Prologo

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En un reino donde el invierno jamás cesaba, vivía una princesa cuya belleza solo era igualada por su inteligencia. Era la heredera de un vasto imperio, criada entre lujos inimaginables y encerrada en una jaula de diamantes. Su hogar, un castillo imponente de cristal y hielo, era su prisión. La reina, su madre, apenas le dedicaba tiempo, y la servidumbre era su única compañía. Pero el oro y la seda no llenaban su alma. Anhelaba conocer el mundo más allá de las murallas que la retenían.

Una noche de invierno, con el corazón acelerado y un pequeño bolso en la espalda, la princesa huyó del castillo. Se deslizó entre sombras y nieve hasta alcanzar la libertad. Su plan era simple: viajar a un reino vecino, mezclarse con la gente común y vivir una vida diferente, aunque solo fuera por un tiempo.

Los días en el camino fueron duros. Pasó hambre, frío y fatiga, cosas que nunca había experimentado. Pero al llegar a su destino, una pequeña ciudad del reino del fuego, sintió por primera vez lo que era la felicidad. Con el dinero que llevaba, alquiló una modesta habitación en una posada y comenzó su nueva vida.

Fue allí donde conoció a Erick, un joven campesino que despertó en ella sentimientos que jamás había sentido. Sus encuentros eran breves pero intensos, y la princesa pronto descubrió que esperaba con ansias cada momento a su lado. Con el tiempo, el amor entre ellos floreció, y lo que empezó como un juego de libertad se convirtió en algo más profundo. Erick no sabía quién era realmente ella, y la princesa temía que la verdad los separara.

Una noche, entregados a la pasión, sellaron su amor sin saber que estaban dando vida a un nuevo destino. Los meses pasaron y la relación entre ellos creció, pero con ello también lo hicieron las dudas. Erick comenzó a comportarse de forma extraña, y la princesa, guiada por la sospecha, decidió seguirlo.

Lo que descubrió la dejó sin aliento. Su amado no era un simple campesino, sino un hombre de la nobleza, vinculado al reino del fuego. Lo vio descender de un lujoso carruaje, vestido con prendas que no correspondían a un hombre humilde. Se sintió traicionada, aunque en el fondo sabía que ella misma le había ocultado su verdadera identidad.

Decidió que debía contarle la verdad. Regresó a su hogar con el corazón pesado, esperando su regreso. Una semana después, cuando por fin se reencontraron, la princesa le reveló su secreto, aunque omitió el detalle más importante: que en su vientre crecía el fruto de su amor.

Erick, lejos de rechazarla, la tomó de las manos y le propuso matrimonio. Juntos podrían vivir en el castillo del reino del fuego, sin secretos ni mentiras. La princesa dudó. Había huido de la aristocracia, pero ahora su amado formaba parte de ella. Sin embargo, su amor por él era más fuerte que su miedo, y aceptó con emoción. Erick prometió regresar en tres días con todo arreglado para convertirla en su esposa.

Pero la felicidad duró poco.

Esa misma noche, la guardia real del reino del hielo irrumpió en su hogar y la capturó. Habían seguido su rastro y la llevaron de vuelta a su prisión de cristal.

Devuelta en su castillo, la princesa solo pensaba en su hijo por nacer. Sabía que, de descubrirse su embarazo, el reino no permitiría que un heredero ilegítimo viera la luz. Su hijo estaba en peligro. La única opción era escapar una vez más.

Con astucia y determinación, huyó de nuevo, esta vez no por su libertad, sino por la vida de su bebé. Se refugió en un pueblo humilde, lejos de la mirada de la nobleza, donde finalmente dio a luz a una niña: Athara, la heredera de dos imperios.

Sabiendo que su hija jamás estaría a salvo a su lado, la envió en secreto al reino del aire, donde su mejor amigo, el príncipe Cedric I, podría protegerla. Con la niña envió una carta, explicando la verdad tanto a Cedric como a Erick, para que supieran del destino de su hija.

Pero el destino es caprichoso, y aquella carta nunca llegó a sus destinatarios.

Athara creció en el reino del aire, no como una princesa, sino como una esclava más. Sin saber que en su sangre corría la herencia de dos reinos y que su existencia era el secreto mejor guardado de una historia que aún no había terminado.




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Cenizas de hielo © [En emision]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora