Mazapán

67 10 4
                                    


Podía ver el cuerpo desmembrado en la carretilla con completa claridad, seguía escuchando los sonidos que se apreciaban tan reales como espeluznantes mientras cercenaban lo que quedaba del cuerpo, así como la grotesca visión de la sangre que se mezclaba con un penetrante olor a metal que nunca dejaría de provocarle náuseas, reflejo que hizo que de pronto se despertara de un sobresalto, completamente desorientada y tardando unos segundos en recordar dónde estaba, pero el casi inexistente ruido, el agradable aroma, la suavidad de las sábanas, y lo confortable de la cama, le recordó que ya no estaba en la prisión, y soltó un suspiro de alivio de que todo eso tan solo fuera parte de un aterrador recuerdo.

—Cariño, ¿estás bien? –escuchó unos segundos más tarde.

Sonrió al escuchar a Piper hablarle y al sentir el colchón hundirse a medida que se acercaba hacia ella. Le costaba aun creer que finalmente tenía su libertad de regreso, y que la persona que más añoraba tener cerca estaba justo a su lado.

—No quería despertarte –se lamentó –lo siento.

—Está bien, no estaba durmiendo profundamente –replicó de inmediato – Y no tienes que explicármelo ni mucho menos disculparte... aún me pasa, aunque con el tiempo ha sido menos recurrente, si te sirve de algo...

En teoría no había sido hacía tanto, pero el tiempo compartido en esas más que lamentables circunstancias se sentía lejano. Sin Piper había sido más solitario, pero sin lugar a dudas que también menos problemático. La amaba, sin embargo, su habilidad de quedar involucrada en conflictos era impresionante, y si no se los buscaba, ellos hacían su camino para encontrarla a ella; de hecho, su presencia en su vida era una prueba fehaciente de ello.

—Solo otra exreclusa podría entenderme sin tener que verbalizarlo –respondió divertida –y entregar un real consuelo a toda esta mierda post institucionalización... ¿cómo le explico a mi organismo que la cena es más tarde y no las jodidas cuatro?

En realidad, no había tenido intención alguna de despertarla, porque había observado que estaba cansada por el trabajo, el estudio y por los requerimientos de servicios sexuales a toda hora que estos fueran necesitados, por lo que había declinado la invitación más temprana cuando ella lo había sugerido.

— ¿Y quieres hablar de ello o prefieres ocupar tu boca de otra manera? –le propuso sagazmente.

— ¡Dios! –se quejó – El clítoris aun me arde y siento que mis pezones podrían caerse en cualquier momento. ¿Qué pasa contigo y ellos últimamente?

La escuchó sonreír de una forma burlona.

— ¿Te gusta el mazapán, Alex? -averiguó curiosa.

— No particularmente –respondió.

— Entonces no podrías entenderlo –contestó enigmática.

Realmente no comprendió a qué se refería, y cuando estuvo a punto de indagar más, ella se le adelantó y desvió con suma precisión su atención.

— No voy a tocarte si no quieres... puedes tener el completo control de la situación -manifestó con un tono seductor –tócame, Alex.

Estaba tratando de ser consciente de que ella necesitaba descanso, pero en realidad no se le daba muy bien eso de negarle algo que en realidad quería darle y entendiendo que en ese momento dormir no era su prioridad, rápidamente se empoderó y terminó de acercarse por completo a ella, aunque aun apoyándose en su propio cuerpo.

— ¿Por qué no me dejas ser una buena persona que se preocupa por el insuficiente descanso de su pareja? –interrogó fingiendo enojo.

— Porque eso de ser una buena persona a ti, Alex Vause, no te queda –contestó mordaz – aunque para ser justa... eso es precisamente lo que amo de ti.

MazapánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora