36. Novia fugitiva

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Florencia:

—¿Sabes que la medicina ha avanzado bastante?

No Alister, ya para.

—Y existen las quimios.—Insiste, esta sentado frente a mi para el almuerzo y no ha dejado de insistir desde esta mañana, aunque anoche solo se levanto y se fue dejándome sola.

Supongo para procesarlo y ya lo ha hecho.

—Si, lo se, mi esposo fallecido lo intento, no funciono. ¿Algo más?

El tensa la mandíbula.—Eso no quiere decir que tu no lo lograras.

Cojo mi cubierto envuelto y le saco las servilletas que le cubren, antes de empezar a comer.

—Florencia, no voy a dejar que hagas esto.

—Esta es mi vida, Alister.—Respondo de inmediato.—Yo la quiero de este modo, el me esta esperando y...—Me callo al saber lo que acabo de decir.

—¿Y que hay de mi?.—Me suelta.—Yo estoy aquí. ¿Te parece bien rendirte y dejarme?

—¿Por qué hablas...—De ese modo. Me callo.

—¿Quieres irte con el y dejarme? Joder, si hasta has venido a este lugar, tu segunda luna de miel ¿No?.—Las palabras me dejan perpleja.—Ahora estoy celoso de un muerto.

—Ese muerto es mi marido, Alister. No...

—Pero tu estas viva.. —Insiste.

No por mucho, me trago el pensamiento.

Lo ignoro y meto un pedazo de arroz a mi boca, continuo comiendo con un su mirada penetrante sobre mi y mientras estoy devorando el pure, me entran unas ganas de vomitar.

—¿Bombón?

Me levanto y llevo una mano a mi boca. Salgo de la cafetería e ingreso al primer baño que encuentro, levanto la tapa y siento el instante en el que el vomito sube por mi garganta, lo boto todo y escucho gritos escandalosos de mujeres detrás de mi, me dan jaqueca.

—¡Hey, no puedes estar aquí!.—Le gritan a alguien y lo próximo que siento es como ese alguien me sujeta el cabello, con afán de no mancharme.

Alister.

—Estoy aquí, Florencia.—Me promete. El corazón se me estruja y el sigue sujetando mi cabello, para mi ser mas fácil de vomitar.—Estoy aquí.





(***)




No realizo las ultimas actividades del día y voy directo a la cama. Alister me lleva a la habitación y no se porque tengo la ligera esperanza de que se ira, porque no lo hace y a cambio se sienta a mi lado.

Y noto la preocupación en sus ojos, pero aun así se lo digo.

—Son los síntomas.—El me observa directo.—Nauseas, dolor de cabeza, agotamiento. Son síntomas que me indican que el cáncer esta aquí para no soltarme.

—Si decide soltarte o no  estas a tiempo de decidir.

—Ya lo he decidido.

—Y yo no acepto esa decisión imprudente.—Me reclama. 

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora