Capítulo 36

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Inglaterra, Montrose house

Tengo cuatro días de no hablarle a Iain; después del sepelio del esposo de Jade ha intentado por todos los medios hacer las paces conmigo, aunque no he sido grosera. El simple hecho que no lo esté rondando como lo he hecho desde que nos casamos le está afectando. Hasta a mí, que quiero besarlo.

Si él se cree insignificante es su problema no el mío, debe aprender que las apariencias son un espejismo engañoso. Olivia terminaba de arreglarme, mi vestido era un traje gris con un corte que me permitía mostrar mi cuello y las mangas caían a partir de mis hombros, ajustado a mi cintura y desde ahí se desprendía la larga falda. Es precioso a pesar de ser lúgubre, pero debe ser así, por el luto de mi esposo. Las tardes han sido muy amenas con mis cuñadas y mi suegra. Al menos tengo de mi lado a la madre de mi esposo, ni que decir de Iona y Bethany.

—Se ve preciosa milady —sonreí, me puse la cadena que me había regalado mi esposo; la del dije con el árbol frondoso.

—¿Tanto para enloquecer a mi esposo? —me aplicó mi perfume de rosas, otro regalo de él.

—Con todo respeto, si me lo permite, él ya está loco y desesperado. Desde hace tres días se ha encerrado en una de las habitaciones que dan al jardín del ala oeste. Solo sus hermanas lo han ayudado.

—¿Estás de cotilla? —mi doncella se sonrojó. Le sonreí. Tocaron la puerta de mi habitación—. ¡Adelante! —Iain se asomó, no pude evitar que mi corazón palpitara. El estar con mi suegra quien me ha hablado de él y dejando ver al increíble hombre que se esconde en ese cuerpo pequeño, yo no es que sea muy alta, desafortunadamente para él nuestra diferencia de centímetros le abruma.

—Buenos días, milady —miró a Olivia, ella inclinó su cabeza como lo dicta el título ostenta y se retiró.

—Buenos días, su excelencia —no le gusta que le digamos así, salvo que sea de estricto protocolo con personas ajenas a su entorno familiar.

—Veo que sigue enojada.

—Yo no estoy enojada, solo no me gusta los comentarios emitidos por usted, al no creer que pueda llamarme la atención como hombre —ahí estaba de nuevo el sonrojo en sus mejillas.

—Sin duda usted es la única que logra sonrojarme constantemente.

—Ya somos dos.

—¿Ha estado evadiéndome desde el sepelio del vizconde?

—¿Eso piensa?

—No se venga ahora con que son suposiciones mías. Compartimos las comidas y luego desaparece.

—Solo han pasado cuatro días desde el sepelio, usted ha pasado ocupado —nos miramos. Vi duda en sus ojos, está a punto de confesar lo que lo atormenta.

—Tal vez —se esfumó el momento—. ¿Puede acompañarme? —nos miramos fijamente, afirmé. Abrió la puerta de mi habitación, esperó a que llegara al inicio de las escaleras, me indicó que caminara primero. Al llegar al primero piso, escuchamos voces—. Llegó mi cuñado de su viaje de España, Bethany está parloteando, lo pone al día de los acontecimientos recientes. Mi madre, y cuñada los acompaña. Iona últimamente se levanta tarde.

—¿A dónde vamos?

—A ofrecerle mis disculpas por mis actos recientes —lo seguí, esta mansión es más grande que la de mi padre. Después de varios pasillos, llegamos al jardín del ala oeste, era inmenso y precioso—. Puedes sembrar las flores que desees y necesites. Toma —me entregó una llave, señaló una puerta que daba al jardín.

—¿Qué es? —sonrió de lado, esa sutiliza me pareció tan tierna y varonil.

—Descúbrelo —no me hice de rogar, abrí la puerta, ante mí se rebeló un bello, completo y ordenado laboratorio. El corazón se me comprimió, luego se expandió, quedando una palpitación en el pecho de manera tan ensordecedora que solo subía y bajaba. Los ojos se me humedecieron, mi labio tembló—. Si falta algo solo dímelo, todo el laboratorio de tu casa lo trasladé aquí, también compré otros menesteres —ingresó y se subió a una escalerilla, vi que había varias por distintos lugares—. Aquí... —no lo dejé terminar. Mis manos se apoderaron de su cuello, mis labios impactaron con los suyos, por estar sobre la escalerilla quedaba mucho más alto. Por un momento pensé que no me correspondería, pensamiento que fue mitigado cuando su lengua incursionó en mi concavidad, logrando que cada parte de mi piel se estremeciera. Iain acarició mi cuello con sus manos enguantadas, pero, aun así, siento el calor proveniente de su cuerpo. El beso se fue intensificando y me atreví a morder su suave labio inferior, nuestros cuerpos estaban pegados, sentí la dureza de su miembro en mi pelvis, por estar en la escalerilla quedamos en el mismo nivel.

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora