Capítulo 3.

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Era complicado ser un ratón en la ciudad, todos trataban de deshacerse de ti cuando llegabas a una casa, en especial en los edificios.

Y ni hablar de los gatos, ¡Habían en todas partes! En cada esquina en la que diera la vuelta, había por lo menos un gato.

En todo el tiempo que había estado con Tom no había tenido que correr tanto o ingeniárselas para no ser comido como en esos días que había estado en la ciudad.

Mentiría si dijera que sería más fácil, sólo escondiéndose lograba estar tranquilo por algunos minutos.

Hasta sus oídos se coló la existencia de un prestigioso hotel a unas cuadras de distancia de donde se encontraba.

No perdía nada con dar una vuelta por el lugar.

Emprendió camino hacía allá tratando de no llamar la atención de algún animal que pudiera comérselo. ¿Ya había mencionado las aves? 

Se escabulló hasta el lugar y con sigilo se metió en una bolsa que estaba en el suelo para entrar al hotel.

Cuando sintió que la bolsa comenzó a moverse, se asomó ligeramente para ver lo lujoso que era el lugar.

Había un enorme candelabro sobre lo que era la recepción, sillones en un pequeño recibidor que se veían costosos y, lo que más le gustó del hotel, era la exquisita comida que se paseaba por los pasillos o el restaurante.

La mujer dejó la bolsa en una pequeña mesa y esa fue su oportunidad para bajar y explorar el hotel.

La mayoría estaban muy ocupados como para notar su presencia, así que se paseó tranquilamente por el edificio, mirando cada detalle con asombro y buscando un buen lugar para colocar su agujero.

Después del mal rato que había pasado durante esos días en las calles, parecía que por fin tenía su recompensa.

Era un lugar lindo, cálido y sobre todo tenía muchas cosas que podría usar para arreglar su nuevo hogar. 

¿Lo mejor? No metería a nadie en problemas por estar ahí.

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—Ow, mírate, ¿Estás perdido pequeño? —preguntó una chica de cabello rojizo y ojos color verde mirando a un gato color gris.

Evidentemente el gato no le respondió, así que ella se agachó y lo cargó con cuidado.

 —Te llevaré conmigo para que estés a salvo —sonrió la chica mientras Tom solo miraba el camino por el que la chica lo arrastraba.

La pelirroja caminó hasta un enorme edificio con el gato gris en brazos y entró tranquilamente en él, pasando a lo que era la recepción para recoger un par de llaves.

—Aquí tiene señorita Gates —dijo un chico que le entregó las llaves a la oji-verde.

—Muchas gracias —sonrió la chica—, una cosa más, ¿Cree que podría conseguir algún alimento para gatos?

—Eh, sí señorita, ¿Quiere que se lo llevemos a su habitación?

—Por favor.

—En un momento —aseguró el chico, recibiendo un gracias de la pelirroja para después retirarse.

La oji-verde tomó de nuevo al felino para comenzar a caminar hacía los elevadores e irse directo a la habitación.

—¿Tienes nombre pequeño? —preguntó mientras Tom miraba por sobre su hombro para ver un poco el lugar.

La chica iba a volver a hablar en cuanto las puertas del elevador se abrieron, pero un grito proveniente del restaurante la interrumpió.

—¡Un ratón! —gritó una mujer de aspecto robusto y voz aguda mientras señalaba algún lugar en el suelo y varios meseros rápidamente se acercaban para atrapar al roedor.

Trataron de dejar al ratón sin salida para que fuera más fácil, pero claro que el pequeño roedor estaba más preparado que ellos.

Jerry se escabulló por debajo de la mesa donde estaba el buffet y correr por debajo de las mesas, provocando los gritos de los clientes.

 La chica pelirroja se acercó ligeramente por mera curiosidad, viendo a los meseros persiguiendo un pequeño ratón café que usaba las cosas a su paso para escapar de quienes lo perseguían.

Tom rápidamente se soltó de los brazos de la oji-verde al notar de que ratón se trataba y para después saltar a la persecución.

Pasó por debajo de las mesas para atrapar al roedor como tantas veces lo había intentado, pero esta vez con otro propósito que no era comerlo.

Corrió por encima de las mesas y por donde el ratón iba, siendo seguido por la chica y los meseros hasta que, por fin, dejó sin salida al menor.

Lo tomó entre sus patas, podía ver que esta vez Jerry realmente estaba asustado.

No iba a comérselo, pero entonces los meseros se lo quitarían y no sabía que harían con él. 

Se lo metió a la boca y corrió hacía donde no pudieran verlo.

Trató de alejarse lo suficiente para tener tiempo y poder hablar con el roedor.

Lo escupió y el ratoncito lo miró con cierto asombro al no haber sido masticado y digerido. O simplemente por verlo ahí.

Le indicó por medio de señas que se quedara ahí por unos minutos hasta que él volviera.


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