W&M.

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Narrador Omnisciente.

— Papá no te preocupes, todo está bien por acá. Hicimos las compras suficientes para un mes, estamos arreglando la casa como dijiste y no... No hemos lastimado a nadie—repitió Isaac con aburrimiento, caminaba en línea recta por su gran sala.

Estaba cansado, no debía haber tomado la llamada de su padre, si tan solo hubiera Sido listo y adivinado que después de ignorar las últimas tres, el buscaría utilizar a la madre de Isaac para comunicarse con él.

Su hijo no entendía dónde había quedado eso de no llevar teléfonos, le había parecido una gran desición aquella pero cuando vió que su progenitora lo llamaba lo invadió la nostalgia, la extrañaba.

Por eso mismo contestó, y recibió un nuevo regaño de parte del patriarca de la familia.

— Mucho cuidado con lo que haces...

La llamada se colgó, era culpa de Isaac. Cuando escuchó que su padre le advertía sobre su actitud, en vez de la de los tres fue la señal para colgar. Ya le había dicho lo necesario, no era estúpido y conocía muy bien con quién hablaba, los 30 minutos siguientes serían advertencias y algunas regañinas por su conducta.

Qué hipócrita, pensó socarron.

Los Harries menores, conocían la historia de su familia, sabían bien que Kaled era un galán en potencia y un imán para atraer problemas.

Isaac era una digna copia suya, pero su padre hacía mucho se había olvidado de esa antigua faceta. Su madre era la principal razón, el carácter que cargaba le dejó saber a Kaled que con ella o era todo o era nada.

La Sra Harries no estaba dispuesta a ser un plato de segunda mesa ni mucho menos desperdiciar lágrimas en alguien que no fuera un amigo cercano o un familiar amado.

Isaac no entendía como su padre había podido cambiar, prácticamente lo tenía todo a su mano y renunció a ello. Gracias a eso él y sus hermanos habían nacido, no se seguiría quejando.

Aún así, eso no era excusa para que con sus regaños y miradas de decepción le dijera a cada rato que no era el hijo predilecto que estaba esperando tener, no era Shawn.

Guardó su teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón, con el espejo de la sala en frente de sí arregló su cabello negro; su apuesta imagen le sonrió con altanería.

Vaya que sus padres habían hecho un trabajo grandioso con todo él.

Su teléfono vibró en su bolsillo, la sonrisa que tenía se borró; el espejo había perdido la chispa cuando la seriedad volvió a cernirse sobre el joven.

Era su padre, de nuevo.

Abrió el cajón de la mesa, su teléfono quedó encerrado en esas oscuras paredes mientras que su dueño subía a su cuarto, esperando dormir y olvidar el mal rato que había pasado con su padre.

Al otro lado de la casa, los Livingston ordenaban las cajas que el camión de mudanza había traído, habían pasado dos días esperando las notarán y esa mañana fue la de su suerte.

Maya estaba en su cuarto, ordenando su closet. Su esposo no sabía lo que era algo así, tiempo atrás ella debía recoger su bata de todo lugar en la que la tiraba hasta que luego empezó a tirarla en la cara a su esposo. No era tonto, captó la indirecta y cambió esa mala maña.

Owen estaba en el jardín trasero con su hermano, poniendo sillas y decoraciones que su madre insistía en conservar. Ambos estaban enojados, la casa vecina; dónde vivía Shawn tenía piscina.

¡Una inmensa y envidiable piscina!

Buscarían la forma de poder estar allí cuando se les antojara.

Queremos que nos quieras, Jo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora