Capítulo 10
Rebelión
Tras dejar de escuchar la voz de Dios, todos se miraron por un momento, permaneciendo en silencio mientras Andem volvía a sentarse, cruzando las piernas. Luego él miró hacia Talmos, quien parecía distraído en el momento en que los gemelos y Aldric comenzaban a hablar entre ellos antes de levantarse y corretear los tres, alrededor de los demás.
Surian suspiró luego de verlos divertirse, mirando luego a Tiara, quien conversaba con Ídilon antes de notar que Andem se encontraba pensativo. Cosa que Talmos y Noriel también notaron, sin que ninguno pudiese ver lo que él pensaba en ese momento. Fue entonces cuando Andem se dio cuenta de que le miraban, decidiendo mirar hacia Talmos de nuevo, ya que le faltaba algo por saber.
- En el Abismo todos siguieron órdenes del Señor de las Tinieblas, como Télamos le llamó.
- ¿Acaso él era Lucifer? – añadió Andem, y la curiosidad en Tiara, Aldric y los gemelos al escucharlo, hacían eco a sus palabras.
- Así era él. – respondió Talmos. – Aunque ahora aparentaba ser mucho más joven.
- ¿Qué lo llevó a rebelarse contra Dios? – le preguntó Andem.
- ¿Cómo pudo corromper a los ángeles de aquél entonces? – contrapuso Tiara, logrando que Andem la mirase, algo confundido.
- Nunca nos hablan de eso. – dijo ella, al ver su expresión.
- …fue conocido como el Gran Querubín, por su belleza y sabiduría. – dijo Talmos, comenzando a recordar.
- Como su antiguo nombre lo indica, Lucifer tenía tan gran dominio sobre la luz, que la intensificaba u opacaba a su antojo, llegando experimentar con el comportamiento de las sombras ante las diferentes intensidades de luminosidad.
Con el tiempo aprendió a controlar incluso la oscuridad, evitando que ésta huyera de la luz que él mismo producía. Tanto así, que llegó a crear luz con una mano hacia el frente y absorbía oscuridad, concentrándola en su otra mano, la cual eventualmente llegó a colocar justo al lado de su mano iluminada, creando así la ilusión de que la mitad de su cuerpo irradiaba luz, mientras la otra mitad permanecía totalmente a oscuras, incluso hasta luego de separar sus manos y llevarlas a ambos lados de su cuerpo. Por lo que esas proezas asombraron a muchos ángeles a tal punto que seguían a Lucifer a cualquier parte para ver sus “maravillosos trucos”, hecho que lo llenó de orgullo al pensar que tenía seguidores, al igual que Dios.
Presumiendo su poder ante unos cuantos, incluyendo a Télamos, cierta noche Lucifer se iluminó por completo y alumbro una considerable distancia desde donde se encontraba. Pero poco a poco fue logrando que la oscuridad se resistiera a la luz, obligando a ésta a retroceder tanto que, al no quedar luz sobre su cuerpo, la oscuridad se metió en él. Y al sentir que comenzaba a debilitarse de repente, él intentó alejar la oscuridad que lo rodeaba, pero su cuerpo sólo destelló por unos segundos, y rápidamente la oscuridad comenzó a ser atraída por su cuerpo, invadiéndolo a la misma velocidad con que su luz se apagó, debilitándolo hasta dejarlo inconsciente.
Nadie se le acercó hasta ver que la oscuridad dejó de comportarse como un viento huracanado, y esperaron que la noche volviese a la calma, quedando Lucifer de bruces en el suelo, aunque sin ningún cambio físico aparente.
Al despertarlo y ayudarlo a ponerse de pie, todos notaron que Lucifer se encontraba perfectamente bien, y que éste, aún asustado ante lo ocurrido, se mostraba nervioso y sonriente.
Éste incidente lo llevó a pensar que era superior a los demás, y que él debía estar a la altura de Dios. Lucifer se enalteció en gran manera y quiso edificar su trono al norte del Monte de la Reunión tras rebelarse contra el Señor. Y transformó a los que ángeles que le siguieron, llenándolos de oscuridad para que se rebelasen contra el Altísimo, pero Dios ya sabía que eso pasaría, y envió a Miguel y sus ángeles guerreros a la batalla. Lucifer y sus ángeles no prevalecieron y fueron lanzados al Abismo. – concluyó Talmos, mostrándose un poco alterado, al igual que Noriel.
- ¡¿Télamos estuvo entre los que siguieron a Lucifer?! – se alarmó Aldric, a quien de inmediato Surian llamó por su nombre.
- ¡No vuelvas a recordarles eso! – agregó ella, luego de llamarle la atención.
- Lo siento madre. – se disculpó Aldric.
- No importa, Surian. Télamos no estuvo entre los primeros traidores. – dijo Talmos.
- Entonces, ¿Cómo…? – alcanzó a decir Andem.
- ¡Sucedió durante la guerra! – dijo Noriel, en tono cortante, por lo que Andem y los demás le miraron con asombro.
- Hablemos de otra cosa… - añadió luego, notándose un poco alterado y volviendo a bajar la mirada, como lo hizo antes.
- No pensé que… - comentó Andem, sin terminar y sintiendo deseos de husmear en su cabeza.
- No encontrarás nada ahí dentro. – dijo Talmos, logrando que Andem mirase a otro lado.
- Télamos luchó junto a nosotros contra Lucifer y sus ángeles. – dijo Noriel, recordando aquel enfrentamiento.
Los tres hermanos se encontraban luchando contra varios ángeles corrompidos por Lucifer. Todos, espadas en mano, se enfrascaban en una ruda batalla que iba dejando muy débiles a los que eran víctimas de múltiples y consecutivos ataques, ya que, al tratarse de una batalla entre entes inmortales, ninguno podía dar muerte definitiva a otro, sin importar el bando al que pertenecieran: los que pasarían a llamarse Ángeles Caídos, o los Ángeles Celestiales.
- ¡Talmos, ayuda a Noriel! – ordenó un valeroso Télamos ataviado con igual ropaje al suyo.
- ¡Entendido! – dijo él, abriéndose paso con su espada y sus puños, intentando llegar hasta donde se encontraba un Noriel de joven apariencia y tímido actuar con su propia espada. Quizás aún renuente al hecho de tener que enfrentar a viejos conocidos.
Télamos era muy ágil con las dos espadas que blandía, despachándose a varios de sus adversarios al amputar varias de sus extremidades, las cuales, en ocasiones tomaba con las espadas o sus propias manos y las lanzaba lejos, evitando así que sus rivales se pudiesen reintegrar a la batalla de no encontrar las partes correspondientes a cada quien. En cambio, Noriel luchaba con la precaución de no herir de gravedad a quienes lo enfrentaban, por lo que en ocasiones se veía en aprietos en los que él mismo resultaba con heridas de consideración. Y aunque éstas comenzaban a sanar en seguida, sus fuerzas iban disminuyendo en gran medida, poniendo a Noriel en un serio peligro.
Fue justo en uno de esos momentos que Talmos llegó en su auxilio, decapitando sin pensar demasiado a uno de sus agresores. Y cortando de un tajo el brazo derecho de otro, quedando su espada incrustada entre las costillas de éste, a quien luego pateó para sacar la espada mientras Noriel sólo atinaba a evitar que lo volvieran a herir de mala manera, sin enfocarse mucho en dañar a sus adversarios.
- ¡Deja ya de pensar y elimina a estos traidores! – gritó Talmos, sin mirarle.
- ¡Esto es una barbarie! – dijo Noriel.
- ¿Qué crees que pasará si no nos defendemos a como dé lugar? – preguntó Talmos, abriéndose paso ahora hacia donde se encontraba Télamos, a quien una multitud había rodeado.
- ¡Luchar así es de cobardes! – gritó, decapitando a otro ángel rebelde para luego lanzar lejos la cabeza, gracias a un fuerte revés de su brazo izquierdo.
- Debo armarme de valor… - pensó Noriel, al ver la forma en que Talmos luchaba, logrando entonces, atacar con más precisión y destreza.
A medida en que avanzaban hasta la ubicación de Télamos, ambos lograron combinar sus ataques en momentos cruciales, y de esta forma se reunieron con él en poco tiempo. Sin embargo, justo en aquel instante los rebeldes comenzaron a verse y comportarse de una forma extraña, despidiendo una especie de vapor oscuro de sus cuerpos. Y esta peculiaridad pareció volverlos más agresivos y fuertes, situación que obligó a Télamos a dar la orden de despliegue y retirada a lugares más seguros, por lo que los tres dieron un gran salto e hicieron aparecer sus alas para emprender la huida. Y al instante fueron perseguidos y obligados a dispersarse por la agresividad de sus rivales.
Noriel cayó a tierra con su brazo izquierdo desgarrado. Pero logró levantarse clavando su espada al suelo para de inmediato asestar un tajo horizontal al abdomen de un rebelde que se le acercó por la espalda.
- ¿Por qué tuvo que pasar esto? – pensaba él, regenerando su brazo para sujetar la espada del rival y correr en auxilio de Talmos, a quien tenían rodeado, revoloteando a pocos pies de altura. Pero al abrir sus alas e intentar elevarse, fue embestido por un traidor de aterradora apariencia y alas grises, quien lo derribó y estrelló sin misericordia contra el suelo. Y a causa de la embestida, las espadas que blandía quedaron a merced de su agresor.
Surian aterrizó a su lado luego de dejar incapacitado a un rebelde que la atacaba, y se detuvo por un segundo al ver el rostro de aquel traidor.
- Nerseum… pensó ella, en el momento en que este alzó la mirada y voló hacia donde se encontraba Talmos, pero Télamos se interpuso en su camino, ofreciéndole dura resistencia y gran habilidad para cortarle ambas manos, por lo que Nerseum se dejó caer de inmediato en busca de estas.
Talmos lo miró con asombro por muy poco tiempo, enfocándose nuevamente en sus rivales, quienes ya eran sólo tres, en no muy buen estado.
- ¡Yo me encargo! – le dijo Talmos, tras atacar y cortarle el brazo derecho a uno.
- ¡Iré por Noriel! – dijo Télamos, dejándose caer y viendo que Surian ya se encontraba ayudándolo a levantarse, sin descuidarse de Nerseum, quien aún se encontraba cerca, uniendo sus manos a su cuerpo para luego retomar las espadas y mirar con notable rencor hacia ambos.
- ¡Quieren acabarnos! – comentó Noriel, notando también que más enemigos se acercaban.
- ¡Desde luego no podrán! – dijo Surian, decidida a luchar.
Sin perder tiempo los dos corrieron hacia Nerseum para atacarle, pero éste repelió sin mayores problemas a Noriel, ya que parecía haberse hecho más fuerte que antes a medida en que más oscuridad brotaba de su cuerpo.
Télamos decidió interferir en ese momento y entre los tres lograron mantenerlo a raya, aunque sin lograr herirlo siquiera, situación que los preocupaba debido a la resistencia cada vez más hábil y fuerte por parte de aquél traidor. Y de pronto, de entre los rebeldes que luchaban en las cercanías apareció un ser de gran envergadura, quien de inmediato comenzó a correr hacia el grupo, arremetiendo primero contra Télamos con su gran fuerza, al este adelantarse a recibirlo. Luego este robusto ser logró propinarle un potente golpe de antebrazo a Talmos, que había intentado atacarle por la espalda, quedando Noriel y Surian a la defensiva.
- ¿Quién eres tú? – le preguntó Nerseum a su musculoso colega, quien se encontraba dándole la espalda luego de agredir a Talmos. Pero él no obtuvo respuesta, sino que aquel extraño extendió su brazo derecho y logró atraer algunas sombras cercanas para formar, ante la sorpresa de todos, una gran espada en su mano.
Dicha arma era de siniestra apariencia y hoja desigual, teniendo varias ondulaciones en su diseño. Y aunque carecía de empuñadura física, este robusto ser la pudo blandir como si la tuviese, mirando de inmediato a sus rivales.
- ¿Qué rayos es eso? – se preguntó Noriel, intentando retroceder al instante.
- No quiero averiguarlo. – dijo Surian, notando que ya había tres rebeldes más luchando a su alrededor.
- ¡No lograrán vencernos! – dijo la voz de Télamos volar hacia Nerseum nuevamente, justo antes de que alguien cayera de forma abrupta al suelo, muy mal herido.
- ¡Yadid! – gritó Noriel, al reconocerlo como un ángel de Dios, y como él no se podía siquiera levantar, fue tomado de la cabeza por el portador de la espada siniestra, quien clavó la punta de ésta en su pecho, sin vacilar, antes de dejarlo desplomarse sobre el suelo. Sin embargo, en esta ocasión Yadid se levantó muy deprisa tras recoger su espada, mostrando las cuencas de sus ojos negras por completo. Mostrando, tras un breve instante, unos ojos que miraban a Noriel con notable rencor.
- ¿Qué acabo de ver? – se alarmó Surian.
- Los corrompe y les otorga energía… – pensó Talmos, al observar su comportamiento.
- ¡Esto se está saliendo de control! – pensó Noriel, inmóvil ante el terror de presenciar aquello, momento en que Surian repelió sin remordimientos el ataque de Yadid, para irse alejando del grupo mientras ambos luchaban.
La batalla se llevaba a cabo tanto por tierra como por los aires. Los heridos ya tenían cada vez más dificultades para regenerar sus cuerpos debido a la falta de energía y fatigas de tanto luchar. Y en poco tiempo la guerra pasó a ser dominada en su totalidad por la Gran Rebelión de Lucifer y sus ángeles rebeldes. Situación que llevó a Noriel a decidirse por completo a pelear sin consideración alguna, empezando por querer enfrentar al robusto ángel rebelde que transformó a Yadid frente a sus ojos.
Talmos se unió a él para juntos intentar conectar ataques combinados, que no daban los resultados esperados debido a la fortaleza y agresividad incrementada de su rival. Y luego de verlos casi perdidos, Télamos comenzó a perder concentración, y por consiguiente la contienda contra Nerseum, situación que lo llevó a desesperarse. Más aún al ver que de repente la espada de Talmos fue cortada a la mitad por la siniestra arma de su adversario. Tras eso Noriel, en un acto de valentía, se paró en frente con la intención de protegerlo a como diera lugar. Sin embargo, con un fuerte golpe fue despojado de su espada y, al verlo a punto de recibir una gran estocada, Talmos lo apartó de en medio justo cuando Télamos había lanzado una de sus espadas a costa de una leve herida en su mano derecha, logrando que el robusto ángel rebelde se apartase para repeler el ataque con su siniestra espada.
Al verlo bajar la guardia, Nerseum logró clavar su espada en el abdomen de Télamos, quien respondió de inmediato lanzando un rayo de luz a su rostro al dejar caer una de sus espadas, y su rival se llevó las manos a la cara debido a las quemaduras.
- ¿Luz como arma? – se preguntó, mirando su mano sin entender lo que había hecho.
- ¡Eres mi más preciado aprendiz! – dijo un susurro en su cabeza.
- ¡De ninguna manera! – gritó él, iluminando su cuerpo al instante y esto le otorgó tal velocidad, que logró sacar la espada de su abdomen y sujetar el brazo izquierdo a Nerseum, cortándolo con la espada que le había quedado, todo esto en fracciones de segundo.
- ¿Cómo es que…?
- ¡Sígueme, y tendrás todo ese poder! – volvió a escuchar en su cabeza, pero él se volvió para lanzar el brazo de su rival hacia el robusto ángel rebelde, logrando que su objetivo se tuviese que defender y bajase también la guardia, situación que Noriel aprovechó para tomar su espada e incrustarla profundamente en el costado izquierdo de aquél aberrante ser. No obstante, éste pareció no inmutarse en absoluto al recibir la estocada mientras evitó ser golpeado por el brazo de Nerseum, y con un fugaz revés de su brazo izquierdo golpeó a Noriel en el rostro, derribándolo con brutal fuerza para así mismo lanzar un tajo diagonal hacia Talmos. Sin embargo, la espada cortó a través de la clavícula izquierda de Télamos, quien con un rápido movimiento se atravesó para recibir el golpe, cambiando su espada de mano para intentar destazar al enemigo, mas éste sujetó su brazo y apretó fuertemente su muñeca, logrando que Télamos dejara caer su espada.
- ¡´asheur bialzalam fik! – dijo el robusto ser, dejándolo pensativo mientras su siniestra espada liberaba sombras que se incrustaban en el cuerpo de Télamos a través de la herida. Y quedó perplejo por unos segundos mientras Talmos se incorporaba y observaba con preocupación, viendo entonces cómo Télamos caía arrodillado a causa de la fatiga.
Noriel tomó la espada de Télamos sin causar mucho interés en su rival, que sólo atinó a mirarlo y sonreír mientras retiraba de su cuerpo la espada que él le había clavado. Retirando entonces, y de un solo tirón, su siniestra espada del cuerpo de Télamos, quien se volvió hacia Noriel mostrando una triste expresión.
- ¿Estás bien? – le preguntó Noriel, confundido.
- ¡Aléjate de él! – advirtió Talmos, mientras se acercaba con cautela.
- ¿Acaso…? – pensó Noriel, justo antes ver a Télamos levantarse de pronto, derribando a un Nerseum que se acercaba desprevenido, y tras quitarle su espada se puso frente a Noriel, en posición amenazante, pero en segundos se volvió miró al ángel robusto.
- ¡Mi voluntad no será quebrantada! – les gritó, corriendo hacia su rival en frente, para esta esta vez luchar a su mismo nivel, sorprendiendo a sus compañeros.
- Es muy resistente… - dijo Surian, tras acercarse a Noriel.
- ¿Qué pasó con Yadid?
- ¿Qué crees? – contrapuso ella, mirando hacia un ángel que se encontraba tirado en el suelo, sin que su cabeza se viese por algún lugar cercano.
- Eres salvaje, ¿sabías? – dijo Noriel, volviendo a mirar al frente.
- Es mejor que ser cobarde… - dijo ella, sin dejar de mirar a un aguerrido Télamos que ahora se encontraba luchando en desventaja numérica, y Talmos fue a equilibrar fuerzas, logrando que Nerseum retroceda, dirigiéndose entonces hacia donde se encontraban Surian y Noriel. Y sin titubear, Télamos dijo que se encargaría del rival que tenían en frente, exigiendo a Talmos a que fuera en auxilio de los demás, ya que otros rebeldes decidieron atacarlos también.
Noriel logró defenderse y contraatacar sin temor en ese instante, logrando sorprender a Surian con su nueva determinación. Y entre ella y Talmos acabaron con otros dos rebeldes que se acercaron, volando desde cierta altura.
- Debemos buscar la manera de… - alcanzó a decir Talmos antes de ser embestido por Télamos, de manera sorpresiva, dejando a Noriel atónito. Y así mismo, Télamos se preparó para agredir a Talmos, pero Noriel se acercó, pudiendo moverse a gran velocidad, colisionando su espada contra la que Télamos blandía.
- ¿Desde cuándo…? – pensó Talmos al ver a Noriel moverse a tal velocidad, decidiendo entonces hacer lo propio para recoger una espada que se encontraba cerca de allí. Y al lanzarse con enojo hacia su nuevo rival, Télamos atravesó su abdomen luego de patear a Noriel para dar una estocada de revés. Sin embargo, Talmos siguió raudo en su ataque a pesar de la herida y logró atravesar parte del cuello de Télamos en el intento. Justo cuando otro rebelde se acercó a luchar contra Surian de manera feroz.
- ¡Maldito traidor! – dijo Noriel, viendo cómo Talmos comenzaba a desplomarse al mismo tiempo en que Télamos retiraba la espada de su cuello. Y al ya conocerlo, él pensó que Noriel se quedaría paralizado ante aquel cambio de bando. Sin embargo, en un súbito aumento de coraje Noriel se acercó, e hizo lo impensable al decapitarlo de un golpe limpio y fugaz, sin que Nerseum o el ángel robusto tuviesen tiempo de impedirlo. Y dejando a Surian sorprendida con dicha hazaña, quien tras despachar a su rival corrió hacia él, tras notar que Nerseum estaba a punto de cercenarle un brazo.
- Detrás de ti… – pensó Talmos, perdiendo luego el conocimiento.
- ¡!Luz Divina!! – se le escuchó a una voz gritar luego de que Noriel sintiera el corte de su brazo derecho, viendo entonces una enorme cantidad de luz iluminando el lugar, antes de perder también el conocimiento tras la embestida del ángel robusto.
- …y así ocurrieron las cosas… - dijo Noriel, concluyendo el relato.
- Fue muy caótico, por lo que veo… - dijo Andem, cabizbajo.
- ¿Listos para su entrenamiento? – preguntó el Maestro, apareciendo sin previo aviso detrás de Andem y Tiara y posando sus manos sobre sus cabezas.
- Ya era hora. – comentó Andem, sin emoción alguna.
- ¡Vayamos, pues! – dijo el Maestro, con prisa.
- Estaremos en el lado sur del Trono Divino. – agregó, antes de desaparecer junto a ellos.
- ¿En el Trono Divino? – preguntó Surian, poniéndose de pie, al igual que Talmos.
- Pensé que sería aquí mismo. – dijo Ídilon.
- Por eso tengo la impresión de que algo no anda bien. – dijo Talmos, pensativo.
- ¿A qué te refieres? – le preguntó Surian, pareciendo ser la única en el grupo en no comprender.
- ¿Qué sucedió exactamente durante la prueba de evasión? – preguntó Talmos.
- No estoy seguro. – dijo Ídilon – Pero Tiara comentó que yo actuaba y hablaba como si fuese alguien más, y que atacamos a Andem con exceso de agresividad.
- Eso explicaría el por qué Andem fue derribado de esa forma. – dijo Noriel, llamando la atención de Talmos y de Surian.
- ¿Fue Andem quien cayó de forma tan violenta? – preguntó Surian, sorprendida.
- ¿En qué momento ocurrió eso? – contrapuso Talmos, confundido.
- La cuarta vez que fue eliminado, Andem cayó inconsciente contra el suelo, y su boca comenzó a sangrar. – dijo Noriel.
- ¿Sangrar? – preguntó Aldric, con asombro, dejando de corretear.
- ¡¿Lo que brotaba de los brazos de Andem, era sangre?! – se alarmó, al igual que los gemelos.
- Creí que… - alcanzó a decir Larioc.
- Entonces… si podemos sangrar… - dijo Lariob.
- Aunque las posibilidades son muy pocas, es posible. – respondió Talmos.
- ¡¿Quiere decir que no somos inmortales?! - se alarmó Lariob.
- El único ser inmortal en todo el sentido de la palabra… es Dios. – dijo Noriel.
- Aunque en teoría no podemos morir ya que nos regeneramos y no necesitamos alimento o agua para vivir mientras estemos bajo la Gracia de Dios. – dijo Talmos.
- Eso alivia un poco las cosas. – dijo Lariob.
- No se preocupen, sólo hay dos posibilidades de morir para los ángeles, y ambas son muy poco probables. – comentó Noriel.
- Por lo menos la primera sí. – dijo Talmos, dejando la duda.
- Dijiste que Andem sangró en ese entonces. – añadió, volviendo al tema y mirando a Noriel.
- Así es. Incluso toqué su sangre, y sentí electricidad en ella. – confirmó él.
- ¡Sabía que algo no andaba bien! – dijo Talmos.
- Primero: estando en La Tierra, Tiara es adiestrada en combate y le enseñan a utilizar su luz interior como arma; luego, las pruebas a las que es sometida junto con Andem se tornan violentas, y hasta riesgosas en su desenlace final.
- Andem pelea bastante bien, a pesar de tener sólo unas horas de existencia. – comentó Ídilon.
- Ambos tienen gran poder… – dijo Noriel, mirando a los demás.
- ¿Acaso insinúan…? – alcanzó a decir Surian, y los gemelos miraron hacia Talmos, en total silencio.
- Andem debe ser un ángel guerrero…, y por lo que ha pasado con Tiara, me atrevo a decir lo mismo de ella. – comentó él.
- ¿Guerreros? – preguntó Aldric, mirando hacia un Ídilon que se ponía de pie.
- Es lo que pienso... – dijo Talmos, mientras Noriel los miraba en silencio, para luego mirar su mano derecha sin que ellos se diesen cuenta.
- Deberíamos ir a ver en qué serán entrenados. – dijo Noriel, también levantándose.
- ¡Vayamos al Trono Divino! – dijo Surian, haciendo aparecer sus alas.
- Si nos dieron la ubicación, es porque podemos ir. – comentó Ídilon.
- Vayamos, pues. – dijo Talmos, mostrando también sus alas, al igual que Ídilon y Noriel, para juntos saltar y elevarse a poca altura.
- ¡Es mejor si les damos una mano! – dijo Larioc, sonriente.
- ¡Así no nos perderemos de mucho durante el viaje! – comentó Aldric.
- ¡Excelente idea! – agradeció Talmos, por lo que, entusiasmados y curiosos a la vez, Aldric y los gemelos se elevaron hasta donde se encontraban los demás, y todos se vieron salir volando hacia el norte a la velocidad del rayo, gracias a la manipulación del tiempo de los gemelos.
- Parece que los hijos de Miguel también tendrán una misión importante… - pensaba Talmos, mirándolos mientras volaban.
- Sus pruebas fueron en base a su poder sobre controlar el tiempo. – pensó Surian, hablándole a éste por telepatía, y aunque Noriel le escuchó, aquél se veía muy pensativo, sólo mirando hacia el frente.
- ¡Vayamos a ver qué ocurrirá! – dijo Talmos, por lo que todos siguieron su vuelo hacia el Trono Divino, a gran velocidad.
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Andem: La Última Creación de Dios
FantasyAndem, un ángel creado directamente por Dios, debe someterse a varias pruebas antes de ser enviado a La Tierra. Sin embargo, intrusos desean sabotear todo el proceso, iniciando un intenso combate en busca de frustrar su misión, incluso antes de empe...