Prólogo.

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Lluvia.

Corro por la lluvia, evitando no resbalarme por los zapatos con pequeño tacón que visten mis pies.

Creí que él regresaría el martes pasado. Él había dicho que iba a regresar.

Pero me equivoqué.

Por mi madre me enteré que él no regresaría. Pero no solo a la iglesia, entendí que nunca lo volvería a ver. Y entendí que esto, significa que se iba a ir. Iba a cumplir su castigo. Y esto significaba que me olvidaría de él. Parte del castigo es que todo ser humano que tuvo contacto con aquel ser caído nunca más se recordaría de él. Es prohibido, todo lo es.

Y yo no quería olvidarlo.

Al enterarme me di cuenta que no estaba peleando, ni me estaba diciendo esas cosas por qué si, lo estaba haciendo para alejarme, para que no me doliera su despedida, para que lo odiara. Pero simplemente no puedo hacerlo.

No me importó los gritos de mi madre diciendo que volviera, o los gritos de mis amigos llamando mi nombre.

Salí corriendo en dirección a él. Difícilmente lo iba a encontrar ya que era una fiesta de disfraces y  si tengo suerte él aún no se lo ha quitado.

No lo encontré, así que corrí arriba de la montaña. Un mirador natural.

Me senté en el suelo, mientras unas cuantas lágrimas caían por mi rostro y la lluvia mojaba mi cuerpo. Pero no me importó.

Seguramente ya se fue...

Saqué mi celular con cuidado y entré a su contacto.

Recuerdo el día en el que le compré ese celular y ese número, se le veía confundido.

Le escribí, pero precisamente no sé qué fue lo que le escribí. Eran garabatos, presioné todas las letras del teclado y simplemente las envié. Mis manos temblaban y mi corazón palpitaba muy rápido por haber corrido.

Espero a que responda... Y espero.

Siento a alguien vestido de negro sentarse a mi lado.

—Aww, qué linda. No sabía que me tenías guardado así, Ninit.

Escucho su voz a mi lado.

Volteo rápidamente y sí, es él. Se quita su máscara dejándome ver su cabello castaño alborotado y sus ojos cafés hipnotizantes. A pesar de que no están felices. Están tristes, arrepentidos, como los míos.

Giro mi vista al frente sin decir nada.

¿Nos arrepentidos de habernos amado y, aún no poder dejar de hacerlo?

Pienso.

La lluvia sigue cayendo, con truenos y relámpagos que provocan que las luces del lugar se apaguen.

No decimos nada.

Lo siento acurrucarse en mi cuello, a mi lado.

—En esta vida o en otra —susurra—, siempre serás literalmente mi alma gemela. Recuerdes tú, o no.

Apoyo mi cabeza en la de él.

La lluvia cae ferozmente, como si presenciara este momento cuál telenovela. Y a ninguno le importaba empaparse. Con suerte y cubría mis lágrimas saladas.

Pero no cubría mis sentimientos.











C o n t i n u a r á.

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Literalmente tú. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora