Capítulo 10:

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- Las damas primero - dijo con una amplia sonrisa.
- ¿Qué pasó esa noche?
- Me negué a hacer negocios con Lockwood y eso salio mal. Para él - se rió.
- No es a eso a lo que me refería.
- No es mi problema. Tal vez debás ser más específica, ¿no crees?
Gruñí molesta y me puse en pie con los puños cerados con fuerza.
- Ya que estás, traeme la botella - me ordenó.
Me acerqué a la encimera a regañadientes y llevé la botella.
- Sírveme una copa.
Vertí el líquido en el vaso.
- ¿Por qué necesitas el dinero?
- Para lo mismo que todo el mundo. Pagar las facturas.
- No he preguntado para que lo necesita todo el mundo. He preguntado para que lo necesitas tú.
- No es mi problema. Sé más específico - me burlé.
Aquello le hizo reír.
- Lo dejaré pasar porque realmente lo encuentro divertido pero te advierto... - hizo una pausa inclinándose hacia mí - no te conviene sacar mi lado malo.
Tragué saliva recordando el enfado del día anterior. Como la sala se había vuelto fría y todo mi instinto me gritaba que corriera.
- ¿Por qué cuando te dirspararon no te hirieron? - pregunté.
- Ningún mortal puede herirme.
- ¿Pero ayer..? Tus brazos...
Levantó el dedo interrumpiéndome.
- ¿Para que necesitás tú el dinero específicamente?
Me daba rabia que él fuera a conseguir respuestas antes que yo. ¿Qué era eso de mortales? ¿Acaso tenía tanto ego que se creía superior a ese nivel?
- Para pagar el piso, la comida... cosas de mortales.
- No quiero medias verdades - gruñó borrando la sonrisa de sus labios.
- Para el colegio de mi hermano y las facturas del hospital de mi madre - murmuré entre dientes.
No pareció reaccionar de especial forma ante aquello.
- Si no pueden herirte, ¿por qué ayer tenías esos cortes?
- He dicho que no pueden herirme los mortales.
- Eso no es una respuesta. Yo tampoco quiero medias verdades.
- Yo no soy mortal.
Le miré entre confundida e incrédula.
- ¿Se supone que debo creerme eso?
- Puedes creer lo que quieras.
Terminó el contenido de su vaso y lo dejó con fuerza sobre la mesa.
- ¿Te avergüenza ser el único sustento de tu familia dado que tu madre esta hospitalizada por cáncer y tu padre os abandonó?
Me pusé en pie de golpe pero no pude responder inmediatamente. ¿Cómo sabía él eso?
- No - dije entre dientes notando las lágrimas inundar mis ojos por la rabia.
- Mientes.
Antes de que pudiera darme cuenta había rodeado la mesa y me había colocado frente a Hades para darle una bofetada. Noté el picor en mis dedos y el calor de las lágrimas rodar por mis mejillas. La bofetada había hecho que apartara su rostro a un lado y supe que había cometido un terrible error cuando la temperatura descendió drásticamente. Cuando la mirada de Hades se posó sobre mí, sus ojos realmente parecían estar en llamas. Retrocedí lentamente aterrada por el aura que desprendía. Se puso en pie y con una sola zancada me alcanzó.
- ¿Te atreves a ponerme la mano encima? - murmuró en una voz tan grave que todo mi cuerpo tembló.
No fui capaz de articular palabra. Mi cerebro no era capaz de pensar en nada que no fuera en huir pero mis pies se habían congelado en el sitio.
- Yo... No... Lo siento - murmuré.
Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Hades se acercó lentamente a mí y cuando alzó la mano me encogí en mi sitio. Suspiró con fuerza y sus dedos trataron de secar mis mejillas con delicadeza.
- Vete a casa. No hace falta que vuelvas si no quieres - dijo con un tono entre molesto y cansado.
- Yo... Lo siento... No quería - sollocé.
- Deberías irte a descansar. Tengo trabajo que hacer - dijo apartándose de mí y abandonando la habitación.
Realmente me sentía mal por aquello. Yo no era así, o al menos eso quería creer. Me sentía confusa y dolida. Estaba acostumbrada a que hombres que se creían mejores que yo me vieran como un objeto, me utilizaran y jugasen conmigo. Pero esto era diferente. Hades se metía bajo mi piel y rasgaba todos los puntos débiles. Realmente necesitaba ese trabajo pero me sentía mal por aceptarlo. Al menos al ser stipper el dinero era equivalente a la mierda que tragaba. Pero en este caso no sabía si era mucho o muy poco. Por un lado que me pagaran por no hacer nada mientras vivía de lujo en aquel hotel me hacía sentir culpable, aunque aún no hubiese sucedido y dudase que fuese a ocurrir. Pero si ser el juguete de Hades iba a destrozarme de aquella manera entonces tal vez no mereciese la pena el dinero. Como cada vez que me sentía perdida y sola, acabé en el hospital donde estaba ingresada mi madre.
- ¡Cariño! ¿Qué haces aquí? - me saludó sorprendida.
- He tenido un día complicado - gruñí.
- ¿No deberías estar en el trabajo? ¿Ha sucedido algo? - me preguntó con dulzura y preocupación.
- Tengo un nuevo trabajo pero mi jefe es un capullo.
- ¿Es él quien te ha hecho llorar?
Asentí mientras me acuerucaba junto a ella. Estaba mucho más delgada que la última vez.
- Pensaba que estabas bien en el trabajo.
- Cambié. Me hicieron una buena oferta.
- Ningún dinero merece tus lágrimas.
- Pero tú y Percy sí.
- No tienes que ocuparte tú de todo. No puedes. Es mucho.
- Quiero hacerlo. Os quiero y quiero que tengáis todo lo que pueda daros. ¿Es tan malo eso?
- No, cariño, no lo es. Pero debes cuidarte a ti también.
- Estoy bien. Puedo aguantar por vosotros.
- Si no puedes está bien, Helena. No es tu responsabilidad y no queremos vivir a costa de tu felicidad o tu salud.
- Vosotros sois mi felicidad.
- No tienes que ser fuerte todo el tiempo. No podemos abarcarlo todo. No quiero morirme pensando que no estás viviendo por mí.
- No digas esas cosas, mamá - la regañé.
- Es la verdad. No quiero que te sientas peor por ello. Tienes un corazón muy grande pero a veces hay que dejarlo descansar.
La abracé de nuevo y permanecí allí entre sus caricias hasta que la hora de recoger a Percy llegó.
- Estás guapísima - exclamó corriendo hacia mí.
Aquello me sacó una sonrisa. Había olvidado el aruendo que llevaba.
- ¿Has estado llorando? - me preguntó tirando de mi mano.
- No es nada - mentí sonriéndole.
- Si alguien te hace llorar me lo tienes que decir.
- ¿Ah sí? ¿Y que vas a hacer?
- Darle una lección- dijo completamente serio.
Aquello me hizo reír.
- No deberías pelearte con nadie.
- No digo así. Le echaría la bronca. Eso está mal. Y tengo que cuidar de ti.
- ¿Vas a cuidar de mí?
Asintió mirándome con aquellos enormes ojos celestes.
- Sé que tienes trabajos difíciles y que a veces estas triste y enfadado por eso. Quiero ser mayor para poder ayudarte más. Para que no tengas que estar triste.
Las lágrimas asomaron otra vez en mis ojos.
- ¿Estás triste? - me preguntó preocupado.
- Esta vez no lloro por tristeza - dije con una tierna sonrisa.
Me acuclillé a su lado y le envolví entre mis brazos. No podía dejar que un capullo rico me ganara. Tenía que poder con él por mi familia. Para que no se preocupasen por nada. Ni por mí, ni por el dinero.

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⏰ Última actualización: Apr 05, 2023 ⏰

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