Capítulo veintisiete.

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Instagram: _marttinacastelli


La puerta cerrándose detrás de mi espalda es lo único que se escucha entre nosotros al entrar a mi departamento. Tengo el corazón acelerado y no sé como debería actuar ahora que la seguridad que poseía en el coche se empieza a desequilibrar.
Veo su silueta moverse por el salón pequeño, no dice nada, pero algo me dice que está atento a mi siguiente movimiento.

Y, bueno, también habría que tener en cuenta que es la primera vez que estamos solos y no precisamente como profesionales. Sino como algo mas... Si, eso me aterra.

Después de Jack... Ha sido muy difícil que lograra tener confianza con algún tipo. Conocí gente, a veces sucede, pero nunca se concretó nada. Yo no quería que supieran demasiado de mi vida privada, y ellos no querían a una chica problemática. Así que me resguardé durante mucho tiempo. Acepté que no necesitaba a alguien más para completarme, porque yo ya lo estaba y había sacrificado mucho de mi para poder conseguirlo, y no iba a permitir que cualquier idiota quisiera aprovecharse de ello. Pero con Max... Todo es diferente. Yo soy diferente.

Él causa varios sentimientos y no satisfecho con ello, es como si introdujera un pequeño control de intensidad en mi interior y apretara el máximo. Él no hace que me sienta segura, pero no porque desconfiara, aunque podría considerarlo porque de solo pensarlo la verdad es que hay muchas cosas que no conozco de él, aún así algo me incita a no hacerlo, sino porque hace que mis sentidos se balanceen y terminen por hacerme sentir vulnerable.

Lo cual  es algo que nunca quise dejar que pasara.

—Tienes muy buena vista desde aquí—habla. Tengo que girar el rostro para buscar de donde vino su voz, su rostro aparece cuando corre las cortinas que dan a la terraza. Espero que quiera volver a entrar, pero no lo hace, en cambio pone ambas manos en los bolsillos de sus pantalones y se apoya contra la pared.

—Fue lo que hizo que aceptará el contrato—confieso.

Me adelanto a dejar los tacones en uno de los sofás. Los pies me duelen pero los obligo a avanzar hacía la cocina y calentar la tetera. No lo miro, pero sé que sus ojos están en mi.

Lo confirmo cuando doy la vuelta. El corazón me vuelve a danzar.

—¿Te apetece tomar algo? Voy a preparar té...

—No—se apresura a decir de forma tajante. Me toma desprevenida. Camina hacía donde estoy, me quita la tetera de las manos y vuelve a ubicar su mirada en mi—Debes descansar, Sam. Ve a darte una ducha, yo prepararé las bebidas.

—Pero tú eres mi invitado...

—Y una mierda. Tengo manos, puedo hacerme un café yo solito. Y aunque agradezco que hayas pensado en mi, tienes que dormir un poco—dice mientras apoya el objeto en el fuego y toma unas tazas de la estantería de arriba, para después ojear mi ropa. Mis mejillas se calientan—Así que, hazme caso, y quita ese vestido lleno de sangre de tu lindo cuerpo y recuéstate. Yo haré lo demás.

Abro la boca para protestar aunque su forma de tomar el control me haya dejado sorprendida y encantada a niveles iguales, pero se me adelanta.

—No, sin chistar—me indica con los ojos hacía el pasillo—Ve.

Así que asiento sin decir una palabra y dirijo el cuerpo hacía el cuarto de baño.

Tengo que soltar un jadeo adolorido cuando las gotas de agua caliente rozan mis recientes heridas y rasguños, que supongo me he hecho con el coche y también cuando baje las escaleras del edificio. Estás arden. Por inercia cierro los ojos, los recuerdos siguen divagando en mi mente. Me marean. Me desarman y me vuelven débil. Aunque no presté demasiado atención a estos durante las últimas horas, siguen ahí y no van a irse. No cuando todavía soy consciente que lastimaron a Chiara, que hirieron a gente inocente y otras ahora están muertas, con sus familias seguramente llorando la perdida, por esas mierdas que dicen llamarse personas.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora