El Libro Rojo

El Chico de la Biblioteca

Frustración.
Frustración y estrés eran los dos sentimientos que me llenaban la mente todo el día.
Estaba indeciso, no sabía qué hacer, si continuar estudiando mí actual carrera, si abandonar y trabajar, si cambiar de carrera. Cómo deseaba que alguien viniera y me dijera qué estudiar para estar contento con mí profesión por el resto de mí vida ejerciendo la misma.

La Universidad no es nada como lo que has conocido en secundaria, eres uno más entre 200 personas, los profesores durante 2 o 3 horas muestran una presentación con 45 dispositivas llenas de información y gráficos que no comprendes, hablan sin parar sobre mil cosas distintas que sabes que después tendrás que pasarte horas y horas leyendo libros para entender de qué habla en sus clases. Nunca llegas a estar al día, siempre hay un nuevo trabajo, una nueva tarea, un nuevo exámen para el que estudiar o una clase a la que asistir.

Estaba en una carrera que había elegido porque consideraba que me gustaba. El plan de materias no me había convencido desde el principio pero pensé que valía la pena el esfuerzo ya que el objetivo final, trabajar de eso, me gustaba.
Durante el primer año tuve dos materias relacionadas a la carrera en sí y ambas me habían gustado mucho, pero las otras fueron aburridas.
El problema empezó en el segundo año, mejor dicho, los problemas: Física y Química Orgánica.
Desde la clase número 1 ya estaba perdido y no entendía nada, y a pesar de que asistía a las clases y trataba de hacer los trabajos continuaba sin entender. Aunque claro, llevaba mes y medio de haber empezado y no había recurrido a ningún libro.

Entré en crisis, me negaba a seguir cursando esas dos malditas materias que se ponían cada vez peor, para colmo el exámen de química era el día de mi cumpleaños y el de física al día siguiente. No quería. Basta. Prefería trabajar hasta fin de año y empezar una nueva carrera a comienzos del siguiente año.

Luego de tranquilizarme un poco tomé la decisión de continuar estudiando al menos durante el primer cuatrimestre. Así que me había llegado la hora: debía agarrar los libros y poner manos a la obra. El problema ahora era que faltaba menos de una semana y no llegaba a prepararme para ambos exámenes. Decidí que tenía más oportunidad con química y me dediqué a leer el libro.
Aunque, decidí que buscar ayuda para que alguien me explicara física no era mala idea, ya era claro que iba a desaprobar, por lo que era mejor prepararme para el recuperatorio.

Me puse en contacto con una conocida que daba clases de física en una biblioteca donde yo ya era socio. Junté fuerzas y fui, nos reuniríamos 3 días seguidos para repasar lo más posible antes del tan temido día.

Llegué el jueves a la biblioteca y me recibió un chico con cara de desconcierto.
 ―Hola, venía a ver a Amanda para una clase ―saludé tímidamente, el chico tenía unos hermosos ojos verdes que me intimidaron al acompañar su tan serio gesto.
 ―Aún no ha llegado, en un ratito estará aquí.
 ―Gracias... Puedo ver los libros mientras espero? ―apenas me dio permiso tenía la intención de ir directo a las novelas de literatura juvenil, hacía años que no iba pero recordaba la ubicación del sector. Sin embargo el chico comenzó a explicarme dónde estaba cada género.
 ―Por aquí están las novelas, allí historia, geografía, literatura europea, idiomas, química, física, matemática... Hay muchos libros nuevos, hemos cambiado un poco el orden.
 ―Veo que han organizado todo.
 ―Sí ―asintió con una tierna sonrisa―, es mí trabajo ―agregó irguiéndose con orgullo.
 ―Pues has hecho un muy buen trabajo ―le dediqué una sonrisa la cual me devolvió y volvió a sentarse tras su escritorio.
No pude evitar pensar "qué hermoso chico".

 ―Has comprendido? ―preguntó Amanda.
Al escucharla volteé rápidamente para mirarla, me había atrapado viendo al muchacho tras el escritorio.
 ―Honestamente sí, finalmente, gracias!! ―dije ciertamente emocionado, resultó no ser tan difícil como había creído.
 ―Me alegra saberlo, nos encontramos mañana a la misma hora?
 ―Por supuesto.