Mariposas liberadas

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Vaya, quien diría que se sentiría tan bien. 

Antes de todo esto, antes de conocerte, tenía ese pensamiento constante de que jamás conocería a alguien que me gustara más de lo que él lo hacia. Y era verdad, nunca jamás vas a encontrar a alguien que te guste de la misma manera en que lo hace otra persona. Y es frustrante, por que cada gesto que hace, te recuerda que no hay dos como él.
Pero entonces llegaste tu, con tu cabello revuelto, a diferencia del suyo, tu actitud juguetona e inquieta, no como aquel estirado, y sobre todo, la manera en que congeniamos con tan sólo una plática. Todo se nos hacia tan fácil. Incluso sabíamos hablar sin hablar. 
Pero un día, llegaste de sorpresa y me hiciste cosquillas, y fue cuando sentí que todas las mariposas monarcas del mundo habían emigrado a mi estómago. Y supe entonces que estaba perdida.
Me provocabas esos saltos cuando aparecías por la puerta, cuando recibía un mensaje tuyo, cuando oía tu voz a lo lejos. Cada vez más lejos. Pero la distancia no importaba, por que yo seguía sintiéndote cerca, tan cerca, dentro de mi pecho. 
Así se nos fueron los meses, volando, y yo dejé de recibir mensajes, escuchaba los restos de tu voz que traía el viento, y aún así las mariposas continuaban en el bosque que es el interior de mi corazón, esperando a que regresaras.
Pero no lo hiciste. Te borraste del mapa, como si nunca hubieras existido y nadie sabía tu nombre.
Así qué encerré las mariposas bajo llave, por que era lo único que guardaba una imagen de ti, una prueba viviente de lo que provocabas.
Y así las mantuve, dando empujones cada vez que sonaba una canción, o alguien sonaba como cuando decías mi nombre. Cada vez más débiles, cada vez menos. 
Hasta que un día, dijeron mi nombre, se revolvieron el cabello y me sonrieron como sólo tu sabias hacerlo, y algo explotó dentro de mi. Algo salió para nunca más volver.

Jamás volvería a afectarme el que no estuvieras presente. Y ese día me di cuenta, que aunque te tuviera frente a mi, con esa sonrisa de lado, ahora con un poco de barba, nunca volverías a hacer que mi corazón salte, ni que las mariposas revolotearan, por que tu tenías la llave bajo la que se mantenían, y eras el único que podía liberarlas, y con ellas, a mi.

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