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Un grupo de cinco hombres entraban a un callejón sin salida, parecían buscar algo o a alguien con desesperación, hasta que unos pasos detrás entrando al callejón captaron sus miradas desesperadas.
Una chica pelinegra se adentraba al lugar con la sombra de la noche cubriendo su rostro, las luces neones de la ciudad no llegaban a iluminar aquella calle sin salida, sus botas negras hacían que sus pasos resaltaran su presencia por los repiqueteos que atravesaban el eco al caminar.
- ¿Eres Lilith? -
Cuestionó uno de los hombres, quien parecía ser el que lideraba a ese pequeño grupo, la pelinegra pareció pensarlo por unos segundos, sus negros orbes recorrieron con desprecio la apariencia de quien la había cuestionado, finalmente asintió una vez con la cabeza, provocando que el grupo se dirigiera entre sí miradas de complicidad y sonrisas maliciosas.
- nos dijeron que tú podías darnos algo de mercancía...-
Hablo uno de los sujetos, el grupo comenzó a romper esa formación en la que se encontraban, dispersándose en el angosto callejón, prácticamente rodeándola.
-Depende... ¿Cuánto ofrecen?-
Cuestionó la fémina, el único hombre que había permanecido frente a ella sin moverse pareció reír con burla, dio un paso acortando la distancia, una de sus extremidades viajó hasta el bolsillo de su pantalón, una pequeña navaja asomo su filo una vez la sostuvo entre sus dedos.
—Mira linda... Somos cinco contra una indefensa jovencita, ¿por qué no nos la entregas? Saldrás... —
Él pareció recorrer su esbelto cuerpo con una mirada asquerosamente lasciva.
—Casi ilesa—
Terminó su frase apuntándole con el filo de la navaja, la pelinegra levanto y bajo los hombros, el grupo volvió a sonreír ante lo ridículamente fácil que su extorsión comenzaba a sentirse. La única chica en el lugar tomo de su bolsillo, una bolsa sellada con píldoras dentro, no eran más que analgésicos, pero esa fachada fue suficiente para convencer a los contrarios de que existía algo ilícito en sus manos.
Ese sentimiento de satisfacción en los sujetos y sus miradas ansiosas se pulverizaron al igual que las supuestas drogas que, ahora, estaban hechas polvo bajo la suela de la fémina, un enojo inconmensurable los invadió.
- Hija de... -
Maldijo a medias uno de los miembros caminando amenazante con la navaja entre sus manos, lista para perforar la blanquecina piel de la joven.
