No nací para ésto...

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Mi nombre es ____ Hofferson, tengo 16 años... bueno, en realidad ya tengo 79 pero mi aspecto es el de una joven de 16. Estoy muerta, estoy segura y lo sé pues he intentado hablar con la gente y ésta atraviesa mi cuerpo como si fuera simple neblina... mi hermano ha cumplido ya los 82 y está muy grave en el hospital por los problemas de corazón que padeció desde muy joven. Lo visito todos los días aunque él no pueda verme, paso largas noches en vela con tal de verlo.
¿Por qué morí? ¿Cuándo pasó? No lo sé, no logro recordar nada.
Me pudro lentamente en la soledad, la oscuridad carcome mi interior poco a poco, me quedo sin fuerzas cada vez más.
Vivo en una pequeña ciudad, ni siquiera sé el nombre, pero siempre está todo tapizado de color blanco por la nieve que cae.
Últimamente he visto a un pequeño grupo de amigos, niños de unos 12 años más o menos, y le tengo particular cariño a uno de ellos pues tiene a una hermanita menor y me recuerda a mi hermano y yo en unos mejores tiempos, claro.
Veo a los niños correr por el manto blanco y helado, organizando guerras de bolas de nieve, siendo FELICES, y observarlos me hace sentir feliz de alguna manera.
Un día como cualquiera otro en mi existencia estaba viendo a los chicos jugar cuando una voz llamó mi atención.
–¡Jamie! ¡Hola chicos! ¡ Volví!– Un muchacho se acercó a ellos y los niños lo saludaron con un gusto indescriptible. Un dolor en mi corazón me hizo voltear a otro lado; el chico de cabello blanco, sudadera azul y pantalones marrones era un espíritu como yo... la única diferencia era que a él lo podían ver...
Una lágrima bajó por mi mejilla, comencé a caminar en dirección opuesta a ellos, mi pecho dolía demasiado.
Me adentré en el callejón más oscuro y silencioso que encontré; me senté abrazando mis rodillas como una niña pequeña y comencé a llorar desconsolada.
–¡LÁRGATE!– Una estruendosa voz masculina me gritó desde la penumbra, acción que me hizo salir corriendo. Aquella tarde pasó muy despacio, fue tortuoso ver a aquel espíritu jugar con los niños, era como tener una daga clavada en el corazón. La noche se acercaba, el cielo brillaba en tonalidades naranjas y violetas, los niños se habían ido ya y yo había encontrado un árbol muy ancho y hueco donde pasaría la noche. Yo no duermo, el insomnio es muy intenso pero sí me quedo admirando el cielo, observando las estelas de arena dorada que produce un extraño ser dorado y brillante como el sol. Creo haber escuchado de los propios niños que ese ser el el responsable de los sueños de las personas... ojalá supiera que existo y me diese la oportunidad de soñar algo por al menos cinco minutos... cerré mis ojos, la depresión estaba devorando lo poco de cordura que me quedaba, era demasiado para alguien tan débil como yo, no sabía cuánto más podría aguantar...
De pronto escuché unos sonidos extraños e inteligibles para mí, parecían provenir de criaturas grandes, del tamaño de un oso, más o menos. Me distraje intentando ver algo en la oscuridad, entonces sentí que dos criaturas peludas me tomaron una de cada brazo y me introdujeron dentro de un costal rojo. Forcejeaba para liberarme pero era inútil; luego sentí que era arrojada contra en suelo, salí del costal rápidamente y extraje una navaja que siempre llevaba en el bolsillo. Observé ante mí a cinco seres: una enorme hada con plumas como las de un colibrí, un conejo gigante que pintaba un huevo, el ser dorado de baja estatura, el joven de sudadera azul y finalmente un hombre robusto con una gran barba blanca. Estaba en una especie de fábrica colosal, había juguetes por cada maldito rincón, un aroma dulce (galletas) dominaba el ambiente. Estaba lleno de criaturas grandes y peludas, éstas trabajaban en los juguetes.
–¡¿Qué ------ hago aquí?! ¡¿Quiénes son ustedes?!– Les pregunté apuntándolos con la navaja.
–Pequeña, deberías bajar eso o te puedes lastimar...– El hombre robusto se acercó a mí y puso con delicadeza sus manos sobre las mías, bajando la navaja. Intenté tranquilizarme un poco.
–Lo siento... alguien podría decirme por favor ¿qué hago aquí?.
–Vas a ser una de los nuestros.– Habló el peliblanco. Mi cara debió decirlo todo pues el hombre con barba me tomó de los hombros y me llevó hacia una pequeña habitación adaptada como un despacho.
–____, ¿Cierto?.– Asentí nerviosa, ¿Por qué sabía mi nombre?. Prosiguió. – Verás, el Hombre de la Luna te escogió para ser una guardiana de la infancia de los niños. Aunque no lo creas has escuchado de todos nosotros antes. Has oído sobre Santa Claus, el hada de los dientes o el conejo de Pascua, supongo.– Asentí. –¿ves? Sí nos conoces.– Me quedé en shock al comprender el peso de lo que me estaba diciendo, estaba hablando con el mismísimo Santa Claus.
–¿Por qué el Hombre de la Luna necesitaría algo de mí? No soy fuerte, tampoco valiente, no comprendo...– Hablé cabizbaja; un cálido gesto me sorprendió, Santa me estaba abrazando amorosamente, se sentía como el abrazo del padre que todos querrían. No sabía cómo reaccionar, mi pecho subía y bajaba rápidamente y mi cuerpo entero temblaba como el de un conejo asustado.
–¿Nunca... nunca te habían abrazado antes?– Me preguntó Santa impactado.
–Han pasado 65 años desde mi último abrazo...– Se me quebró la voz. La mirada del hombre expresaba tristeza pura. Me abrazó aún más fuerte y ésta vez le correspondí de la misma forma. Ambos volvimos con el resto de "guardianes" y hablé con todos. Me molestaba que a cada palabra que decía me miraban como a una persona moribunda, me veían con lástima y lo odiaba; era cierto que tenía problemas pero no era para tanto... Pero lo dejé pasar.

Moon's Legacy (ROTG) Pitch BlackxLectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora