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Narra Steve
Dustin se bajó del coche y un enorme vacío engulló mi corazón al quedarme solo y recordar que yo ya no hacía nada en ese lugar. Delante de la puerta del instituto. Delante de la fiesta de fin de año en la que yo no tenía ni cabida... ni pareja. Mis ojos vieron a Nancy. Estaba muy guapa. Llevaba un vestido de color rosa pastel. Tan cerca y tan lejos de mí. Tragué saliva, como si quisiera tragarme la tristeza y la aprehensión. Como si con ello pudiera desterrar el mal sabor que se acumulaba en mi paladar cada vez que recordaba lo solo que estaba en ese sentido. Algo que jamás había pasado. Algo que jamás había experimentado. Algo que, siendo sincero, me había buscado yo solo. Había tenido ayuda del capullo de Jonathan y de todo el asunto del mundo de los horrores y sus monstruos horripilantes. Pero el final responsable había sido yo y ahora debía cargar con ello. Suspiré y prendí el motor del coche de nuevo, dispuesto a marcharme a casa para comerme un enorme helado de vainilla con una cuchara sopera. Tal vez vería alguna serie absurda. Me ahogaría en la diabetes y en las lágrimas en una noche en la que todos mis amigos estarían bailando y riendo. Yo, el Rey Steve, totalmente solo y humillado.
Pero entonces las luces delanteras revelaron una preciosa figura femenina que se alzaba sobre unos delicados tacones negros frente a mí vehículo. Mis pupilas se dilataron y mi pulso de aceleró. Todo mi cuerpo se vio sacudido por la visión de una increíblemente hermosa Baby Connor.
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Sus mejillas se tiñeron de un suave color rojo y me mostró una de sus tiernas pero pícaras sonrisas.
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