Capítulo 4.

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Un silencio para nada necesario se había instalado en la azotea del edificio, ambos miraban el cielo oscuro que poseía algunas estrellas, haciendo resaltar la hermosa luna llena que había esa noche.

Ninguno decía nada a pesar de que cientos de dudas rondaban sus cabezas en ese instante.

—¿Qué haces aquí? —preguntó el castaño llamando la atención del de cabello grisáceo.

—Pues mirando el cielo contigo, ¿Qué más?

—No, Tom, me refiero a aquí en el hotel, en la ciudad —aclaró el menor virando su vista al felino que tenía a lado.

—Ah.. No lo sé —declaró encogiéndose de hombros, restándole importancia al asunto.

—¿No lo sabes? —cuestionó el roedor arqueando una ceja. El gato negó. El viento sopló y el ratoncito se estremeció —. Gracias —soltó el ojiazul después del repentino silencio que asoló el lugar.

—¿Perdón? —el de orbes verdes volteó a ver al contrario, extrañándose un poco por lo dicho.

—Por, ya sabes, salvarme hace un rato.

—No fue nada, ratoncito —sonrió el mayor con un ligero tono burlón al mencionar el apodo del castaño.

Jerry rodó ligeramente los ojos, pero después encontró la forma de molestarle.

—Así que ahora tienes nueva dueña, eh —mencionó dándole un codazo al peligris.

—Tsk, es algo temporal. 

—Seguro, por eso te lleva cargando a todos lados —se burló el roedor.

El gato bajó ligeramente las orejas, un poco avergonzado por ese detalle.

El ojiazul rió. 

—¿Te quedarás mucho tiempo? —volvió a preguntar Jerry recargando sus brazos en la barda de la azotea. 

—Supongo que sí, tengo que evitar que te coman antes de que yo lo haga. 

—Igual de gracioso que siempre — declaró con ironía el menor—, ¿Por qué no estrenas de una vez tu cerebro?

—Por que se desgasta —respondió sin pensar el felino. Analizó un poco lo dicho por el ratón y lo respondido por él— ¡Oye! 

—¿Lo ves? —exclamó entre carcajadas el roedor.

—Tsk, como sea.

—Ya, ya, lo que digas. Supongo que debería irme, ya sabes, para buscar algún otro lugar para vivir —farfulló el castaño asimilando una despedida.

—¿Te irás?

—No me queda más —se encogió de hombros apretando un poco los labios.

Tom mordió el interior de su mejilla ligeramente, pensando.

—¿Sabes? Los del hotel creen que te he comido. Tal vez puedas quedarte en el cuarto de mi nueva dueña —propuso el gato haciendo comillas con los dedos al mencionar lo último. 

—Uhm.. No lo sé..

—No te hagas del rogar, roedor —sentenció el minino mientras movía ligeramente su cola, mirando al contrario.

—Está bien, está bien.

—Sólo no seas molesto o entonces yo te comeré —advirtió el de cabello grisáceo.

—Uy, trataré de no molestarte en tus siestas de 25 horas —respondió con tono burlón el ojiazul haciendo pequeños ademanes con las manos.

—Tritiri di ni milistirti in tis siistis di viinticinci hiris —arremedó el felino—. Y para tu información, yo solo tomo siestas de cuatro.

—Ajá. Y te quejas de eso pero no de que el día sólo tiene 24 horas, ¿No?  

—Ya estás empezando a caerme mal, ¿Sabes?

El ratón se encogió de hombros.

—Tú tampoco eres muy fino en cuanto a tus palabras, ¿Sabes?

—Tsk, mejor calla de una buena vez.

—Bien, bien.

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La chica no se encontraba en la habitación así que el felino procedió a dejar entrar al menor, siendo lo más sigiloso posible en el proceso.

Jerry no se dedicó a más que buscar un lugar donde pudiera colocar su agujero sin que éste se notará demasiado.

Tom lo miraba dar vueltas por la habitación de un lado a otro mientras él solo estaba echado en la cama, lamiendo una de sus patas con calma para después pasarla detrás de sus orejas.

Le había dicho con anticipación a qué hora llegaría la chica, por lo que tenía todas esas horas para colocar y arreglar su agujero.

Le daba gracia mirar como iba de un lado a otro, llevando alguna que otra cosa hasta dónde había decidido asentarse.

Algunas de las cosas eran incluso lo doble de grande que él.

No se molestaría en levantarse para ayudarle, demasiada ayuda había sido ir a buscarle y ahora dejarle estar en la habitación de la chica.

Suponía que en algún momento le descubrirían y que algo más pasaría, pero por el momento se satisfacería mirando al pequeño ratón que invadía aquella habitación que ni siquiera era suya.

Sabía bien que el destino tenía muchas cosas preparadas para ambos, no eran en vano varios años que llevaban de.. ¿Amistad?

¿Eran amigos?

Nunca se lo había preguntado hasta ahora. Bueno, si era sincero nunca le había interesado la respuesta; no sabía hasta cuándo consideraría que la pregunta le había pasado por la cabeza y le había comenzando a pesar tanto la respuesta.

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