treinta y dos: la confesión

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Después de la escuela, me fui directamente a casa

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Después de la escuela, me fui directamente a casa.

—Estoy en casa —dije cuando crucé la puerta principal.

Conor estaba sentado en las escaleras, esperándome.

Me acerqué dando saltitos y le dije: —Ya sé lo que quiero hacer hoy...

—Me voy, Lisie.

En ese momento mi entusiasmo, se convirtió en confusión.

—¡Pero acabas de llegar! —exclamé.

—Lo siento mucho, pero no puedo quedarme. Hice lo mejor que pude para aceptar la decisión de papá, pero por más que lo intento, menos lo entiendo.

—Quédate —le pedí—, lo resolveremos en familia.

Conor negó con la cabeza. —El taxi ya espera por mí, sólo me quería despedir de ti antes de irme.

¡Se iba! ¡Me estaba dejando!

—Conor, esto tampoco es fácil para mí, pero no huyo de ello.

—¡Por qué no tienes una opción! —dijo, alzando la voz—. Yo sí.

Di un paso atrás. Conor no me había hablado de esa manera antes. Su mirada se suavizó y trató de acercarse a mí, pero no se lo permití.

—¿Al menos te veré en la boda? —pregunté con la voz ronca.

—No, no vendré.

No podía hablar en serio, pero hablábamos de Conor. Era tan serio como papá y tan testarudo como yo. Ya había tomado una decisión y nada de lo que dijera lo haría cambiar de opinión.

Suspiré frustrada.

—Haz lo que quieras —dije y me marché a mi habitación.

No me gustaba pelear con Conor, pero simplemente no lo entendía. ¿Cómo podía irse sin más? Increíble.

Estaba tan enojada que tomé mi teléfono y envié un mensaje sin pensarlo. Le dije a Tom que iría a la fiesta. Había una vocecita en mi cabeza que decía que era una mala idea, pero no le presté atención. En cambio, me concentré en elegir mi atuendo. Me decidí por una blusa de tirantes color negro, una falda amarilla de cuadros y unas botas negras.

Tom vino a recogerme en su camioneta todoterreno una hora después. Me entregó una chaqueta azul con mangas y bolsillos de cuero blanco.

—No tengo frío —le dije.

—Sólo póntela, todo el equipo la usará, para que no perdamos a nadie.

No estaba segura de que combinara con mi atuendo, pero me gustaba ser parte del equipo, así que acepté la chaqueta.

—¿Jordan vendrá a la fiesta? —pregunté.

—No, dijo que no estaba de humor.

Sonaba como algo que diría Jordan. Aún así, me sentí decepcionada de que no fuera, contaba con que estaría en la fiesta.

Reparando Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora