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Cuando abro mis ojos, parece que vas a desaparecer

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Cuando abro mis ojos, parece que vas a desaparecer

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Sábado, 11 de agosto de 2018

Changbin se retorció sobre el colchón, sin abrir los ojos, chocando su frente con la pared, que al parecer estaba más cerca de lo que esperaba. Se incorporó, sobándose la frente, mirando con dificultad a su alrededor. Esta no era su habitación, y además había un cuerpo a su lado.

¿Quién es este?

Con ambas manos, se frotó la cara, para luego retirar el ordenador portátil que estaba a punto del abdomen del chico al suelo.

Ah, es Chan. Pero, ¿qué hago yo en la misma cama que Chan? Ah, sí. Seguramente me dormí.

La noche anterior, después de volver del paseo nocturno, vio al mayor muy concentrado haciendo algo en el ordenador. Se acercó a preguntarle que era para descubrir que estaba produciendo algunas canciones, ya que ir a la feria le había inspirado. El mayor acabó enseñándole algunas de sus creaciones, pero Changbin no pudo resistir al cansancio que le invadía al sentir el calor y la tranquilidad que el australiano emitía.

Se levantó con mucho cuidado por los pies de la cama, casi tropezándose al enredarse en las sábanas tiradas en el suelo, y cogió su móvil de entre estas. De golpe, cayó en algo que no recordaba.

Hoy es mi cumpleaños.

Abrió la puerta para ir directo al baño, pero al salir al pasillo, algo lo detuvo. Un delicioso olor a repostería inundaba cada rincón de la casa. Debido al silencio, podía escucharse el temporizador del horno. Miró la hora en su reloj. Eran algo más de las ocho de la mañana.

¿Quién está cocinando tan pronto?

Siguió su camino al baño, acelerando el paso preso de la curiosidad y cautivado por el buen olor. Bajó las escaleras a toda prisa, sin saber como no llegó de cabeza a la planta baja, y al entrar a la cocina vio al chico amasar con fuerza dentro de un bol de cristal, rascándose a veces la frente por el esfuerzo. Se quedó unos minutos allí, asimilando la escena.

- ¿Lixie?

El cocinero se sobresaltó, llevándose una mano al pecho como acto reflejo. El susto se convirtió en preocupación en segundos al ver al sujeto en cuestión a quien le estaba haciendo la sorpresa allí parado, apoyado en el marco de la puerta, mirándolo con una de las sonrisas que le derretían.

- ¿Qué haces despierto tan temprano?

- E-Estaba... Preparando algo. Para hoy - el mayor se acercó a él hasta llegar a su lado, echando un ojo a la masa de galletas sobre la encimera.

- ¿Para hoy? ¿Por qué? Si no es ningún día especial.

- ¡Claro que sí! - había vuelto a aparecer su característica sonrisa.- Felicidades, Changbin.

Las pecas del australiano estaban comenzando a rodearse de un color carmesí, así que rápidamente volvió a centrarse en su trabajo. El cumpleañero le palmeó la espalda, agradeciéndole en un susurro.

- Ahora en serio, ¿por qué tan temprano?

- Quería tenerlas preparadas antes de que todos os levantarais. Especialmente tú. Pero bueno, ya veo que ha salido un poco mal el plan - rió, tímido -. En la mesa he dejado la primera bandeja horneada, coge una si quieres.

Felix seguía hablando, explicándole lo que había hecho y todo lo que le quedaba aún por preparar. Acercándose a la mesa a coger una cookie, el mayor se ofreció a ayudarle, pero el otro se negó completamente.

No solo había una bandeja de galletas sobre la mesa. Habían tres. Y Felix estaba abriendo el horno para sacar otra. Con cuidado de no quemarse, llevó la cuarta tanda junto a las demás, comprobando que hubiesen quedado bien. Preparó otra bandeja más con la masa que ya había terminado, mientras el bajito lo felicitaba y le repetía a cada segundo lo deliciosas que estaban.

Felix había puesto en el microondas la mantequilla a calentar unos segundos, mientras volvía a cargar el saco de harina. Changbin lo ayudó a volcarlo para que no se cayera, era demasiado grande. 

- Te dije que no hicieras nada - nervioso, indicó al mayor que dejara el saco de vuelta donde estaba. Centrándose como pudo, añadió los huevos y el azúcar.

- No puedo permitir que hagas todo esto tú solo - Changbin volvió a su lado -. A ver, mírame.

Felix giró su cara hacia el chico, moviendo su vista del iris derecho al izquierdo, continuamente, hecho un manojo de nervios al sentir la mano del mayor acercarse a su rostro. Con el pulgar limpiaba los restos de harina que había en su mejilla, siendo incapaz de apartar la mirada de sus preciosas constelaciones. Ya no quedaba mancha, pero Changbin seguía acariciando la suave piel del australiano. El tiempo se había detenido para ellos dos.

Felix notó como la mirada de su amigo bajaba desde sus pómulos, a detenerse en sus labios, lamiéndose ligeramente los suyos. La mano, aún acunando su rostro, tembló ligeramente. 

¿Estaba soñando aún? ¿Se había dormido y había olvidado ir a preparar las galletas? No, porque juraría que la quemadura con la puerta del horno unos veinte minutos después de encenderlo había sido bastante real.

Entonces, ¿estaba viviendo de verdad todo lo que estaba sucediendo en esos instantes?

Changbin pestañeó al ver los labios ligeramente separados del menor. Unas ganas enormes de besarle habían crecido en él, sin previo aviso. Como si fuera una marioneta controlada por una fuerza superior, acercó poco a poco su rostro. Su nariz estaba a punto de rozar la contraria, y notaba la respiración irregular. Felix no se había movido ni un milímetro, haciendo que el mayor perdiera la confianza en segundos.

No. Esto estaba mal, muy mal. Estaba a punto de obligar a un dulce chico que había tenido problemas en el amor, a besarlo, posiblemente sin que este quisiera hacerlo. Era muy pronto. Debía detenerse, o le haría más daño que el que alguien pudo hacerle en el pasado.

Se apartó unos centímetros en un ágil movimiento, desconcertando tanto al australiano como a sí mismo. Había sido muy estúpido de su parte creer que podía actuar imprudentemente, como él quisiera.

Aún así, quería tener al chico, agradecerle todo lo que había hecho por él. Así que de un impulso se lanzó hacia él, rodeándole con un brazo el cuello, y con la otra mano le acariciaba el cabello. Felix enterró la cara en el hueco de su cuello, inhalando su perfume. Ese olor que le hacía delirar.

Alguien tarareando entró a la cocina, haciendo que se separaran. Haru abrió los ojos como platos, y volvió por donde había venido, preocupada por si había interrumpido algo.

 Haru abrió los ojos como platos, y volvió por donde había venido, preocupada por si había interrumpido algo

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~11052021

「 水 」INEFABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora