...
— Oh padre por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre virgen, a los ángeles, a los Santos, y a ustedes hermanos, que intercedaís por mí ante Dios, nuestro Señor. Amén.
Tu mirada se encontraba absorta especialmente en la figura de mármol que se alzaba detrás del altar, tus manos juntas fuertemente, tomadas pidiendo al cielo mientras el sacerdote hacía una reflexión en base al Evangelio de San Juan, los lentes que llevabas disimulaban un poco tu rostro e impedía que todos te observaran con tanta atención, porque al que realmente veías no era a la figura de mármol si no al sacerdote que decía la misa.
Su ropa simplemente cubría todo su ser, pero como eras voluntaria en la iglesia sabías perfectamente el cuerpo propenso a la lujuria que ocultaba aquel Padre, cuestionaste constantemente aquel calentura que te recorría cada vez que lo veías, cuando en servicio sus ojos se conectaban momentáneamente, cuando al momento de investigar la biblia te corregía de una manera no tan sacerdotal, se deseaban mutuamente, carnalmente deseabas ceder ante los impulsos de tus cuerpos, te excitaba simplemente pensarlo en medio de la misa, nadie podía saber lo que sentías por el padre, con el cual últimamente habías generado cierta tensión, pero era un poco obvio, viendo como te prestaba más atención a tí que a otros, te enseñaba su nombre, en vez de hablarte susurraba en tu oído, te sentías culpable en cierto modo, pero querías cruzar la línea prohibida junto a él.
Era el momento de probar el pan sagrado, todas y todos los presentes se levantaron e hicieron una fila, avanzaba lentamente, pero mientras más cerca más ansiosa te sentías, finalmente cuando aquel padre extendió su mano para darle el pequeño trozo de pan lo miraste con ojos lascivos, más bien tentándolo a pecar.
— Amén Padre. — Dijiste justamente antes de abrir la boca para comer del pan, sonreíste un poco mientras lo hacías, observando totalmente la expresión seria de quien te lo había dado.
— Ven al confesionario más tarde. — Susurró rápidamente dándole paso a la persona detrás de tí, aquellas palabras junto a aquel grave tono te hicieron helar la piel.
Cuando volviste a tu asiento todas las fantasías que habían en tu cabeza explotaron, el castigo de ir todos los domingos a administración habían ido por un camino que no esperabas, llegaste tratando de vivir una vida mejor, sin embargo habías encontrado otra piedra que te haría caer al infierno, o llevar al cielo, quién sabría.
Finalmente tras las bendiciones finales los presentes desaparecieron poco a poco de la iglesia, quedando casi vacía, debiste esperar impaciente por unos diez minutos, querías ya verlo, cuando la última persona salió corriste hasta el fondo de la gran iglesia donde estaba el confesionario, una sala no muy grande, donde había otro objeto de madera para entrar, arreglaste un poco tu ropa antes de entrar al cubículo, inmediatamente escuchando una risita detrás de la línea de madera que los separa, era completamente reconocible, la voz del Padre Suguru.
— Dime tus pecados, querida. — El tono no era propio de él, era seductivo con un pequeño nivel de carraspeo, además utilizar el término "querida" no era lo habitual, era un nuevo tipo de seducción que solo él manejaba.
— Debo confesar que he tenido pensamientos lujuriosos últimamente... — Soltaste totalmente avergonzada por primera vez, dejarlo escapar de tu boca fue extraño, esperabas que las señales, que según tú, veías fueran ciertas, porque arriesgabas mucho con lo que estabas a punto de decir. — Con usted Padre.
— Oh vaya, ¿qué podemos hacer con eso?
Pareció burlarse un poco, tú permaneciendo en completo silencio esperando una respuesta verdadera a tus deseos, pero de su boca no salía ni un solo sonido, cosa que solamente te ponía más y más nerviosa, tuviste que cruzar tus piernas temblando un poco, sentías tu cuerpo frío además tu corazón a mil.
Finalmente oíste un traqueteo del otro lado, sin darte tiempo a pensar una mano grande te sacó de donde estabas, aquella mano te empujó contra la madera de afuera, vuestros ojos se encontraron por un momento, inmediatamente notaste que ya no tenía la túnica esa pesada, si no algo más cómodo como una camisa y un pantalón, pero no te dio el tiempo a observar más cuando te alzó la falda que llevabas y allí se introdujeron ambas manos suyas jugando con el elástico de tus panties.
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𝐠𝐨𝐬𝐩𝐞𝐥 | 𝐆𝐞𝐭𝐨 𝐒𝐮𝐠𝐮𝐫𝐮
Short StoryEl ambiente de la iglesia era dulce, al igual que cuando el sacerdote susurraba tu nombre excitado en tu oreja. - 𝘋𝘪𝘮𝘦 𝘵𝘶𝘴 𝘱𝘦𝘤𝘢𝘥𝘰𝘴, 𝘲𝘶𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢 . . . nsfw Única parte Female reader