37. Inviernos

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Días después:

Claudia:

"Contéstame"

"Es importante"

"Estaré en el bar esta noche"

"Tengo algo que decirte"

Reviso los mensajes en mi teléfono mientras me dirijo hacia allá, le pago al taxista con un billete entero y solo he venido porque ha sido muy insistente en que nos veamos estos días.

Bajo del taxi e ingreso, me he decido a último minuto, tanto que no espero oír el melodioso ritmo de Jazz al cruzar el bar y menos verlo tocar el piano, pero está ahí.

Zed Wendell se encuentra ahí, al igual que la primera vez que lo vi y como en esa vez quedo perpleja mientras toca.

El corazón me palpita rápido y una sonrisa se destella en mis labios, me dejo perder en la melodía y disfruto cada segundo que le queda de su presentación, oír tocar a Zed es de las cosas que podría hacer eternamente, además del sexo con él, el cual extraño y solo con verlo me brota el deseo, con un pulso en mi zona baja.

De pronto sus dedos se paralizan acabando su espectáculo y las luces se encienden, los aplausos llegan y yo miro a ambos lados, esperando no encontrar a esa mujer aquí.

Zed se levanta y agradece al público asistente, se queda helado cuando me ve y yo le hago un gesto hacia la calle para hablar con más comodidad.






(***)





—Estas aquí. —Dice sorprendido. —No pensé que vendrías, no después...

Después de abandonarlo en mi propio departamento.

No sé qué decir, ni hemos tocado ese tema y creo que el intuye que no quiero tocarlo, porque no me digne a dejarle más que una nota ese día.

—Claudia no sé qué decisión has tomado. —Pronuncia con un tono bajo. —Y tal vez te parezca absurdo que te diga esto y para ni to seamos nada.

—Zed.

—Pero después de nuestra relación es lo menos que puedo hacer, que te enteres por mí.

Empiezo a asustarme.

Sus labios se separan, pero tarda en responderme.—El jefe está haciendo un cambio de personal y a los chicos les ofrecieron una mejor paga en un bar fuera de la ciudad.—Él se detiene, examinando mi rostro.—Y también me la ofrecieron a mí.

Los ojos se me abren y mi mente analiza las palabras, los gestos de Zed me dicen que espera que diga algo, pero yo no dejo de salir de mi sorpresa.

—Me iré, Claudia.

Trago saliva y pregunto lo primero que se escapa de mis labios.—¿Y eso es lo que quieres?

Calla en lugar de responder y vuelvo a hablar para dejar este acomodo ambiente atrás.

—Pues felicidades.—Menciono y siento que la voz se me está por quebrar.—Felicidades, Zed.

Lo único que deseo es que el triunfe en lo que desea, así nuestros caminos estén juntos o separados.

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora