21. Ser extraña

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Capítulo XXI: Estoy jodida. 


Una madrugada de agosto en un hospital en algún lugar del mundo. 

Daniella. 

Me aferro a mi casaca tiritando de frío mientras me apresuro a llegar a la recepción del hospital, en donde está una señorita bien vestida pero con apariencia de que no ha dormido en un buen rato. 

—Hola, disculpe estoy buscando la habitación privada de los-

—¿Castillo? —asiento. —Segunda planta al final del pasillo, jamás habían venido tantas personas a estas horas. 

No le responde y simplemente me apresuro a subir las escaleras con las instrucciones que me dio. 

Esto no puede estar pasando, ¿Cómo rayos pasó?

Mi corazón empieza a latir muy rápido cuando me encuentro frente a la sala, doy un suspiro y entro. 

Allí está él, sentado sobre a un lado de las sillas con su rostro escondido entre sus piernas; puedo notar sus anillos brillas a causa del reflejo de la lampara. Por un momento me olvido que la sala está llena y la discusión que tuvimos hace unas horas y corro hacía él para abrazarlo fuertemente. 

No tarda en rodearme por la cintura y colocar su rostro en mi pecho empezando a sollozar, sus lagrimas caen sobre mi chaqueta pero no le tomo importancia. 

—Tranquilo, todo estará bien —susurro acariciando su cabello, jamás lo había visto tan vulnerable, ni en el aniversario de la muerte de Yazza. 

—Yo debí estar a su lado, soy un pésimo hermano. 

—No, no lo eres. 

—Si tan solo yo... —se detiene por un instante y jadea. —, ella estaba con sangre en sus brazos. No se merece esto. 

—Lucí estará bien, Az. Tranquilo, todo estará bien. 

Levanto la cabeza en busca de alguien que me garantice que lo que acabo de decir este bien, me tropiezo con los rostros afligidos de Gabriel, Lynx y dos señores que supongo son sus padres. 

Ninguno me mira, simplemente tienen los ojos fijos en la nada. Lynx y la señora, junto con Azazel, parecen los más afectados, pues están llorando en un rincón. En cambio Gabriel y el señor solo tienen los brazos cruzados con un semblante serio. 

Sé cuanto ama Azazel a Lucí, incluso la noche que le pregunte que era lo más valioso para él lo admitió. No es ningún secreto cuanto aprecio le tiene y teniendo en cuenta que esta familia ya a perdido a uno de sus miembros, debe ser muy doloroso. 

Hace unas horas Gabriel me llamó contándome lo sucedido: Que Lucí intentó quitarse la vida y que el mismo Azazel la había descubierto en su cuarto. Dijo que su grito de ayuda sonó por toda la calle. 

Rápidamente salté por la ventana para venir hasta aquí, son las tres de la mañana así que dudo que salir por la puerta principal hubiera sido una buena idea. 

—¡¿Donde está ella?!

Todos volteamos a la vez hacía la puerta, frunzo el ceño increíblemente confundida. 

—¿Qué haces aquí, Leila? —pregunto analizando su rostro, se nota que ha venido llorando y apurada pues sigue en pijama. 

Sus ojos recorren toda la sala y se detienen en Lynx, me ignora y camina hacía él. 

—¿Viste su teléfono, verdad? ¿Viste el mensaje que ella le envió?

Azazel levanta la cabeza de mi pecho y mira hacía el rincón en donde están ellos. 

Cuando lo conocí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora