El flagrante mutismo se apodera de la habitación. Es como si mis labios hubiesen condenado al abismo a todos los presentes. El policía, la psicóloga y la recién llegada se unen a una sonata silenciosa, impronunciada y raramente agradable.
En momentos como estos, en los que nada es demasiado claro, prefiero no escuchar nada que me represente una perturbación mayor.
Por algún incierto sentimiento, me siento agradecida de que nadie diga nada. Tener a un asesino serial pendiente de mis movimientos es una cruel situación que alguien que ni siquiera posee recuerdos, al parecer, debe vivir. Los baldes de aguas gélidas caen sobre mí como una seguidilla de cataratas desesperantes que no hacen más que intranquilizarme.
—Esa es una teoría interesante, señorita Kovalenko. ¿Qué la motiva a pensar que puede tratarse de un sólo asesino? —Nazli Fera es la primera en hablar.
—Puede ser que el asesino decidió innovar, ya sabe —Me detengo unos segundos buscando la manera de que lo que vaya a decir no me convierta en una sospechosa—. ¿Alguna vez dos asesinos seriales han atacado el mismo perímetro?
—No estoy muy seguro, pero creo que no. —La voz de Wayne es calmada y analítica, como si intentara escarbar en sí mismo y hallar una ruta que lo lleve a estar seguro de lo que respondió.
—Según lo que Wayne describió, El Coleccionista es una especie de genio macabro que disfruta hasta cierto punto jugar con sus mentes. Quiere confundirlos, proporcionarles todo para que lo atrapen y regocijarse en que, ni siquiera con todo lo que les da, ustedes pueden hacerlo. ¿Y si todo esto sea más que otra de sus tretas?
¡Muy bien hecho! Si querías evitar que todos sospecharan de ti con semejantes palabras, a este punto te espera una camisa de fuerza y un par de pastillas para dormir, dado que la mejor salida siempre parece ser declararse mentalmente impedida.
—Parece estar muy familiarizada con el pensamiento de un asesino —apunta Nazli y en sus ojos puedo ver cómo está a punto de emitir una acusación. Sin embargo, se detiene y, en lugar de eso, se dedica a observarme, intentando quizá encontrar alguna anomalía para ordenar que se me interne o que se me arreste.
Una de dos.
El panorama de mi vida es cada vez más denso.
—Si tengo a un demente que me sometió a un rejuvenecedor baño de sangre, debo intentar pensar como uno si quiero salvar mi trasero.
—Parece sensato —concuerda Wayne.
Nazli parece escéptica. Su nariz se arruga, es como si no creyera una palabra de lo que dije.
—¿Ha olvidado que uno de esos asesinos me atacó? ¿Y que el otro cambió su método nocturno para enviar un mensaje en el que claramente se puede ver que estoy en la mira? Perdón por intentar querer descifrar lo que está pasando —expreso con una sonrisa falsa.
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La Red Prohibida ©
Teen FictionVanessa Murphy decide entrar a la parte turbia de internet, sin imaginar que esto la llevará a perder mucho más que su cordura. Seis meses después de haber entrado a la zona oscura de la red, pierde sus recuerdos y despierta en un horrible lugar. V...