2.3K 202 133
                                    

Mis dedos temblaban cada vez que se presionaban violentamente sobre las teclas de mi precioso piano de cola. Era casi medianoche y aún no podía descansar por más agotado que hubiera vuelto de mi turno en la cafetería, debía lograr que la melodía sonara perfecta.



—Cielo, harás que tus ampollas sangren de nuevo—. Murmuró mi madre, observándome desde el umbral de mi cuarto. Dejé mis manos quietas sobre la suavidad de mi instrumento favorito y la miré con ojos muy atentos.


—Aún no es suficiente.


Sus pies descalzos siquiera hicieron ruido en la cerámica mientras se acercaba a paso firme hacia a mí. Unas pequeñas bolsas oscuras se hallaban debajo de sus ojos, haciéndome saber que había estado mintiéndome. Aún seguía sin poder conciliar el sueño. Tragué las lágrimas que amenazaron con salir, y le regalé a mi madre la sonrisa más sincera que pude.


—No tienes que ser tan exigente contigo, cariño—. Me recordó por millonésima vez, con la misma dulzura de siempre. Acarició mi cabello con una de sus delicadas manos y no pude evitar entrecerrar mis ojos al dejarme llevar por la sensación; era grandiosa la paz que lograba transmitirme. Deseaba poder hacer lo mismo por ella. —Eres fantástico, Harry. Esto simplemente es lo tuyo.


—Lo sé, pero debo esforzarme más si deseo una oportunidad para algo mejor que servir café toda mi vida.


—Estoy segura de que el destino te depara cosas increíbles.


—También a ti, mamá. —Le aseguré, confiando en que la fuerte conexión entre nosotros haría que confíe en mis palabras.


Besó mi frente con delicadeza y tomó mis manos entre las suyas, proporcionándoles suaves caricias a mis nudillos ya pálidos por la presión. —Es hora de que vayas a dormir.





(x)





Esa noche fue muy sencillo sumirme en un profundo sueño que deseaba que no terminara jamás. Pero eso no era posible, ya que mi alarma estaba programada para sonar a las seis de la mañana del día siguiente, lista para recordarme que era hora de alistarme para concurrir al instituto. Estaba cursando mi último año y con cada día que transcurría, mis esperanzas sobre una educación musical se desvanecían. No tenía dinero para ello, de hecho, apenas tenía dinero para todo lo demás. Luego de la muerte de mi padre, mi madre no tardó mucho en enfermarse de cáncer. Si las cosas fueran como tendrían que ser, su empleo debía cubrirle los costos de la quimioterapia y, por supuesto, mantener su sueldo intacto. Pero en lugar de eso simplemente habían disminuido su paga por no ser capaz de presentarse a trabajar, y la miseria que cobraba de pensión apenas le alcanzaba para sus propios gastos. Y con todo el dolor de una madre, tuvo que aceptar mi decisión de arreglármelas solo. Mi empleo en la cafetería no era de las cosas que podía darme el gusto de dejar. Sin embargo, soñaba despierto con la noche en que alguna persona importante se sentara entre las mesas del resto-bar en el que me presentaba cada viernes, y me ofreciera un empleo que pudiera pagar mis estudios en la Universidad. O simplemente que me permitiera terminar con la explotación diaria de Starbucks.


—Styles, ¿Puedes venir un momento?­— Grandioso, al señor Nichols se le había ocurrido citarme justo cuando estaba a punto de comenzar la única clase que me interesaba: música. Y, por cierto, no se veía para nada feliz. —Realmente me tienes desconcertado, muchacho.


—Disculpe... pero no entiendo de qué habla.


—Pues de tus notas ¿De qué más?— Empujó sus lentes que estaban deslizándose por el puente de su nariz nuevamente hacia arriba. —Comenzaste siendo mi mejor alumno, y ahora existen posibilidades de que repruebes la materia.


El pianista [narry os]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora