📖TREINTA Y TRES📖

141 17 5
                                    

-¿yo? Pero si aquel día, fuiste tu la que no se pudo esperar y...

-¡DETENGANSE! No necesitaba saber eso - interrumpí a Levi a gritos mientras me apresuraba a taparme los oídos.

Ami sonrió divertida y se acercó hasta mi para quitarme las manos de los oídos.

-¿qué no querías saber la historia? - pregunto con una sonrisa que dio miedo - es una buena historia, verás estábamos en la luna de miel y...

-¡no, mamá! - suplique tratando de alejarme de ella.

Se empezó a reír y a intentar seguí contando, así que no tuve más opción que correr por toda la habitación gritando que se detuviera, mientras Levi miraba con bochorno a su esposa, hasta que de verdad el tampoco resistió más y se acercó a detener su carrera de acoso hacia mí. Ami forcejeo entre carcajadas y comentarios sobre cómo me concibió (nada explícito pero aún así no quería saber), yo seguía con los oídos tapados esperando que fueran suficiente con cubrirlos para no escuchar lo que estaba diciendo. Mi padre no podía con ella, ni porque intentó cubrirle la boca, ni porque la cargo por los aires; él parecía estar divirtiéndose también, tenía una sonrisa diminuta pero divertida, los ojos le brillaban por lo mimo y juraría que les escuché una pequeña sonrisa seguida de un poco de rubor. Llegó un punto en que ya no escuché nada, ni siquiera podía ver la habitación en realidad, sólo tenía ojos para mis padres, que pronto rejuvenecieron y sus ropas cambiaron, los podía ver, de adolescentes molestandose mutuamente felices y en eso... El escándalo del mundo real desapareció, mi padre, como último recurso para detener a Ami la había besado y ahora ahí estaban ambos, mi madre abrazándolo por lo hombros y el sujetando su cintura para evitar que cayera al suelo.

-¿por qué siempre es la única forma de hacerte callar? - se quejo Levi alejándose un poco de ella, ya estaba tranquila.

Me quedé boquiabierto, mi padre jamás tenía muestras de cariño o afecto en público hacia mí madre, lo más que llegaba a hacer era tomarla de la mano. La pregunta salto a mi mente, ¿cómo es que terminaron juntos? ¿Cómo se dieron cuenta que se querían como pareja? ¿Acaso fueron su primer beso de ambos?

-no es la única forma, solo es la que más te gusta - le recordó Ami.

Mi padre le lanzó una de esas miradas únicas que era todo lo contrario a su clásica mirada de “los odio a todos”. La ayudó a enderezarse y en el proceso se percató de mi mirada, una mezcla de consternación y tristeza; los abrazos y besos no eran comunes en casa, no en comparación a como veía que Armin tomaba la mano de Michele y la besaba espontáneamente, o cuando Kikyō llegaba a casa y le daba un beso a su madre y a su padre (lo sabía porque seguido hiba a su casa, ella era buena en matemáticas y yo en lengua, pese a la diferencia de grados solíamos ayudarnos), o cuando Eren hiba a recoger diariamente a Carla y esta se lanzaba corriendo a su brazos para que la cargará por los aires, o cuando la propia Mikasa llegaba del trabajo y atacaba a Carla a besos para después hacerle lo mismo a Hannes y Eren. Quizá, solo a veces, envidiaba eso, no porque en casa faltara; con Ami cada mañana me despedía con un beso en la mejilla, algunas veces me abrazaba, Levi revolvía mi cabello y solo cuando sucedía algo de fuerza mayor me abrazaba y entre ellos solo se tomaban de la mano de vez en cuando. ¿Por qué eran tan distantes y cercanos a la vez?

Ami me había observado cuando noto que Levi también me miraba, quise decirles que eso había sido demasiado intenso para mis jóvenes ojos pero fui incapaz de hacerlo, aún seguía aturdido por la avalancha de pensamientos que me había azotado en los últimos 5 minutos; se separo de mi padre y camino en mi dirección hasta que la tuve frente a mi de rodillas, me sonrió y sin aviso tomo mi rostro entre sus manos.

-¿por qué esa cara de borrego a medio morir? Aún quedan besos para ti - soltó divertida y en eso comenzó a dejar besos por todo mi rostro.

-ay, mamá.... no... Basta - me queje intentando dehacerme de ella.

Lo hacía porque eso se supone que debía hacer como su hijo, pero lo cierto es que me gustaba que lo hiciera. Quizá el contacto físico y emocional no era frecuente en mi familia, pero eso hacía que fuera más especial cada que sucedía, como si en lugar de volverse rutina lo expresarmos de corazón en esas escasas ocasiones. No, en realidad no envidiaba a Carla o a Kikyō, ni si relación con sus padres, yo estaba bien a mi manera.

Entre quejas y las risillas de Ami pude ver como Levi se cruzó de brazos un segundo, eso no me hizo detener mis quejas, lo que lo hizo fue su cambio en su expresión, esta no era su clásica mirada, de hecho jamás había visto aquella cara, ¿era melancolía? ¿Era tristeza pura? ¿Era felicidad incontrolable? No tuve tiempo de analizarlo más, ni un segundo después salió de la habitación sin decir nada aún con aquella expresión.

Mi mente viajo al diario, ¿se habrá imaginado a su madre? ¿Habrá recordado a los Arai? ¿Habrá recordado a Kenny?

Mi madre detuvo su ataque de besos y me miró divertida.

-Koinu, ¿cuándo creciste tanto? - pregunto Ami apenas audible, tenía a la trizteza viviendo en sus ojos y su sonrisa.

Ella había tenido una madre, un padre y una abuela que la habían cuidado toda su infancia, cuanto debió dolerle su partida no era algo que quisiera imaginarme, pero comprendía que aún después de tantos años era una herida sin sanar. Sentía su pena y quería decirle que todo estaba bien, pero no podía hacerlo; en su lugar la abrace escondiendo la cabeza en su cuello, ella me correspondió y pasó su mano por mi espalda haciendo un pequeño masaje tranquilizador, como lo había hecho el día que fingi mi pesadilla.

No quería alejarme de ella, era lo único que podía hacer para ayudarla, así que no me separaria hasta que ella lo huciera, lo cual tardaria un poco pues sentía su barbilla templar por su intento de contener sus lágrimas...

“Mamá, no llores, desde donde ellos esten pueden verte, ellos están bien y felices porque sobrevivieras”

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora