Capítulo 12.

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Año 2021. Nueva York, Estados Unidos.

La espalda de Alessandro sangraba abundantemente y Yamato, indeciso, no sabía si seguir golpeando o fingir que lo había hecho y parar ahí mismo.

Alessandro era muy importante para su esposa y si esta se enteraba de que le había puesto la mano encima, estaba seguro de que sufriría las consecuencias en su matrimonio durmiendo en el sofá durante un larguísimo periodo de tiempo.

Por lo que ahora que iba a regresar a casa junto a su añorada familia, no le apetecía discutir con ella.

Fiorella había tenido algo de depresión postparto, debido a la falta que le hacía su marido y al estrés que le causaba cuidar al bebé ella sola teniendo esas dificultades crónicas.

Pero si paraba ahí, y por alguna divina casualidad Giovanni se enteraba de que había desobedecido una de sus órdenes, era hombre muerto.

El pobre, estaba entre la espada y la pared.

Sosteniendo aquel látigo, mientras se debatía en golpear o no, pues él también simpatizaba con aquel joven callado que se le asemejaba tanto en personalidad, Alessandro trató de secarse las imperceptibles lágrimas que habían bajado por sus mejillas mientras lo alentaba a seguir golpeando.

Alessandro era inteligente, y sabía lo que su cuñado estaba pensando, pero había llorado y al menos, necesitaba un motivo para ocultarlo.

No debía mostrarse débil ante nadie, ese era uno de los principios fundamentales que le habían enseñado.

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Yamato, finalmente convencido por Alessandro, comenzó de nuevo a dejar caer el látigo sobre su espalda, pero sin aplicar casi fuerza, realmente no quería tener que dañarlo.

Y cuando iba a dar el segundo golpe algo más fuerte respondiendo inconscientemente a la mirada de Alessandro que lo incitaba a hacerlo, una mano frenó el golpe.

Ella había entrado en la habitación.

Su esposa, su Fiorella.

Aunque anteriormente Alessandro le había prometido interceder por él, Yamato se veía en un serio aprieto del que no tenía muy claro cómo salir y el miedo lo invadió al pensar en lo que se le veía encima, pero enseguida se esfumó al ver que su Fiorella se había herido en la mano con la que sujetaba con firmeza el látigo.

Yamato saltó preocupadísimo, su delicada y débil esposa, la que apenas podía caminar, había parado un duro golpe y ahora estaba herida.

Ahora sí, Yamato no supo a quién maldecir hasta la muerte, si a Giovanni o a Alessandro, lo único que quiso en ese momento fue destrozar a ese par de hermanos.

Su esposa había sido quién ayudó a escapar años atrás a Alessandro y se había encargado duramente de mantener a raya el talante de Giovanni en su ausencia.

Si Giovanni llegase a descubrir un día que ellos dos habían intervenido en la huida de Alessandro se les podía caer el pelo, pero Fiorella no tenía el suficiente corazón insensible como para verlo sufrir de esa manera.

No podía verlos sentir dolor a ninguno de los dos.

Desde la infancia, ella había actuado como una hermana mayor para ambos y en especial para el pequeño Alessandro, pues a Giovanni lo daba por perdido.

Pero antes de que pudiese tocar un pelo de su esposa, Alessandro ya se había levantado y le había asentado un puñetazo cargado de ira que por suerte logró esquivar, aunque cayó sobre su propio trasero al hacerlo.

Alessandro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora