ɪɪɪ: "ᴍᴀʟ ᴘᴇʀsᴏɴɪғɪᴄᴀᴅᴏ".

317 31 17
                                    


La respiración de Millie aumentó al igual que su ritmo cardíaco. Incluso sintiéndose como si estuviese muerta, podía jurar que si no moría allí mismo era por pura suerte.

Sintió como algo acariciaba su cuello y luego dos cosas se posicionaban en sus caderas, sosteniéndola. Bajó la mirada y, a pesar de estar anonadada, pudo procesar el que aquellas cosas eran manos. Manos de mujer, manos humanas.

¿Acaso la cosa que estaba detrás suyo era humano y mujer? Sintió un aliento cerca de su oreja izquierda, su piel se erizó y sus ojos volvieron a cerrarse con fuerza.

—No podía esperar a que te quitaras esa mierdecilla del cuello. —La voz era normal, nada maligna ni tampoco llena de ira, aunque tenía algo que provocaba escalofríos. Tal vez era la tranquilidad, o el silencio ensordecedor que se formaba cuando se hacía presente.

El aliento de Millie se cortaba, sentía que iba a morirse. Iba a morirse en serio.

—¿Lista? —La niña intentó tragar saliva, pero apenas podía pasar aire por su garganta y nariz. Iba a girarla, e iba a asustarse porque nada bueno puede venir del diablo, Nada bonito, nada angelical. Solo perturbador. Horroroso.

Continuó con sus ojos cerrados fuertemente en cuanto las manos en sus caderas lo hicieron girar, quedando frente a la cosa. Solamente se oían las respiraciones en aquel cuarto, los murmullos y las pisadas del piso de arriba.

Debía de abrir los ojos, debía de esperar lo peor.

Lentamente abrió los ojos, y el aliento quedó atrapado en su garganta, admirando al mal personificado frente a su pequeño cuerpo. ¿No debería ser el Diablo un hombre? ¿No debería tener cuerpo rojo y cuernos negro? No había nada parecido a un ente rojo con cuernos y larga cola, tampoco había un rostro o cuerpo espantosamente infernal. Mucho menos había algo que fuese horroroso... simplemente era una humana.

La humana/demonio más preciosa que alguna vez vio.

Tez pálida, figura alta y delgada. Cabello rojizo, largo y ondulado, labios finos pero rojos como la sangre, nariz perfecta, mandíbula marcada, cejas hermosas y, Dios bendito, sus ojos.

Tan celestes como el cielo, aparentando un hogar de ángeles en estos. Sin embargo, un cuarto de uno de estos era de un bordó, en el cual se refugiaban miles de almas. Las pupilas de este ser estaban dilatadas, pero eran los ojos más hermosos que Millie alguna vez vio.

Vale. Daba miedo. Daba miedo porque, claramente se podía sentir el malestar al estar cerca, y su profunda mirada daba escalofríos. Iba de negro: una blusa abotonada hasta arriba, de mangas largas, unos pantalones y unos zapatos bastante lustrados, los cuales lucían nuevos. Los anillos de oro en cada dedo de la arcángel le hicieron viajar a un vago recuerdo: sabía que alguna vez vio a alguien así, con muchas joyas, pero no recordaba cómo.

Ni quería.

La cabeza de la alta y oscura figura se ladeó, Millie ya no tenía idea si estaba en shock por el miedo o por la belleza de lo-que-sea-que-fuese que estaba frente a ella.

—¿Cómo es que una niñita como tú ha terminado llamando a alguien como yo? Debe ser importante. —Asintió lentamente luego de decir aquello. Millie continuó sin decir nada, intentando inhalar.

¡Di algo tú, torpe!

Una brusca inhalación provocó que la supuesta reina de las tinieblas fingiera sorprenderse, alzando ambas cejas, manteniendo la perfecta seriedad en su bello rostro.

—Y-yo... —Fue interrumpida por unos golpes en la puerta de su habitación, haciéndola sobresaltar y ver hacia allí.

—Hey, prima. ¿Sigues conversando con el diablo? —Muchas risas se hicieron presentes. No había una sola persona detrás de aquella puerta, obviamente. —Dice tu madre que subas a comer pastel, tenemos una rebanada para Sati también.

Dancing With the Devil | SillieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora