo hice porque quiero volver a sentarme con Megumi.
Tranquilo, los asientos que él ocupe estarán libres por lo que resta el ciclo escolar, así sea el único sitio vacío. —Quizo responderle, pero se contuvo.
Todos sabían que Fushiguro tenía como novio a un —tal vez antiguo— bravucón que le ganaba en musculatura y altura, ¿Y aún así seguía con la idea de acercarce? Eso sí era tener valentía. Aunque bueno, Yuta no conocía sobre el historial del pelirosa en el instituto, él sólo era un novato que apenas había ingresado ayer, era de esperarse que se encaprichara tanto por Fushiguro.
Las manecillas del reloj se fueron moviendo y los pasillos comenzaron a inundarse de alumnos uniformados, revisó la hora en su celular y notó que faltaban menos de cinco minutos para que el primer timbre sonara y Megumi aún no cruzaba la entrada del Instituto. Estaba comenzando a arrepentirse de haber llegado puntual.
Las primeras horas de clases habían sido un martirio, para empezar, Megumi no había llegado y tuvo que sentarse junto a Yu; que no le molestaba en lo absoluto pero ese no había sido su plan desde que puso un pie fuera de la cama. Después, la asignatura de lengua también fue su perdición durante dos horas, admitía que el profesor Gojo era jodidamente increíble, pero de ahí a que se aprendieran una larga lista de verbos para la siguiente hora era una locura, prosiguiendo con la clase de Nanami que lo pasó al pizarrón para resolver una extensa integral que casi lo hizo llorar, aquella materia acabó con lo poco que quedaba de su cerebro.
Por lo menos agradecía que el chico de ojos azules no viniera para no sentirse tan avergonzado por haber hecho el ridículo delante de toda la clase.
En la hora del receso, nuevamente se sentaron en el mismo lugar de ayer, Yuta no pudo más y se dejó caer en el podado césped. La escuela sin la belleza de Megumi era un asco.
—Odio este Instituto.
—No seas dramático, es uno muy bueno, sabías que en mil ochocientos...
Y ahí estaba su parlanchin amigo citándole sobre una fecha en la que aún no había nacido, hoy no estaba de humor como para escuchar sus informes, por lo que colocó ambas manos atrás de su nuca, simulando una almohada y cerró los ojos, con el sol golpeando sus párpados y la voz de Yu como fondo, intentó despejar su mente y liberar un poco su estrés.
No obstante, luego de unos segundos le pareció extraño que el azabache guardara silencio a mitad de su plática, pues nunca se detenía a pesar de su falta de atención.
—¿Por qué te callaste, Yu? ¿Acaso ya se te olvidó el dato? —Se burló aún sin abrir los ojos.
—Hola, Yuta.
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𝐏𝐎𝐒𝐄𝐒𝐈𝐕𝐎; 𝑺𝒖𝒌𝒖𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊
Teen FictionMegumi Fushiguro es lo más importante para Sukuna Ryomen, lo demuestra con cada mimo, con cada flor que ve en las calles y con cada caricia que le da por las noches. Sin embargo, la llegada de un nuevo alumno en el Instituto en el que asiste su prec...