ᘏ oo1. el profesor de pociones ¡

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maia potter.

—Allí, mira

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—Allí, mira.

—¿Dónde?

—Al lado del chico alto y pelirrojo.

—¿El de gafas?

—¿Aquella pelinegra?

—¿Has visto su cara?

—¿Has visto su cicatriz?

*Esto comienza a fastidiarme*

Los murmullos nos siguieron desde el momento en que, al siguiente día, salimos de la sala común de Gryffindor.

Los alumnos que esperaban fuera de las aulas se ponían de puntillas para mirarnos, o se daban la vuelta en los pasillos observándonos con atención.

Resultaba incómodo y deseaba tanto que no lo hicieran mientras intentaba tranquilizar mi mente para encontrar al fin el camino para llegar a nuestra clase.

En Hogwarts había 142 escaleras, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas.

Algunas llevaban a un lugar diferente los viernes.

Otras tenían un escalón que desaparecía a mitad de camino y había que recordarlo para saltar.

Después, había puertas que no se abrían, a menos que uno lo pidiera con amabilidad o les hiciera cosquillas en el lugar exacto y puertas que, en realidad, no eran sino sólidas paredes que fingían ser puertas.

También, era difícil recordar dónde estaba todo, ya que parecía que las cosas cambiaban de lugar continuamente.

Nick Casi Decapitado siempre se sentía contento de señalar el camino indicado a los nuevos Gryffindors.

Sin embargo, Peeves se encargaba de poner puertas cerradas y escaleras con trampas en el camino de los que llegaban tarde a clase.

También tiraba papeleras a la cabeza, corría las alfombras debajo de los pies del que pasaba, tiraba tizas o, invisible, se deslizaba por detrás, cogía la nariz de alguno y gritaba: ¡TENGO TU NARIZ!

Pero aún peor que Peeves, si eso es posible, era el celador, Argus Filch.

Harry, Ron y yo chocamos con él la primera mañana. Filch nos encontró tratando de pasar por una puerta que resultó ser la entrada al pasillo prohibido del tercer piso.

No nos creyó cuando le explicamos que estábamos perdidos. Estaba convencido de que queríamos entrar a propósito y amenazó con encerrarnos en los calabozos, hasta que el profesor Quirrell, que pasaba por allí, nos rescató.

Filch tenía una gata llamada Señora Norris, una criatura flacucha y de color polvoriento, con ojos saltones como linternas, iguales a los de Filch.

Patrullaba sola por los pasillos. Si uno infringía una regla delante de ella, o ponía un pie fuera de la línea permitida, se escabullía para buscar a Filch, el cual aparecíados segundos más tarde.

⌗ INEFABLE, fred weasley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora