Somos pocos los que tenemos suficiente valentía para enamorarnos del todo si la otra parte no nos anima.
Orgullo y Prejuicio – Jane Austen
—¿Qué tal me veo?
Emiliano estaba parado frente a Dolores, con los brazos completamente extendidos, y una sonrisa que no se la quitaban ni con una orden judicial. Le mostraba a su esposa la ropa que había escogido para la entrega de diplomas, compuesta por una camisa negra acomodada perfectamente dentro del pantalón azul que usó en su boda, y zapatillas de cuero blancas. Se sentía listo para la ceremonia.
—Casi perfecto —sentenció Dolores con una mano en la barbilla—. Y digo casi porque no vas a ir en zapatillas.
—¿Qué tiene de malo? Nos casamos en zapatillas, lo de hoy es menos importante que nuestro casamiento.
—¡Pero es distinto, bonito! Éramos nosotros solos, algo íntimo. Hoy vas a estar frente a toda la escuela, los profesores, los demás invitados... Encima sos abanderado, y te toca leer el discurso en nombre de todos tus compañeros. Vas a ser el foco de todas las miradas, de ninguna manera te voy a dejar ir así.
—Profesora Pineda, ¿me está exigiendo un dress code para la ceremonia? —ronroneó cerca de su boca, mientras la abrazaba por la cintura.
—Exacto, alumno Herrera. Deme el gusto de verlo como un señor —confirmó, arrimando más sus labios a los de él.
Emiliano acortó la distancia, y mordió su labio inferior, provocándola a sabiendas de que no tenían tiempo ni siquiera para un rapidito.
—Maldita manipuladora, esta noche me las vas a pagar. Ya quiero sacarte ese vestido que, aunque sea recatado, me está volviendo loco desde que te lo pusiste.
Dolores fue hasta el guardarropa y tomó los zapatos acordonados de Emiliano. El vestido que había elegido, uno negro con estrellas blancas que le daba un efecto final grisáceo, marcó cada una de sus curvas cuando se agachó para tomar los zapatos. Taconeó con sus stilettos camel hasta donde la esperaba Emiliano, y luego de entregárselos, reacomodó el cuello bote del vestido y las mangas cortas. Finalizó estirando la falda tubo, todo con una sensualidad que estaba derritiendo a su esposo.
—¿Contenta, profesora? —sentenció, poniéndose de pie frente a ella, con una postura tan recta que marcaba la diferencia de altura entre ambos.
—Ahora la que se está volviendo loca y quiere empujarte a la cama soy yo, pero vamos, que se nos hace tarde para ir por tu mamá y Javier.
Dolores salió de la habitación, dejando a Emiliano mordiéndose el labio mientras intentaba mantener la calma adentro de sus pantalones. La siguió resignado, era el día que esperaba desde aquella noche en que encontró a Dolores por tercera vez, en su aula y en el escritorio del profesor.
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Recreos en el jardín
Romance¿Cuánto estás dispuesto a perder por amor? Dolores y Emiliano se conocieron de casualidad el mismo día que se perdieron para siempre, a pesar de que el flechazo fue instantáneo. Pero el destino se obsesionó en volver a encontrarlos, solo que no calc...