-Elizabeth, bastante bien que se te da ignorarme las llamadas luego de siete años. Además, ¿no es loco que tenga que exponerme ante el FBI por ti?
Tras la finalización del instituto ella escapó lejos de él con una sola finalidad; alejarse de su burb...
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"No eres la única que tiene problemas.
Ambos los tenemos.
¿Y ellos? Tendrán que sobrevivir a los nuestros"
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📍Boston, MA.
La rubia se montó a su auto y pudo ver a Jughead parado mirándola seria. Nunca pudo imaginar que lo volvería a ver, tampoco quería hacerlo. Sin embargo, estaba ahí y el hecho de saber que estaba amenazada no le hacía mucha graciay menos si estaban los niños de por medio.
Siquiera preguntó a donde se irían, ni que tal lejos. Ella literalmente se había dejado llevar por él una vez más. Tomó su celular y discó el número de su hermana.
—Hola hermosura—soltó Lisa que tenía su celular apoyado en el hombro mientras se pintaba las uñas de sus pies.
Esta vivía con Betty desde hace siete años—desde los catorce—, y su hermana se había hecho cargo de ella desde el primer momento. Aún seguía siendo adolescente, según Betty. No trabajaba y tampoco había comenzado la universidad pero su hermana no la juzgaba dado que disfrutaba lo que ella no llegó a hacer por los niños, además de que amaba tener a su hermana con ella.
—Lisa—soltó.
—¿Estás en la calle?
—Iré a buscar a los niños.
—Uy, ¿Qué pasó?—preguntó sin alarmarse. Un dolor de panza no era nada.
—¿Estás en la casa?
—Si—soltó obvia—¡Milooooo!—gritó histérica ante el perro rozando su cola contra sus uñas recién pintadas.
—Necesito que armes una valija y pongas todo lo necesario.
—Ah—esta cerró el esmalte—¿Qué?
—Cuando llegue te explico, solo hazlo. Cualquier tipo de ropa o cosas que quieras llevar.
—Entendido—la chica de veintiún años miró al perro—. Alguna mierda pasó—aseguró levantándose dispuesta a hacer lo que su hermana había dicho.
La mayor por su parte miró a ambos lados antes de bajar del coche y al ver todo vacío caminó dentro del colegio de sus hijos. Tragó saliva y pidió llamar a sus hijos excusando que tenían médico. Mientras los esperaba su celular sonó y cuando vió la pantalla observó el nombre del pelirrojo, pero no entendió porque vio llegar primero a su hijo.
—Mamá, mentir está mal—murmuró este acercándose a ella.
—Lo sé—aseguró inclinada hacia él para darle un beso en la frente—¿Tu heramana?
