Capítulo 42

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En altamar

No voy a negar que tengo los nervios de punta, ahora prácticamente estamos él y yo solos. Mi habitación es muy lujosa. Olivia organizó mis pertenencias en el armario, aun no le he entregado su fragancia esa solo será su aroma. Estaremos tres meses viajando. Teníamos uno de los lugares más costosos en el barco, dos habitaciones, el área de baño el cual será compartido, una sala, un escritorio, un comedor, además un lugar donde se puede apreciar el mar, hay un mueble con dos sillas y su respectiva mesa; todo de un gusto impecable. El último es un lugar muy agradable para leer, tomar aire salino. Sin duda era un pequeño apartamento de soltero según palabras de mi esposo, solo a disposición de nosotros. Desde que me mostró el lugar y almorzamos los dos no lo he visto —Olivia ingresó con té y pastas.

—¿Voy a degustar eso yo sola? ¿Su excelencia está en su habitación?

—No milady, después de almorzar salieron.

—Hace una hora. Ven siéntate conmigo, tomemos el té en el área frente al mar.

—Milady yo no...

—Olivia, nos conocemos desde que nacimos, independientemente de nuestro nivel social sabes lo mucho que te aprecio, espero recibir el mismo sentimiento. Es cierto, ahora soy una duquesa con miles de protocolos absurdos, pero ahora no hay nadie, yo te considero parte de mi familia, toda tu familia tiene las puertas abiertas en las propiedades Hamilton, han sido fieles a nuestro apellido.

—Gracias milady, lo seguiremos siendo, fieles hasta la muerte —dijo con los ojos humedecidos.

—No vas a ser mi doncella eternamente —abrió los ojos—. Velaré por conseguirte un buen partido, un hombre que te ame ya lo verás. En alguna parte encontraremos uno digno de tu lealtad, cuando tengas la edad adecuada de contraer nupcias. ¡Por nada del mundo vas a ser una coscolina que se encama con cualquier mozo de cuadra!, no importa a quien escojas será bajo matrimonio.

—Creí que eso no sea para mí, milady —salimos en dirección a esa agradable sala al aire libre.

—¡Claro que sí! —llegamos, nos sentamos, Olivia con un poco de vergüenza se sentó a mi lado—. ¿Estás a gusto en tu camarote?

—Sí, es muy cómodo, la habitación de al lado es la del señor Agustín.

—Cualquier cosa me dices —terminamos de tomar el té con las galletas y hablábamos amenamente cuando llegó el duque, estaba algo serio.

—Abbey ¿podemos hablar? —Olivia se retiró con la bandeja.

—¿Qué pasa? ¿Te molestó que mi doncella departiera conmigo?

—¿Qué? No, en lo absoluto, ¿esa fue la impresión que di? —afirmé—. Me disculparé con ella, tenía mi mente en otras cosas.

—Dime —se fue hasta el barandal para mirar el océano.

—¿Te molestaría si por una semana no sales de estas habitaciones?

—Hoy íbamos a cenar en el restaurante del barco —esos preciosos ojos azules parecían confundirse con el azul marino a su espalda.

—Lo sé, ¿podrías obedecerme sin indagar tanto?

—Solo dime que pasa.

—Hay cinco hombres que intentan matarnos —abrí mis ojos—. Dos están en primera clase y tres en segunda, por eso hasta que no estén encerrados bajo custodia del capitán o muertos no quiero exponerte.

—¿Cómo lo supieron?

—De mil maneras. No quiero exponerte —sé que Iain es muy inteligente, pero de enfrentamiento en combate por obvias razones no tendría las mismas destrezas de mi hermano o sus amigos. Por primera vez haré caso.

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora