Capítulo 18

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Inglaterra 1817 Bristol House.

Invité a Brian a que se quedara unos días en mi casa a descansar, luego si podría retomar el viaje hasta Irlanda. Habíamos llegado muy temprano; de manera clandestina y bajo secreto de estado dejamos a los dos prisioneros en los calabozos, no estarían en la cárcel común; se pueden enterar y no es conveniente, por eso los dejamos en los calabozos del palacio real.

Tuvimos una audiencia secreta con el Rey, lo pusimos al tanto, le comentamos en donde se encontraba Declan, después de merendar a su lado regresamos al puerto en busca de nuestros baúles; ahora sí, aparentar nuestra llegada. Ya era muy tarde cuando bajamos del carruaje contratado para llegar a Bristol House, a las afueras de Londres. Teníamos mucho equipaje, uno es prácticamente detalles que entregaré a las personas que aprecio y amo, sobre todo a una rubia de ojos intensos... Por fin veré de nuevo a mi bendito tormento. Contratamos dos carrozas para el trasporte del equipaje.

Lo bueno de ser dueños de una gran flota de navíos es que nosotros tenemos el mando y si queremos poner nuestros nombres en la lista de pasajeros lo hacemos, si no, nadie sabrá de nuestro paradero, nunca podrán rastrearnos en caso de estar en algunas de las misiones en las que Declan nos incluye. Bajamos del carruaje, subimos las escaleras, toqué el gran portón principal, mi padre me espera la próxima semana —saqué el reloj de bolsillo, deben estar cenando o próximo a cenar—. Volví a tocar.

—¿Se están demorando en abrir? —comentó Brian.

—Sí, es raro, siempre hay una persona cerca para estos menesteres —dije—. ¿Hasta cuando vas a permanecer con tu cara de estreñimiento? —el marqués me miró de manera gélida, debo reconocer que al hacerlo quién no lo conozca temblaría, negué ante su gesto despectivo. Iba a volver a tocar cuando la puerta fue abierta por el mismo Albert; quien abrió los ojos de par en par la verme.

—¡Joven Thomas! —se inclinó.

—Su señoría —saludó a Brian por su rango, ingresamos, recibió nuestros sombreros las bufandas y las gabardinas, estamos finalizando otoño, Brian se quedó con su bastón para apoyarse al caminar.

—Albert, nuestros baúles estan en las carrosas.

—Enseguida milord envió por ellos y le preparamos su habitación, al igual que al marqués.

—Gracias. ¿Mi padre y mi torbellino?

—¡THOMAS! —el grito de mi hermana afectó los tímpanos de quien la pudo haber escuchado, fue una brisa arrebatadora la que corrió a mi encuentro, se colgó de mi cuello, logrando doblegarme por mi estatura, definitivamente ya no creo que crezca más. La cargué, me dejé abrazar por este pequeño derroche de alegría en nuestras vidas. ¡Cómo extrañaba a mi hermana! "mentiroso, tu verdadero afán es ver una rubia de ojos tan azules".

—¿Hijo? —mi padre salió de la habitación del té. Mientras Abbey saludaba a Brian, caminé hasta llegar a su encuentro, nos dimos un afectuoso abrazo—. ¡Qué alegría tenerte de vuelta! —algo no está bien, puede que sea el entrenamiento adicional al que fuimos sometidos Ryan, Declan y yo antes y después de finalizar la guerra que nos hace detectar ciertos gestos.

—Tenemos muchas cosas de que hablar —comenté.

—¡Ay hijo!, no eres el único que tiene historia y malas noticias por revelar —vi la tristeza instalada en la mirada del marqués de Bristol.

—Brian —mi padre abrazó a Taylour—. Abbey, fue falsa alarma, busca a Alease y a Lucy; pueden terminar de tomar el té —mi hermana afirmó, se retiró, a los pocos minutos apareció la condesa de Portland con su hija menor aferrada a su mano. Me sonrió y puede que sea un extraño sentimiento nostálgico instalado en mi alma, pero lo hizo como lo hacía mi madre.

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora