Había tres carpetas sobre la mesa: una azul, una roja y una negra. En una de ellas se encontraba el currículum de la mujer que sería su secretaria. La decisión resultaba difícil, ya que dos de las candidatas eran aparentemente perfectas: encanto, carisma y una atractiva presencia que encajaría a la perfección con la imagen de su empresa. Sin embargo, la tercera candidata poseía todas las cualidades necesarias para ser una excelente secretaria, aunque Lufian la describía despectivamente como una "lagartija a medio morir".—Steven, ¿qué opinas sobre a quién deberíamos elegir? —inquirió Lufian.
Steven suspiró, sabía que la mejor opción era Yeray porque era incogible puesto que era hombre, pero también era consciente de que su jefe tenía un historial de relaciones poco profesionales con sus secretarias. Así que por bonita no iba a escoger a su mejor amigo.
—La mejor opción es Yeray, es una candidata preparada y capacitada para el puesto —respondió Steven con sinceridad.
—No sé, algo en ella no me convence —dudó Lufian.
Steven, algo cansado de esta situación recurrente, expresó su frustración:
—Por favor, Lufian, te lo ruego, necesito tranquilidad en mi área. Cada mes pasa lo mismo, una interminable fila de mujeres es entrevistada para quedarse solo un mes en el puesto. Esto conlleva tiempo y dinero, y mi salud mental está hecha un desastre gracias a este constante proceso. Te pido que elijas a la chica que realmente merece el puesto, que es Yeray —dijo Steven, aunque sabía que aquello era una mentira. Sin embargo, si Yeray lograba soportar a su jefe durante 3 meses, saldría de todas sus deudas, ya que el salario que ofrecían era exorbitante. Claro está que eso también implicaba que Yeray se convertiría prácticamente en un esclavo de Lufian Hallagan.
Lufian, absorto en la situación, comprendió que necesitaba una secretaria competente y distante.
—De acuerdo, que Recursos Humanos se ocupe de todo y le dé instrucciones sobre cómo realizar su trabajo. Si en una semana no cumple, será despedida.
Al escuchar esto, Steven sintió el impulso de golpear a su apuesto jefe. Mientras a las otras secretarias les daba un mes de prueba, a Yeray, simplemente porque la veía fea y desaliñada, le concedía una mísera semana. Steven no pudo evitar pensar en la superficialidad de su jefe.
Lufian apartó la mirada de las carpetas y dejó escapar un suspiro exhausto. Se dijo a sí mismo que solo tendría que soportar a Yeray durante una semana, después podría elegir a la seductora Tatiana.
—Steven, puedes retirarte.
—Entendido.
Steven sabía que la batalla aún no estaba ganada del todo. Para la próxima vez, pensó que su hermana se encargaría de Yeray, pues su jefe ya tenía la mira puesta en Tatiana. ¿Cómo lo sabía? Tatiana era irresistible y tenía todo lo que a Lufian le gustaba. Ya estaba convencido, en otra vida, Lufian debió haber sido un proxeneta.
***
Con fatiga en el cuerpo, Yeray regresó a su morada, maldiciendo aquellos zapatos incómodos que lo hacían sufrir. Se dejó caer pesadamente en el sofá y dejó escapar un suspiro. La necesidad apremiante de encontrar empleo lo había llevado a la desesperación, presentándose a la entrevista vestido de forma espantosa, una elección enormemente cuestionable cortesía de Steven, un individuo sin el menor gusto por la moda o sentido común.
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La Secretaria Yeray.
RomansaSteven, jefe de recursos humanos, se siente frustrado porque cada mes tiene que contratar secretarias para el presidente Lufiam. Está cansado de ver cómo estas mujeres caen rápidamente en los encantos del presidente y luego son despedidas cuando bus...