veintitres

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A veces me parece que los días y las fechas se mezclan en mi mente y lo que he vivido es solo un amasijo, pero qué importa si al final son todos recuerdos que jamás volverán, podría mentir y pretender que he vivido una vida amena y grandiosa, pero no es así.

Las personas que quería se iban, pero había alguien que se resistía a salir de mi vida, ese era Graham quien tomaba el café cada mañana junto a mi padre, los recuerdo acomodados en la encimera, papá lo abrazaba con el brazo libre y él tomaba el café calentándose las ambas manos porque hacía frio.

Aún recuerdo ese primer día de la mamá que pasé sin la mía, veía los comerciales de televisión con niños felices abrazados del cuello de sus madres y yo recordaba sus últimas sonrisas y los momentos más tiernos de vividos junto a ella con unas ganas enormes de llorar.

En clases de arte, como cada año, el trabajo consistía en hacer un regalo bonito para nuestras madres, en el segundo en que lo comunicaron, lo sentí como una ofensa. La verdad es que nadie del colegio sabía con claridad lo que había pasado, Ed, sí lo sabía, pero hace más de un mes que no tenía noticias de él y no es un tema del cual me guste hablar, porque aún siento que se me quiebra la voz de repente. Ahora sé que hacerme sentir mal no era la intención de nadie, pero ese día sentí ira y ganas de llorar que me aguanté hasta llegar a casa.

Al entrar Graham saludó a papá con un beso y con los brazos alrededor de su cuello se le quedó mirando de esa forma en la que solo Graham podía mirar a papá.

- Damon, te extrañé tanto. – le dijo para luego volver a besarlo y observarlo como si de verdad se tratara de un ser iluminado, como si fuera un gurú o el líder de una secta.

- No sé qué sería de mi vida sin ti, Graham. – dijo sonriéndole de forma muy sonsa.

Yo me pregunté si de verdad alguien alguna vez me querría ya que sentía que mi papá no me quería mucho, en ese tiempo casi ni nos veíamos (ya que seguía trabajando en exceso para pagar la deuda de salud que había quedado por las atenciones hospitalarias de mamá) y cuando lo hacía, él me diciplinaba o era muy cortante a la hora de hablar de lo que sentíamos por la muerte de mamá.

Quizás Ed era el único y si no hubiese reaccionado de esa forma podría haberme ido a vivir con él en una casa donde solo jugásemos videojuegos, pero ya era un poco tarde para eso, así que interrumpí el momento entregándoles la lista de materiales que debían comprar sin explicar para qué me los habían pedido, por supuesto que al otro día Graham diligentemente me los daría en la mano al llegar del colegio.

La colección de horrendas manualidades que yo había hecho y que mamá conservaba, fueron casi la primeras cosas de la que papá se deshizo, mas cuando llegó la clase en la que debía confeccionar ese último regalo, mi cerebro lo hizo como si mi madre de verdad estuviera viva, con la misma dedicación que se hace algo por una medre que aún vive. Obtuve una calificaicón máxima e incluso pude envolverlo y colgarle una tarjeta que decía "feliz día mamá" con la mejor tipografía que logré. Al terminar lo guardé en mi mochila con cierto orgullo y un ansia vana por conocer su opinión, como que por algún motivo de verdad pensaba que lo recibiría hasta que el componente Graham volvió a traerme el desánimo.

-¿iras a casa de tu madre el domingo, Dames? – preguntó.

- Tengo que trabajar, pero ordenaré una piza para ella por teléfono. – respondió sin siquiera devolver la pregunta aunque fuese por cortesía, entonces yo caí en cuenta de la inutilidad de lo que había hecho, sentí nuevamente rabia, abrí mi mochila y tiré el regalo a la basura para deshacerme por fin de él,

El sábado anterior al día de las madres, mientras yo leía unas historietas en mi habitación, Graham golpeó la puerta y apoyado en el marco, de brazos cruzados, me dijo -Saldremos mañana.- a lo que protesté, pero él, por lo que había pasado aquella vez, era bastante quisquilloso con dejarme solo e intentaba evitarlo cada que podía.

Al otro día, fue a despertarme, a veces podía ser desesperadamente suave, y a pesar de que sus manos eran grandes y no pequeñas como las de mamá, antes de abrir los ojos, soñé que quien acariciaba mi cabello era ella, pero al volver a la realidad, me senté en la cama y lloré, como a veces me ocurría al soñar con ella. Graham se acomodó a mi lado y me abrazó suavemente, si hubiera estado menos debilitado y más consciente, lo habría apartado, pero me sentía un tanto débil, yo creo que de tanto pensar, por el sueño y porque estaba triste, así que le devolví el abrazo.

-Ya..., ya..., ya, pequeño, todo está bien. – pronunció. Cuando lo solté, él se puso de pie y me dijo que el desayuno estaba listo, que me bajara a comer y me arreglara para salir.

Una vez terminé, salimos de casa, pero en vez de usar su auto, me llevó al terminal rodoviario, el cual estaba repleto de gente con globos de helio y en palitos, rosas, cajas grandes, aspiradoras con moños y cajas de batidoras bajo el brazo, todos muy apurado al parecer, y tomamos un bus a Twickenham, yo pensé que iríamos a casa de mis abuelos, sin embargo me llevó al cementerio, bucamos la tumba de mamá y él me entregó un paquete.

-Lo encontré cuando iba a sacar la basura. – dijo tranquilo.

Yo me quedé un poco impactado ya que era el regalo que había hecho para el día de las madres, lo tomé entre mis manos sin saber bien qué hacer.

- ¿Por qué no lo has tirado a la basura?, es una cosa horrible. – dije estrellándolo contra el suelo con rabia.

- Porque lo has hecho para ella con mucho cariño, sé que a ella le habría encantado. – dijo volviendo a recojerlo y limpiándole la tierra con las manos.

- Si ella estuviera viva, no estaría encantada de verte, Graham. – dije cabreado. - ¿por qué no vas a ver a tu propia madre y me dejas en paz? – grité. - ¿Acaso también se murió y no sabes dónde estás?, ¿eres huérfano?, ¿Papá te recogió de un hogar? – el cambió su semblante, fue un momento de esos extraños donde su rostro siempre gentil se volvió tan sombrío como jamás le vi, sentí como que corrió una briza fría que movió su bufanda y revolvió un poco su cabello. Miró al horizonte frío y puso sus manos en sus bolsillos.

- Mamá no está muerta, pero yo sí.- dijo cortante. – sobre todo para ella. – susurró. - te dejo. – dijo alejándose. Debo decir que la perspectiva de quedarme en un cementerio me pareció aterradora, pero no podía ir corriendo tras él, aunque estuve a punto. – vuelvo en un rato por ti, ¡aprovecha el tiempo! – Gritó mientras levantaba la mano sin detener su andar.

Puse el paquete sobre la lápida, a un lado de las flores que puso Graham.

Tenía tantos consejos que pedirle, tanto que contarle y tantas preguntas. Que al intentar hablar se me quebró la voz y al instante se congestionaron mis mejillas con lágrimas, las cuales sequé con el dorso de mi mano, y me aguanté porque sentía que ya era un hombre y a los hombres no se nos está permitido llorar, así que abrí el paquete y mostré su contenido. – Lo hice para ti, espero que te guste. – dije hasta que el susto de una mano en mi hombro me hizo pegar un brinco.

- Ya nos vamos o perderemos el bus de vuelta a casa. – dijo Graham y emprendimos el retorno.

Ha pasado mucho tiempo, pero solo ahora puedo darme cuenta qué tan hirientes pueden ser mis las palabras, tengas o no tengas intención de hacer daño a los otros.

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⏰ Última actualización: May 16, 2021 ⏰

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El padrastro.  GramonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora