𝗜𝗡𝗘𝗙𝗔𝗕𝗟𝗘 ㅡ Kim Seungmin, en el centro del huracán. Todo el mundo señala a aquel con quien discuerda, pero pocos se detienen a buscar verdaderos motivos para hacerlo. Siempre hablan sobre "la calma después de la tormenta", pero nadie se cues...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Esta es nuestra jungla. Aquí nos movemos de acuerdo a nuestras reglas
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Jueves, 16 de agosto de 2018
El repiqueteo de las gotas de lluvia que caían del cielo con furia, estampándose contra los cristales de las ventanas fue lo que acabó por despertar a Hyunjin. Abrió los ojos con una calma en su interior que jamás había sentido antes. A pesar del mal día, entraba algo de luz, iluminando la habitación. Se movió, listo para levantarse, notando algo bajo él, que se quejó.
Entonces todo le volvió a la mente.
Estaba aplastando a Haru con los brazos y las piernas, quien estaba hecha bolita. Con todo el cuidado del mundo y notando como sus mejillas se calentaban, se levantó y salió pitando de allí, sin saber realmente hacia donde ir.
⊹ ❀ ⊹
Haru estaba en la cama, tumbada boca abajo con su cabeza apoyada sobre sus manos. Tenía los auriculares, así que no sintió los toques que Bang Chan dio en la puerta. No pudo evitarlo, se quedó mirándola enternecido, como balanceaba los pies al ritmo de una canción, seguramente de su artista preferido, Shawn Mendes.
Venía a avisarla de que el desayuno estaba listo, y que solo quedaban Nami y Jeongin por levantarse, pero no la quiso interrumpir. Se encargaría de los otros dos, y más tarde vendría a por ella, dejándola disfrutar en su burbuja. Por que sí, había dejado claro que la avisaran cuando empezaran a limpiar, pero la chica había atravesado cierto punto en el pecho de Chris.
⊹ ❀ ⊹
Haru fregaba los platos como hacía varias veces al día desde que habían llegado a la casa, tal y como habían acordado. Absorta en su mundo, triste por abandonar la casa, limpiaba vasos y vajillas.
- ¿Te ayudo? - Hyunjin entró en la cocina, colocándose a su lado mientras se ponía uno de los delantales. Independientemente de la respuesta que Haru le diese, iba a quedarse con ella igualmente.
- No hace falta. Ya queda poco.
- Tu limpias y yo enjuago.
La chica no se quejó, así acabarían antes. Continuaban en silencio, ella con las manos envueltas en jabón y burbujas, y él colocando aquello que ya estaba limpio sobre un paño en la encimera. En un movimiento para poner a secar un vaso, una cuchara rebelde se escurrió hasta quedarse debajo del chorro de agua, salpicando así hacia todos lados. Con la camiseta mojada en algunas zonas, Haru apagó rápidamente el grifo, mirando al chico a su lado. Él se mordía los labios para no reírse mientras miraba un punto fijo en la pica.
- Eres un desastre - reía ella.
- ¡No he sido yo! Ha sido la cuchara sola.
- Ya claro, ¡como tiene vida propia! - abrió de nuevo el grifo, acción muy estúpida de su parte, pues ninguno había movido la cuchara de sitio, volviendo a salpicar el agua como si de una fuente se tratase.
- ¿De quién es la culpa ahora?
⊹ ❀ ⊹
Jisung había bajado su ya lista y cerrada maleta al recibidor. La dejó apoyada sobre algunas otras que habían por ahí tiradas, ya que estaban recogiendo todo para marcharse en un par de horas para no perder el tren.
De pronto, la puerta se abrió, dejando pasar a un Minho calado de agua de cabeza a pies. Se había llevado un chubasquero, pero lo llevaba con tan poca gracia que aún así se empapó. Algunos mechones caían por su frente, goteando. Perlas de agua resbalaban por sus mejillas.
- ¿Minho? ¿De dónde vienes, y por qué no te has llevado un paraguas?
- Porque había parado un poco, pero luego ha vuelto a llover fuerte. No pensaba que iba a tardar tanto.
Se quitó el chubasquero, llenando el suelo de gotas. Sus zapatos también estaban empapados, dejando marcas por donde pisaba.
- Quédate aquí. Vas a estropear toda la casa ya limpia.
Minutos después, Jisung apareció con varias toallas. Le tendió una al chico, quien la colocó en el suelo, poniéndose sobre un extremo de esta para usar el otro para quitarse la humedad de las piernas. A la vez, Jisung restregaba otra más pequeña sobre su pelo, revolviéndoselo con cuidado de no hacerle daño.
Tiempo atrás, a Minho le surgió una duda algo comprometedora. Desde que conoció a esa curiosa pareja, formada por Jisung y Nami, siempre había algo que le creaba curiosidad, alguna cosa que le llamaba la atención, pero no sabía qué. ¿Era la relación tan extraña que tenían? Unos días se querían, otros se llevaban a matar. Al principio creyó que era la chica, pero al poco descubrió que no. Más tarde se convenció de que era la falta de afecto, quería tener a alguien al lado cada día, alguien con quien poder compartir todo tipo de problemas. Pero cada día tenía más claro qué era lo que le pasaba. Ya creía saber qué era lo que le atraía de esa peculiar pareja.
Minho se irguió, haciendo que Jisung dejara la toalla sobre su cabeza. Lo miró fijamente, con los labios entreabiertos dejando ver sus incisivos.
- Los gatos ya tienen un hogar.
- ¿Me quieres decir que has ido bajo una tormenta para encontrarle un sitio a los gatos callejeros del otro día? - Jisung se cruzó de brazos, molesto. Seguro que esos gatos se habían acostumbrado a sobrevivir en la intemperie, pero él había decidido arriesgar su salud. ¡Podía coger un resfriado!
- Sí - no podía esconder su emoción. La sonrisa más bonita y sincera que el menor jamás había visto se dibujó en su rostro-. Una mujer mayor que vive sola muy cerca del solar abandonado los estaba alimentando. Dijo que me había visto ir varias veces, y tenía curiosidad por saber qué había. Se pensaba que era un traficante o algo del estilo. No tuve ni que pedirle que se los quedara. ¡También cogió a la madre! - dio un pequeño salto en el sitio con la punta de sus pies.
Jisung sonrió ante la escena tan adorable que estaba presenciando. El chico frío que mataba con la mirada se derretía por los gatitos.
- Supongo que la ayudaste a llevárselos, ¿no? - comenzaron a caminar hacia el salón.
- Claro. Ella trajo una caja, donde metimos a los bebés. Me guiaba, y la madre gata nos seguía, sin entender a donde se llevaban a sus hijos - rió.
Se sentaron en el sofá por última vez. Esa misma tarde volvieron a Seúl, durmiendo durante las tres horas de trayecto.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
