El Imprevisto

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   Al siguiente día, como los mentores de Itheus prometieron, le dieron un entrenamiento intensivo a Itheus. Se le podía ver corriendo alrededor del área de entrenamiento por un par de horas. Levantaba rocas para ejercitar sus músculos y a la hora final, un entrenamiento de meditación mental para controlar sus emociones en batalla.

- Niño, antes de la guerra contra los barbaros no nos preocupábamos por nuestra calma. Aunque la rabia siempre ha sido nuestra mejor arma, también nos ha traído muchas desgracias. Déjala salir en el momento indicado y cuida tu salud mental.

   El consejo de Deimos, fue muy oportuno, pues Itheus, como consecuencia a su entrenamiento físico y mental, comenzaba a tener una pequeña llama de enojo en su interior provocada por lo abusos en sus entrenamientos. 

Itheus, cayo exhausto ante los pies de Fobos. Él apenas regresaba de sus labores cotidianos.

- Pequeño inutil... - Molesto decía, Fobos.

- Hizo un excelente trabajo. – Interrumpió Deimos.

- Es muy suave aún. No es digno.

- Es su primer día entrenando con nosotros. Recuerda que nuestro mentor fue el mismísimo Áyax (Uno de los héroes que conquistaron Troya). Sus pruebas eran el doble de difíciles que las nuestras, y nosotros éramos unos holgazanes.

- ¡Bien! Pero él no tiene relación conmigo, así que no me generalices con tu sentimiento hacia él. - Decía, el duro hermano de Deimos.

   Deimos, tenía un sentimiento de paternidad hacia Itheus. Tiempo atrás antes de que Esparta fuera una potencia en combate, él se encontraba saqueando un lugar lejano en Anogia, se llevó consigo todo tipo de tesoros con joyas preciosas; Saliendo del lugar desolado, miro como un rayo de sol iluminaba a una mendiga que estaba sentada. Ella, mientras miraba al cielo sin voltear su mirada, el guerrero Espartano se acercó con un trozo de pan para convidarle.

- Ten. – Mientras alargaba su brazo para darle de comer.

  No tenía respuesta de la extraña.

- Vaya, parece que no hablas mucho. – Decía Deimos, mientras ella devoraba el trozo de pan.

  De nuevo la extraña callaba mientras saciaba su hambre.

- Seguiré mi camino. ¿Hermosa...?

- Mi nombre es Harmonía. - Respondió, mientras como un ángel alzó su vuelo con unas alas de plumas delicadas. – Como te has compadecido de mi, humilde espartano, me uniré a ti y te daré un hijo.

- ¿Quién eres?

- Soy hija de Ares y Afrodita. La diosa del amor, el orden y la paz entre pueblos. A cambio de nuestra unión, te pido que no tomes estas tierras, tengo un plan para ellas.

- ¿Cómo debo reportar estas tierras? - Replicaba, Deimos.

- Diles a tus superiores que es inhabitable. Y si preguntan aun más, menciona mi nombre.

   Allí mismo en una esfera de luz flotando en el aire, Deimos y Harmonía, se unieron de forma hermosa y apasionada para procrear a su hijo, Inquietud.

- De hoy en adelante iluminare tu camino en cada batalla, en cada pensamiento, viviré en ti y por las noches bajaré del seno de Afrodita y acompañare tu soledad con mis cálidos brazos. Algún día te traeré al olimpo junto a nuestros padres, y tu hijo, hasta que termines tu labor en Esparta.

   Deimos, sin palabras miraba como la hermosa diosa se alejaba junto con su pequeño hijo en sus brazos, como una bola de gas.

   Desde entonces, Deimos, espera cada noche a su amada, pero ella, no volvió, y cada vez que mira al pequeño y desprotegido Itheus, es como si mirase a Inquietud.

Itheus: El Hijo de EspartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora