Capítulo 8. Atracción sexual y mucho más

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Llegó al edificio donde vivía Adriana. No le costó nada encontrar la dirección de la cirujana.

Rápidamente se dio cuenta que Adriana era de otra clase social que ella. Ella no podría pagarse un piso así ni soñándolo. Y en esa zona. Entonces volvió a recordar que Adriana nunca se fijaría en alguien tan insignificante como ella. Le dio el bajón y estuvo a punto de retirarse. Pero había quedado con Adriana en que le daría esa misma noche el fonendo. Tenía que cumplir con ella. Se lo debía después de la cura que le había hecho.

Subió en ascensor hasta el último piso sin pensarlo. Adriana vivía en el ático. Tocó a su puerta también sin pensarlo. Le daba vergüenza estar en casa de Adriana. ¿Y si vivía con alguien? Bueno, seguro que le daba el fonendo y se iba pitando de allí. No estaba haciendo nada fuera de lo común.

Adriana, antes de abrir, cogió todo el aire que pudo, por si luego estando con ella le faltaba. Contó hasta cinco, intentó tranquilizarse, en vano, y abrió la puerta.

Gabriela la miró de arriba abajo, con deseo,con descaro, con picardía, con lujuria, con amor... Primero sus ojos, sus labios, sus pechos turgentes y firmes que se le marcaban aún con el sujetador y la camiseta,sus piernas bien torneadas e infinitas,y volvió a mirarla a los ojos.

Pero Gabriela no era consciente de lo que su mirada provocaba en Adriana.

-¿Estás bien, Gabriela? -Rápidamente pensó en la herida cuando vio a Gabriela cómo en shock. Tal vez seguía con fiebre por la infección. Ni siquiera pensó que Gabriela se había quedado en shock por verla a ella como la estaba viendo.

- Si, si, perdone, es que me he quedado...Bueno parezco tonta. Perdone doctora. Aquí le traigo el fonendo. Sano y salvo.

-Gracias Gabriela. Y no pareces tonta, tal vez estés cansada, es tarde.

Mientras tanto Gabriela alargó la mano con el fonendo para dárselo, y de nuevo los dedos de Gabriela rozaron, tocaron e incluso se entrelazaron con los dedos de Adriana, quedando el fonendo entre las manos de ambas. ¡Joder! parecía como después de eso, el mundo fuera a desaparecer. Después de haber vivido ese momento las dos podrían morirse tranquilas. Ya lo habían vivido todo. Y estaban juntas...

Rápidamente a Gabriela le dio tal vergüenza de que su mano hubiera tocado la de la doctora, que se soltó de los dedos de Adriana, dió unos pasos atrás y comenzó a despedirse. Sabía que la cirujana no quería perder el tiempo con una "niña" y lo mejor era irse cuanto antes.

- Siento doctora haberla molestado, no era mi intención. Ya me voy, que descanse.

Adriana no quería que se fuera tan pronto y pensó que era su oportunidad de tener a Gabriela toda para ella sola, así que la cogió del brazo y de nuevo con ese toque volvieron los fuegos artificiales entre ambas. Eran pura fiesta.

- ¡Espera! sé que es tarde, pero ya que estás aquí, ¿tal vez pueda ofrecerte algo de tomar?- No podía creerse que la hubiera invitado a pasar a su casa. A su espacio. Debía estar loca, estar en la misma sala con Gabriela...- Como no te animas a invitarme a un café por ahí, te invito yo, aquí, en mi casa, que es más íntimo- le dijo Adriana con un tono burlón.

Gabriela se tensó al oír esas palabras. Llegó a pensar que había oído mal. O incluso que Adriana estaba jugando con ella.

- ¿Está segura? No quiero molestarla. Además estoy segura que ya se iba a ir a dormir- Para Gabriela era un querer pero no poder. Querer, porque lo que más deseaba en el mundo era estar con Adriana, y no poder porque sabía que no podía estar con ella porque seguro que Adriana estaría incómoda con alguien como ella. Adriana era una mujer madura, muy atractiva e inteligente que de seguro tendría detrás de ella a quién quisiera. Y ahora sí le había entrado el miedo a Gabriela. Sus pies querían echarse a correr y correr, y no parar ni mirar para atrás, como hizo Tom Hanks en Forrest Gump.

Descargas eléctricas. (1°Historia) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora