Capítulo 28: Romances y cachorros

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El tiempo pasa volando cuando estás en el hospital

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El tiempo pasa volando cuando estás en el hospital.

No, es una vil mentira. Las semanas previas a Navidad transcurrieron a paso de tortuga. O de slow burn si prefieres llamarlo. Es ese tipo de romance que se teje a fuego lento, en donde después de quinientas páginas la pareja principal se da su primer beso y a veces, el único.

Una vez leí un libro en donde se separaban al capítulo siguiente después de haberse besado, todo por culpa de un misterio que involucraba a ambas familias. Desde ese momento busco reseñas para asegurarme que mi corazón no volverá a destrozarse.

Por fortuna, Reese se ha encargado de proteger mi corazón. No de forma literal, sino que cada vez que ocurre una escena sensible en el libro que estamos leyendo, detiene la lectura o me recuesta a su lado para abrazarme. A veces hay un pequeño beso de por medio.

Sigo pensando cómo se lo contaré a mi hermano. No he encontrado el momento adecuado para decírselo, y entre tantas preocupaciones que tiene ahora no quiero causarle una más. Aunque, Dean ha insistido en que lo haga, y por más que difiera con él, esta vez tiene razón.

Es mi hermano y lo apoyaré en sus sueños, pero él también debe apoyarme en mis decisiones. Y aunque no lo haga, yo no desistiré.

Acomodo los tirantes de mi vestido azul estilo overol y peino mi cabello en una coleta alta, dejando caer un par de mechones a los lados. Me detengo a detallar la blusa, no muy convencida de que haya sido la indicada para combinar con el vestido. Es blanca con mangas abultadas similar a una blusa campestre, o eso creo. La moda no es mi fuerte.

Estoy pensando en cambiarme de ropa cuando escucho las voces de Delilah y Henry. Ya llegaron.

Me doy una última mirada al espejo y salgo de la habitación.

—Hola, preciosa —saluda Delilah cuando me ve. Se acerca y me besa la mejilla—. Me alegra verte por aquí.

—Lo mismo digo —respondo sonriente.

Los padres de Reese saludan a los demás, mientras que él viene hacia mí.

—¿Demasiado pronto para decir «Feliz Navidad»?

—Nunca es demasiado pronto.

Me mira de arriba abajo, poniéndome nerviosa.

—Luces espectacular, Dulce.

—Tú siempre luces espectacular —admito tímida, sintiendo mis mejillas calentarse.

Reese sonríe, inclinándose sobre mí con la intención de darme un beso en la mejilla justo cuando el timbre suena. Suspira frustrado y yo me aparto de él para abrir la puerta, dejando que Summer y Piper entren.

La rubia nos mira con una sonrisa pícara, pero no dice nada.

—Llegaron las últimas invitadas —avisa Kristal—. Hora de cenar.

Mi último deseo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora