2. Whisky

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Daniel.

Dos días antes...
Juego 1: Shadow Valley v Maynard

Muchas de las reflexiones más importantes de la vida las hacemos mirando el fondo de un vaso. No tengo dudas y una pila de pensamientos profundos como prueba. Largo rato estuve mirando el fondo de mi vaso de vidrio donde un osito de gomita borracho me devolvía la mirada en medio de su propio viaje de introspección.

Era el primer partido de la temporada y habíamos ganado, estábamos en lo más alto luego de estar en lo más bajo.  Y esa noche merecía ser una noche sin fin. Hasta allí se suponía que debía llegar, no había mucha ciencia en ganar. Reflexionamos más cuando perdemos que cuando ganamos.

Pero entonces yo había perdido mi propia batalla individual fuera del campo.

Eche una mirada alrededor del lugar mientras apoyaba mi espalda en el borde de la mesa tras de mí, al salon abarrotado con luces bajas y música estrepitosa, el alcohol fluyendo y las chicas reuniéndose en grupos alrededor de cada jugador disponible e incluso no disponibles. Había visto a Grier Forbes, padre novato desde hace dos días, correr despavorido por la puerta de atrás temprano; y cada tanto se escuchaban suspiros melancólicos por la ausencia de Big Jack, el quarterback. El gran premio por excelencia. Y todos teníamos que ser unos grandes desgraciados al armar una fiesta en una casa ajena con el dueño ausente, aún peor, en la casa de dicho quarterback gruñón, pero por otro lado el tipo estaba en su propio paraíso con su novia en algún lugar.

Un dedo senderista volvió a presionarse entre mis cejas con una uña sorprendentemente afilada e insistió en quitar el ceño fruncido en mí.

— Lo estás haciendo de nuevo — reclamó Raquel a mi derecha.

— Debes sonreír, Da — insistió Wendy a mi izquierda, en el mismo tono — Dime la historia de la barbacoa de nuevo.

Mantuve mi mirada en un punto lejos  de ambas, apesar de la música puesta había una balada tonta rebotando en mi cabeza a la par del comienzo de un dolor de cabeza espantoso.

— Estamos en lo más alto — reflexione en voz baja, las palabras trabadas en un suspiro pesado — Supongo que es el vértigo, siempre odie las alturas.

También sentía un cosquilleo debajo de mis costillas que podría ser interpretado como náuseas. Vértigo. Melancolía. Absurdez. Lo que sea que me estaba haciendo sentir como una mierda.

— ¡Vamos, Da! — la misma mano bajó por el costado de mi rostro para aferrarse a mi barbilla codisiosamente y girar mi rostro hacia ella. Apenas la mire y no por ser un idiota — No te pongas raro.

— ¿Raro? — pregunté perezosamente.

Raquel frunció sus labios y asintió con la cabeza.

— Todos estamos disfrutando y tu luces como si... como si...

— Te hubieran pateado las bolas — la frase surgió desde tras de nosotros, en una voz sorprendentemente gruñona e inesperadamente familiar.

Me solté de la mano de Raquel para girar mi cuerpo y encontrarme con el duendecillo de whisky haciendo de las suyas al otro lado de la mesa. Ella nos  miró brevemente con indiferencia pero entonces lentamente sus ojos  se abrieron asombrados como si tampoco creyera lo que había dicho, nosotros la miramos con incredulidad hasta que con un parpadeo atropellado regresó a su computadora a teclear furiosamente.

¡Dios, como no la note antes! Ese ruido eran inconfundible y parecía como si quisiera hacerse oír por encima de la música. Ella decía: mírame soy más importante que tú, idiota. Al menos alguien aquí está haciendo algo productivo.

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