Una taza de fe

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DIZA

Se están acercando...

-¿¡Qué es lo que queréis aquí!?

?? Solo tomar lo que es nuestro.-dijo sonriente uno de los ángeles oscuros.- las vidas humanas.

-¡Jhon!¡Son de nivel 3, pero son muchos!.

-¡Entendido!¡La ayuda vendrá dentro de poco!.-respondió antes de empezar a pelear.

Me abalancé sobre uno de ellos, este casi apenas pudo esquivar el golpe, me esquivó e intentó atacar por mis espaldas.

Afortunadamente, pude esquivarlo. Hubo una gran distancia entre nosotros, no desaproveché la oportunidad y lancé una flecha en su dirección. Esta se clavó en su antebrazo derecho haciéndole rugir de dolor. 

Jhon estaba peleando con tres de los ángeles oscuros y Alice estaba...

¿¡Pero qué está haciendo?!...

Alice había encerrado a un ángel oscuro en una esfera protectora y así este no podía salir. Este golpeaba con fuerza la esfera, Alice no tendría la fuerza suficiente para retenerlo.

Tengo que ayudarla...

?? ¿¡Acaso ya te quieres ir!?-gritó mi contrincante lanzando una daga en mi dirección.

Saqué mi espada en un parpadeo y logré desviar su arma con éxito. Uno de los ángeles, el líder de ellos que estaba peleando con Jhon, notó la desventaja en la que se encontraban sus compañeros y gritó una palabra en alto.

??¡¿¡Pensáis que nos podréis detener!?!¡Dudha!

JHON

¡Dudha!...

-¡Diza, Alice!¡inhalen todo el aire que puedan!-grité antes de chocar las espadas con el líder.

-¡Sí!.-respondieron al unísono.

Dudha era una de las estrategias maléficas de los ángeles oscuros. Una inmensa niebla negra inundó el salón nublando nuestra vista al instante. Ya había visto esto varias veces, su propósito era despistarnos para atacarnos por las espaldas.

ALICE

¡Pero qué oscuro!

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¡Pero qué oscuro!...

Lo segundo que más quería en aquel momento era encender una velita para poder ver, parecía de noche y no podía ni distinguir mi mano izquierda de su derecha.

Y ya no aguanto más la respiración...

Por más que lo intentaba, no podía divisar ni a Jhon ni a Diza, solo escuchaba el resonar de varias espadas a la vez. No podía gritar sus nombres, pues no podía hablar.

Justo cuando estaba a punto de rendirme, una fuerte brisa se formó a mi derecha, convirtiéndose en dos remolinos gigantes que desvanecían toda la oscura neblina que cegaba nuestros ojos. Apenas podía entreabrir mis párpados y mis pies se arrastraban en contracorriente.

Ángel Guardián [CRISTIANA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora