La nieve cubría mis viejas botas de caza y mis gruesos ropajes que servían, por aquel antaño, para proteger mi delgaducho y pálido cuerpo. Era un día como otro cualquiera, la fría brisa de invierno entrando por la ventana al amanecer, despertándome de mi paradójico sueño, para irme de caza y así poder tener algo para alimentar a toda mi familia. Llevaba días sin comer, aparte del té de agua y menta que preparaba mi madre para tener algo en el estómago antes de irnos a dormir.
En mi familia éramos cinco, mis padres, Lucinda y Marcos, mis dos hermanos pequeños, Viana y Danian, y yo. Al ser una familia numerosa el estado nos proporcionaba algo de dinero al mes, pero no el suficiente como para mantenernos a todos, así que desde que mi padre ya no pudo con esa responsabilidad, yo salía a cazar todos los días. Mi padre me llevaba al bosque cuando era pequeña y me enseñaba a rastrear las presas, a fabricar mis propias armas y a encontrar los arroyos de agua, pero un día sufrió un accidente mientras trabajaba y ya no pudo volver a caminar ni a salir en busca de alimentos. Así es como yo, con trece años, tuve que conseguir el suficiente coraje para salir de caza y aprovechar lo que el mismo bosque me proporcionaba.
Dejando mis pisadas en la nieve a medida que caminaba, me dirigí hacia el bosque. Cuando ya pude escuchar el suave golpeteo del agua contra las rocas del arroyo, comencé a preparar mis flechas y mi carcaj que reposaban en mi espalda. Divisé entre los arbustos una pequeña sombra y sin pensármelo dos veces, disparé. La flecha acertó en el ojo del conejo, lo agarré por las patas y me lo colgué en la espalda dispuesta a cazar algún que otro animal más.
Horas más tarde, ya en la oscuridad de la noche, estaba entrando en casa cubierta de barro y tiritando de frío, pero con varias presas. Al entrar en la cocina miré a mi familia, igual de delgada y hambrienta que yo. Mis padres me miraban con orgullo mientras que mis dos hermanos me suplicaban que no tardara en preparar los conejos, se me partía el alma al ver a mi familia así de desesperada por probar bocado. Rápidamente mi madre y yo limpiamos los conejos y los pusimos al fuego. Mientras que se acababan de cocinar, me dirigí al baño para limpiarme la cara y ponerme algo de ropa seca.
-¿Madre, puedo repetir? -dijo Viana, mi hermana pequeña, cuando ya no quedaba nada en su plato porque se lo había comido todo.
-No. -contesté yo antes de que mi madre tuviera tiempo de responder.
-¿Aelin, porque tu hermana no puede repetir? Lleva días sin comer, por un día que traes algo de alimento. -Contrarrestó mi madre.
-Por eso mismo, madre, porque a lo mejor mañana no puedo traeros nada para llevaros a la boca, tenemos que racionar. Y no me vengas a mí quejándote, soy yo la que cada mañana sale a arriesgar su vida por su familia, cuando tú, te quedas en casa dejando pasar tu vida mirando por la ventana y maldiciendo nuestra mala suerte y al estado por no ayudar más. Entiéndeme, hago lo mejor para esta familia, y si digo que es mejor racionar la comida, así se va a hacer. -Dije yo con cierta autoridad.
-Lucinda, nuestra hija tiene razón, tenemos que ponernos en el peor de los casos, no podemos comernos todo esta noche, ya hemos saciado nuestro apetito, no hay necesidad de repetir. Pero hija, si tú quieres, puedes acabarte mi plato -Dijo mi padre, refiriéndose a mi hermana- Y Aelin, no seas tan brusca con tu madre, todos lo estamos pasando muy mal, y cada uno lo afronta a su manera. Entiende que para tu madre le supone mucho dolor ver a sus polluelos pasando hambre, y encima que tú tengas que salir al bosque desprotegida para cuidar de esta familia. No es fácil.
-Lo siento madre, no quería decir eso, es solo que... estoy un poco nerviosa estos días, con los militares rondando por la aldea.
-No pasa nada cariño, todos estamos igual. ¿Qué querrán? -preguntó mi madre.
-Los vecinos me dijeron ayer que están para protegernos, pero yo pienso que debe haber otra razón, porque sino porque estarían aquí, en una pequeña aldea en el condado de Canadian en Oklahoma. No tiene sentido.
-Es un misterio, seguro que pronto sabremos el motivo. Ahora, polluelos míos, es ya tarde, venga que os llevo a la cama -Dijo mi madre al ver a Viana y a Danian casi dormidos.
-Pero mamá, yo no me quiero ir a dormir- dijeron los dos a coro, pero claro estaba que mentían para seguir escuchando la conversación de los mayores de la familia.
-Mamá, papá, ya los llevo yo a dormir -me ofrecí yo, para tener unos momentos de tranquilidad para mí sola una vez se hubieran dormido.
Con el estómago lleno, todos se fueron a dormir, excepto yo, que me quedé leyendo un libro de romance que me había prestado una vecina. Al cabo de más o menos una hora, yo ya estaba en la cama, que compartía con mis hermanos, cubierta por varias mantas para aislarnos del frío.
Hola, queridxs lectores, como ya saben este es mi primer capitulo publicado en wattpad. He disfrutado mucho escribiendo lo, espero que vosotrxs disfrutéis igual leyendo lo. En cuanto pueda, publicaré más capítulos. Agradecería que me pusierais algún comentario para saber que os a parecido.
Gracias.
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Fight between hearts and swords
RandomAelin es una joven de 16 años, forma parte de una familia pobre y tiene que arriesgar su vida cada vez que sale de caza para alimentar a su familia. Piensa que esos son sus únicos problemas, pero todo cambia y surgen más. Descubre que todo lo que...