Capítulo 12 Parte "A"

213 26 3
                                    

Alimentando la esperanza de un venidero éxito, Archie, —quien tuvo que llamar a Susana para solicitar de ésta los datos de Charlie y dónde "encontrarle"—, salió de su mansión en dirección a la comandancia.

Al llegar allá, y a pesar de haber sido analizado de pies a cabeza, él y con toda su elegante vestimenta, del fortachón guardia de seguridad, recibió un rotundo ¡no! después de haber solicitado una breve visita con el recién apresado.

Medianamente frustrado, el joven regresó a casa para comunicarse de inmediato con su tío que...

... sorprendiendo a George quien le conoció siendo aún pequeño, un iracundo Albert tras el teléfono, replicaba alteradamente:

¡¿Necesitas dinero para sacar a un delincuente?!

— Sí, tío, porque de él podemos adquirir información.

¡Inaudito, Archivald! ¡¿Sabes lo que pasará si llegaran a enterarse que tienes conexiones con él?

— Pero, tío... —, el sobrino no entendía su reacción ante la negativa:

No, Archivald. Debe haber otro medio —. El rubio magnate protegería: — No quiero que el nombre de la familia...

Archie, ya habiendo cometido error, respondía:

— ¡Seré muy discreto, te lo prometo!

El problema es que... "alguien" tendrá que responder por él, y yo no...

— No te preocupes por eso, ¡déjamelo a mí!

A la escases de su propia responsabilidad, se pronunciaría un:

Archivald...

— ¡Por favor, Albert! — se suplicó al amigo. — ¡No dejemos pasar esta oportunidad de encontrar a Candy!

¿Y si no lo consigues?

El señor pesimismo nuevamente había hablado por el rubio, haciéndose acreedor de la molesta observación:

— Pues si lo sientes, ¡por supuesto que fracasaremos!

No, no es eso, sino...

"La sombra" que George representaba para Albert, se acercó a él para quitarle el teléfono y responder:

¿Joven Cornwell?

Éste del otro lado saludó; y escucharía:

Facilíteme algo de información y veamos qué se puede hacer.

Grandemente ilusionado, Archie proporcionó lo poco que tenía: un nombre y la dirección del recinto penitenciario.

Por ende, nuevamente esperanzado a obtener una buena respuesta, Cornwell colgó el aparato; pero la sonrisa que estaba adornando a su guapo rostro, en cuestión de segundos se esfumó al anunciársele:

— Joven, una señorita le busca.

Parado detrás del escritorio, Archie había quedado al oír aquello; más, completamente pasmado se le miró al escuchar a quien venía siguiendo a su empleado y que enseguida le preguntaba:

— ¡¿Qué has conseguido?!

La asustada impresión de verla ahí, le causó mareos; así que, rápidamente el chico buscó el asiento que anteriormente había estado ocupando conforme hablaba por teléfono con Albert.

— ¡¿Te sientes bien?! — cuestionó la rubia; y al sirviente ordenaría: — ¡Rápido! ¡Traiga un vaso con agua!

— No — "desautorizó" el joven. — No será necesario.

MELODÍA OLVIDADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora