38. Delicia visual

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Claudia:

Bajo de la limusina que me trajo al lugar del evento y recibo los flashes dándome en la cara mientras camino con el mentón elevado hacia el interior del edificio. Esta noche en el publico no solo habrán diseñadores, sino celebridades y millonarios, esa es la razón de que haya tanta seguridad esta noche y también tantas cámaras, las cuales esperan más captar una situación vergonzosa que 

—¡Claudia Sheppard, por aquí!

—¿Qué expectativas para esta noche, Claudia?

—Te ves bellísima. ¿Ese vestido es obra tuya?

No respondo ninguna pregunta, solo sonrio y levanto la mano como saludo a cada reflector puesto en mi, seguridad me acompaña y me apresuran a ingresar al lugar, empujando mi espalda con delicadeza.

Cruzo las puertas dejando atrás a los paparazzi y voy tras vestidores, luego de ver la cantidad, que es bastante de personas que han venido a presenciar el desfile. Voy a los camerinos y me acerco a Johanne, quien ya ha llegado antes que yo, ella lleva un vestido cerrado desde el cuello, pero sin mangas, largo por debajo de las piernas y de color morado brillante.

—Señorita Sheppard, se ve muy bien.—Me saluda y pasa la mirada por mi vestido rojo, tan largo como el suyo, aunque un poco más esponjoso sin resultar exagerado.

—¿Tienes todo?

Me extiende la carpeta que tiene en las manos y pongo los ojos en mis modelos, quienes ya están maquilladas y listas para salir.

Bajo la mirada a la carpeta y el teléfono en mi bolso de mano empieza a sonar, observo mi calendario, el que me recuerda que Zed Wendell se ira mañana temprano y que esta es su ultima noche en Manhattan.

—¿Señorita Sheppard, sucede algo?

Con una mueca en mis labios, respondo.—No.

Me dirijo hacia mis modelos y les digo un pequeño discurso antes de que salgan a la pasarela.





(***)

Me siento a observar el desfile desde la primera fila de la pasarela, tengo un sitio especial, de donde me levanto cuando el presentador elegido pide una ronda de aplausos para mi, lo recibo y vuelvo a tomar asiento, observando con atención que cada modelo haga su trabajo.

Y resulta de maravilla, aunque mis pensamientos después de ese recordatorio están perdidos. La sonrisa se me termina perdiendo y cada imagen vuelve a mi mente.

¿Qué estoy haciendo aquí si se va mañana?

Trago saliva y en mi mente hay un batalla interna con lo que quiero y lo que es mi deber, la que termina ganando me hace ponerme de pie e ir tras vestidores.

Aun no he dado mi discurso de agradecimiento por el desfile. Johanne me observa con mucha sorpresa.

—Señorita Sheppard... ¿No debería estar?

—Cúbreme, June.

Se sorprende porque la he llamado por su nombre real.—¿Cómo dijo?

Suspiro.—Tengo algo que hacer esta noche.

Intento irme, pero ella insiste.—Pero su discurso... usted aun..

—Estas tu.—Menciono y ella palidece.—Escribiste mi discurso, June...

—Si, pero yo no creo...

—Puedes hacerlo, lo se.—Le interrumpo.—Y tu lo sabes también ¿No?

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora