Capítulo 2

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La fuerte luz del sol matutino se asomaba por la ventana, alumbrando la blanca habitación. El ambiente era silencioso; solo se oían algunos lejanos sonidos urbanos. Allí, en su respectiva cama, se posaba la pálida chica, comiendo el desayuno que le entregaron hace unos minutos. Comía despacio, no pensaba en nada, tenía la mente vacía; aún se estaba despertando.

Dirigió su azulada mirada a la ventana. Le costó unos segundos enfocar la vista, pues sus ojos estaban un poco hinchados, agregando que la iluminación era algo intensa para ella. El paisaje le parecía deprimente; solo se veían sucias paredes de viejos edificios y, al estar en un piso alto, no llegaba a ver las calles. "¿Esta será la única vista que tendré del mundo exterior?" se preguntó, suspirando. A ella le gustaba dibujar lo que observaba, pero esto implicaba que ahora tendría que usar su imaginación.

Unos leves quejidos se escucharon desde la boca del moreno, que comenzaba a despertarse. Lo primero que vieron sus ojos miel fueron el techo, blanco como la habitación. No tardó en recordar la situación en la que se encontraba, por lo que giró rápidamente la cabeza, chequeando si su amiga seguía ahí.

—Buenos días. —dijo Sara en un tono bajo mientras untaba una tostada.

Julián se sentó lentamente, debido al mal estado en el que durmió, sentía un insoportable dolor de cuerpo, sobre todo en su espalda. Sus ojos le ardían, pues tampoco tuvo las horas de sueño necesarias. De todas formas, no estaba enfocado en eso; su interés era la rubia.

—Buen día, ¿cómo dormiste? ¿soñaste algo? —interrogó inocentemente el castaño, con una voz ronca digna de alguien recién despierto.

—No sé... —murmuró a la vez que se encogía de hombros.

El moreno no reaccionó a esa respuesta, en cambio, se quedó callado, pensativo; sabía que ella era más lenta para despertarse, especialmente en este momento. Observó a Sara; su cabello rubio combinaba con los rayos de sol que caían en el cuarto, también resaltando sus ojos azules. Tenía una expresión aburrida y actuaba desganada, cosa que no era sorpresa para el joven, pero lo ponía triste.

—Y... ¿cómo te sientes? —preguntó mientras se acercaba a ella.

—Pues —La rubia pausó. Le tomó por sorpresa aquella pregunta—... No estoy muy segura, no desperté hace mucho rato...

—Entiendo —El castaño sintió como su estomago rugía—... Oye, ¿no te molestaría compartirme un poco de eso? —Señaló al desayuno—, es que no cené nada ayer, ya sabes...

La pálida chica asintió, arrimándole la bandeja. Mientras su amigo comía, utilizó el tiempo para volver a pensar en lo que sucedió anoche, en lo que le dijo Julián. Si bien Sara apreciaba el gesto, había cosas que no le cuadraban.

—Ey, ¿qué vas a hacer hoy? —preguntó al otro chico.

—Emm, estar aquí —respondió a la par que untaba otra tostada—... Oh, ahora que recuerdo, tengo que avisarle a mi mamá sobre esto, ¿dónde dejé mi celular?

—¿Y por qué mejor no vas a tu casa? No creo que sea muy fácil explicarle esto a tu madre por mensaje, además podrías buscar ropa, comida, bañarte... —soltó la rubia instantáneamente, como si ya supiera qué decir.

—Oh, eh... sí, supongo que sí, tienes razón, no se me había ocurrido —dijo algo sorprendido por la sugerencia—, eso es lo que haré entonces...

El castaño se apuró en terminar de comerse la tostada y se levantó, tomando su abrigo, que todavía estaba húmedo por la lluvia de ayer. Mientras tanto, Sara comenzó a escribir con velocidad sobre una servilleta que tenía a mano.

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