pensamientos

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Los días pasaron y con ellos mi mal humor iba empeorando. El primer día que llegue a la empresa todo era un desastre, gente por allá regada sin hacer nada, papeles por todos lados hasta en el piso, modelos sin confirmar el trabajo expuesto seguramente por mi secretaria y muchas cosas más que me llevaron al límite de explotar con todos. La mayoría se encontraban en lista negra, y era una lista bien larga. Incluyendo a Ana, mi secretaria.

Luego de que la marea en la empresa volviera a su cauce después de varios días  y todo volviera a tomar el mismo orden que antes, me obligue hacer una reunión con los gerentes de cada oficina general de la empresa. El gerente de IVA, la de marketing, el señor de los anillos quien era el de casting, y uno que otro personal de apoyo que trabajaba junto a nosotros. Ese día también fue una bomba, desde que comencé hablar hasta que termine solo tuve reclamos por parte de ellos, risas irónicas y amenazas de renuncia sino mejoraba la situación con la publicidad que debía marcar la tendencia de cada modelo que podríamos vender a las otras empresas reconocidas del país, como  valentino  y lo'dri.

La gran mayoría de todos ellos tenían razón en ciertas cosas, la estadística de contabilidad había bajado al veinticinco por ciento y estaba más que claro que si no subíamos de nuevo la taza de capital, la demás empresas pasarían de nosotros e irían por otros modelos que no eran los nuestros. Todo se me estaba liando, tanto en lo personal como en lo profesional y lo último que quería en esos momentos era los episodios y la depresión que venía con ellos. Ya los fármacos no me estaban ayudando en nada, ni siquiera en los dolores de cabeza frecuentes que tenía.

Veintisiete días pasaron desde la reunión con el doctor Marcell, veintisiete días en los que no he sabido nada de mi diagnóstico. A veces las ganas de enviarle un texto o llamarle al doctor me han hecho sobrevalorarme un poco más, para no estar tan presente y sobre todo expuesta a los cambios radicales que darían en mí los resultados que nunca me gustarían oír; pero que a la vez es importante aclarar todo la mescolanza de prescripciones que me han dicho desde que tengo memoria.  

De lo único que puedo estar feliz y que me llena el alma literalmente, es la relación que tengo con Mark, al principio sentí y también le dije que nada iba a funcionar conmigo teniendo tantas cosas en mi vida y una en especial era la enfermedad que aún no sabíamos. Sin embargo el con su carisma y positivismo siempre adelantes por sobre todas las cosas –aunque también él teniendo bipolaridad, no era algo fácil se sobrellevar- , me ha hecho entender que todo el tiempo hay obstáculos que te parten el alma, no para mal sino para bien, que en situaciones tan divergentes como la nuestra, será un completo sube y baja de sufrimiento y perdición que a veces tan solo a veces no sabremos qué hacer con nuestras vidas, pero que no por ello nos vamos a morir en un mar de lágrimas o de pensamientos insanos que nos podrían llevar a la muerte,- psicólogo debía de ser-

Lo mejor de todo, es que siempre cuando estoy con él me siento viva y en paz .Que ya no importa nada solo nosotros y que yo estando al lado de él y él del mío, seremos una sola persona con problemas que tarde o temprano solucionaremos en pareja. Que a pesar de las circunstancias terribles, él estará siempre para mí; en todo momento.

Los días siguieron pasando, y con ellos fue mejorando poco a poco la estadística de la empresa. Los cambios sin duda eran para mejor, se veía las personas más disciplinadas que antes, no sé cuándo fue la última vez que recorrí toda la compañía, ni tampoco me acuerdo cuando fue el día que deje de utilizar los almacenes grandes del piso cuatro. Esa área era un total desierto.

De tanto caminar, de subir escaleras, de recorrer pasillos, de subir y bajar en los ascensores y de preguntar al azar el cómo iban con las muestras de publicidad y de mercadeo, dependiendo de cual fuera el sitio en que me encontraba, la garganta ya me pedía con fuerzas agua, pero lo que quería con urgencias era una taza de café con bastante azúcar; a pesar que estaba comenzando a dejar el café, poco a poco, pero siempre pasaba algo que me impedía seguir con esa regla tan estricta en mí, y al momento de tomar una taza de café, todo volvía a ser mejor. De alguna forma, la perspicacia de no poder detener el consumo de aquella droga me hacía sentir en ocasiones como una verdadera demente, una enferma.  

muertes perversas (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora