𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟒

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—Eso es todo por hoy, disfruten su fin de semana. —Se despidió el último profesor del día, tomó su maletín y salió a paso firme por la puerta.

El cuchicheo dentro del salón no se hizo esperar, al igual que el molesto chirrido de las bancas contra el suelo al ser arrastradas por los descuidados alumnos, no había pasado ni cinco minutos de que habían tocado el timbre y el salón ya se encontraba medio vacío; era de esperarse, pues en un Viernes todos querían llegar a sus casas para olvidar sus responsabilidades de estudiante. El ruido fue disminuyendo, Yuta guardaba los útiles en su mochila dándole la espalda a Megumi; ambos se habían sentado juntos de lo que restaban las clases, aún así no había sido suficiente, quería seguir compartiendo tiempo con el bonito menor, no pudo evitar reprimir la enorme sonrisa de su rostro al cruzarse una idea por su mente, pero al voltearse no había nadie, el único en el salón era él. Fushiguro ya se había ido.

Y entonces recordó la imagen de ayer: la cintura del chico tomada de forma posesiva por los enormes brazos del tipo tatuado que lo veía como si fuese la octava maravilla, el dueño de sus pensamientos estaba en una relación.

Chasqueó la lengua. —Maldición.

Guardó lo último que quedaba en su escritorio y salió disparado hasta la entrada con la esperanza de que Megumi aún estuviera afuera sin la compañía de su pareja. Y desde que había llegado al Instituto, parecía que la suerte estaba de su lado pues el ojiazul se encontraba tecleando en su celular mientras esperaba por él, no quiso desaprovechar ni un segundo más y le llamó, a la par que se posicionaba a su izquierda.

—Hey, Megumi. —Sonrió.

—¿Qué pasa, Yuta? —Quitó la mirada de su celular y la enfocó en él, amaba que Fushiguro dejara de hacer cualquier actividad para prestarle toda su atención a él.

Le hacía sentir importante, único.

—Quería saber si te gustaría ir por un helado, al cine, ¡O donde tu quieras! Tú y yo, claro.

Mordió su labio inferior con nerviosismo esperando su respuesta, ¿Era muy precipitado invitarlo a una cita a dos días de conocerlo? No lo creía. Por otro lado Megumi estaba por negarse, decirle que mejor quedaran otro día, con Sukuna, pues quería presentarle al nuevo amigo que había hecho, no obstante, una grave voz se metió en la conversación.

—¿Tú y yo? Eso quiere decir que no estoy invitado, ¿Verdad? —Ironizó cruzado de brazos.

Dos pares de ojos se enfocaron en su persona, uno de ellos lo miró sonriente con las mejillas encendidas y los iris chispeantes; la sola imagen de su preciado diamante hacía que su cuerpo se tranquilizara, sus facciones se suavizaron y una sonrisa apareció en sus labios, Megumi se lanzó contra él y Sukuna lo atrapó, recibiéndolo en un cálido abrazo, fue ahí cuando aprovechó para analizar meticulosamente al adolescente parado frente a ellos, enlazando su apariencia con la fotografía que Nobara le había enviado pudo reconocerlo; entonces su molestia de hace unos instantes regresó.

Cálmate, cálmate, cálmate. Se repetía una y otra vez en su interior.

Yuta no sintió ni una pizca de miedo y se felicitó mentalmente cuando su cuerpo no dió señales de temerle al ver que esos peligrosos iris carmín lo miraban severamente, tal vez le estaban amenazando, tal vez sólo le advertían que tuviera cuidado con hacer cualquier movimiento en contra de su joya.

En la mente del azabache, se iba formando algún plan para apartarlos, Yuta pensaba, que si el dueño quería quedarse con su valioso amuleto tendría que resguardarlo mejor, porque él era un ladrón que había quedado adicto por él y lo iba a conseguir.

Una guerra de miradas se estaban clavando como filosas dagas en el interior de los mayores, el rojo luchaba por acabarlo mientras que el tono obscuro no se daba por vencido y Sukuna se estaba exasperando, porque aquel maldito mocoso engreído no mostraba sumisión ante él, con otras personas bastaba con mencionar su nombre para que se apartaran de Megumi, pero con él no, y le enfureció, más no lo demostró.

—Sukuna. —La cálida voz de su pequeño lo sacó de sus pensamientos, lo miró con amor y Yuta, analizando cada movimiento del más alto no iba a admitir que se sorprendió cuando el pelirosa mostró aquel sentimiento, pues hace unos minutos lo estaba casi asesinando con la mirada. —Quiero presentarte a Yuta, es el amigo del que te platiqué... ayer. —Aquella última palabra la dijo más bajito y sintiendo su rostro hervir al recordar los actos pasionales que había hecho en el departamento de Sukuna.

El mayor, con mucho pesar, extendió su diestra al nuevo amigo de Megumi. Él normalmente no saludaba a nadie que no fuera su pareja y, a su tenebroso suegro, pero tenía que ser un esfuerzo, por gummi. La noticia de que Yuuji se mudaría a otro continente por el ascenso de su padre había provocando que su ánimo estuviera por los suelos, no fue de su agrado ver como los ojitos de su —en ese entonces— recién pareja perdieran ese brillo vivaz que a él le encantaba.

—Soy Sukuna Ryomen. —Yuta dudó en si aceptar su mano o no, terminó por estrecharla e hizo una mueca de dolor al sentir el fuerte apretón. —Su novio. —Recalcó.

Después de aquella irritable escena, Ryomen llevó a comer a su pequeño al McDonald's más cercano de su vivienda, le pareció tan tierno ver como Megumi abría con emoción la cajita feliz que con orgullo le había comprado, de esta sacó una pequeña bo...

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Después de aquella irritable escena, Ryomen llevó a comer a su pequeño al McDonald's más cercano de su vivienda, le pareció tan tierno ver como Megumi abría con emoción la cajita feliz que con orgullo le había comprado, de esta sacó una pequeña bolsa en donde venía un personaje azul de juguete de alguna caricatura de las que solía ver de niño.

Terminando su comida, tomaron rumbo al departamento del pelirosa; aquel espacio estaba ubicado en un exclusivo edificio casi en el centro de la ciudad, era grande y lujoso, sus paredes eran blancas con toques de gris obscuro, estaba decorado con los muebles más finos y los cuadros más minimalistas que los pintores hayan creado, ese departamento y todo lo equipado en él había sido un humilde regalo de sus humildes padres apenas cumplió la mayoría de edad, en pocas palabras, lo interpretó como que ya no lo querían más en su mansión, no hubo rencores de su parte, simplemente dió las gracias y se marchó, sintiéndose un poco más responsable. Lo que más le gustaba era su habitación, o más bien la cama, era descomunal y no había dudado en estrenarla con su adoración apenas este se sintió preparado para dar ese paso.

Sukuna Ryomen podía ser calificado con vulgares y groseras palabras, pero nunca llevó a ningún amante a su espacio personal que no fuera Megumi Fushiguro.

Ahora mismo se encontraba rendido entre sus brazos; con su húmeda melena dándole cosquillas a su mentón, su respiración era serena a igual que su rostro y sus pestañas acariciaban con ternura parte de sus pómulos, era como ver a una muñeca de porcelana, de esas que su madre anteriormente coleccionaba.

El aire acondicionado estaba encendido en una perfecta temperatura, arropados con una sábana de seda. Después de darse un baño en aquella bañera que a Megumi le resultaba fascinante, decidieron ver una película, sin embargo, cuando esta apenas iniciaba, los ligeros ronquidos del menor le informaron que el sueño le había ganado. Se rió en su interior y se quedó apreciando por un rato más el bello rostro durmiente de su Fushiguro, alejando de vez en cuando los pensamientos negativos de lo que sería capaz si lo llegaban a apartar de su lado.

Eso no va a ocurrir, no lo voy a permitir.

Acarició delicadamente su rostro para no despertarlo, por el momento se olvidaría de eso, de todo, aprovecharía cada segundo a su lado y lo haría tan feliz como se lo prometió a Toji cuando el Fushiguro menor lo presentó como su novio.

Más afortunado no pudo haber sido, tenía tanta suerte de tener a Megumi como pareja.

—Te amo tanto, gummi. —Repartió un par de tiernos besos en su mejilla y decidió hacerle compañía en sus sueños.

𝐏𝐎𝐒𝐄𝐒𝐈𝐕𝐎; 𝑺𝒖𝒌𝒖𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora