Sintonía

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Regalo para janetdcab porque se lo merece todo. Ojalá haber podido tenerlo a tiempo (felicidades y May the 4th be with you), pero en algún punto este fic se fue de control y he acabado con aproximadamente el doble de la extensión prevista.

¡Espero que te guste!

Y por último, gracias de corazón a CumaMSK por ayudarme a mantener a Tsukishima in character. ¡Eres mi experta de referencia para este personaje!

-.-.-.-.-

El primer mensaje no se hace de rogar. Son las ocho de la mañana, obscenamente temprano para un día no lectivo, pero incluso con su cerebro al ralentí Kei es capaz de imaginar la sonrisa petulante en el rostro pecoso de su torturador. A regañadientes se incorpora, se pone las gafas y alcanza el teléfono. Nada más abrir Line, el ignominioso mensaje se le echa encima.

"¿Qué tal ayer con Kageyama?"

Kei bufa. Su presunto amigo tiene la sutileza de un erizo en una tienda de globos.

Su vida no es como un libro; no puede pasar las hojas hacia atrás y regresar al punto en el que estaba, reescribir sus decisiones. Tampoco sabe si quiere. Se ha asomado a ese abismo, azul, profundo e intenso, y la idea de perderse allí dentro no suena mal. De hecho, suena demasiado bien.

Se me está yendo la olla por un par de besos, se dice con menos horror del que debería.

Lo que más lo atemoriza es que tal vez no sea así. Que es posible que esos sentimientos empezasen a echar raíces hace mucho tiempo y sólo necesitasen un resquicio para florecer, como la hiedra que se abre paso entre los muros, agrietándolos y volviéndolos a unir.

Lanza miradas de reojo al teléfono mientras se viste casi a ciegas, metiendo la mano en el armario y sacando lo primero que pilla —porque se niega a reproducir la típica escena de telefilm barato en que el protagonista se prueba veinte conjuntos a ritmo de pop; una cosa sería colarse por el deportista más cotizado de su instituto, al que ayudaba a hacer los deberes, y otra muy distinta, perder todo rastro de orgullo—. ¿Qué puede contestar que no vaya a ser utilizado en su contra?

Pues mira, ayer nos liamos en la parada de metro y hoy hemos quedado para ir de compras navideñas a buscar regalos para su familia.

Dios, no hay forma digna de contar algo así. Va a estar oyendo chistecitos sobre "conocer a sus suegros" hasta el fin de los tiempos.

—Ni siquiera es para tanto —masculla.

Es tarde para negarse a sí mismo que la experiencia de besar a Kageyama había sido agradable. Pero que sea una compañía decente y le dé una excusa para romper con la rutina no significa que necesite colgarse de su brazo. Es un adulto hecho y derecho, no una colegiala que vaya a llenar cuadernos enteros de corazoncitos después de media tarde con el señor Atleta de Élite.

Tiene la camisa a medio abotonar cuando su teléfono vibra de nuevo. La primera línea basta para helarle la sangre.

"Sabes que sé cuándo lees tus mensajes.

También sabes que llevo demasiado tiempo mediando

entre vosotros como para no saber lo que os traéis.

Pórtate bien."

—¿Pórtate bien? —repite en un murmullo, entre el asombro y la indignación. Ni que él fuese Jack el Destripador.

Se prepara una taza de café más por costumbre que por necesidad. Su mente maquina a toda velocidad, dibujando un esquema multifactorial con los mejores sitios a los que llevar a Kageyama. Tiene dudas sobre si enseñarle su pastelería favorita, porque por tonto que suene es un lugar importante para él, al que va cuando necesita ahogar el estrés y la frustración bajo capas de bizcocho y fresas con nata. Si al armador no le gusta, haría peligrar su... lo que sea que haya entre ellos.

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