Capítulo 44

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En altamar

Estar bajo los cuidados de Iain me ha parecido lo más bello en mi corta vida y al mismo tiempo frustrante. Han pasado cuatro semanas desde el intento de asesinato; a la semana siguiente y solo hasta que el médico lo notificó permanecí en cama por esos seis puntos que fue indispensable cocer por la profundidad de la herida. A eso debo sumar mi terquedad, esa que esta vez no tuvo límites, de lo aburrida por permanecer tantos días en la cama me fui a la sala con vista al mar, la brisa me gustó mucho por eso saqué un mueble al balcón. Después de tomar el medicamento suministrado por Olivia; el cual me da mucho sueño decidí quedarme a leer esa tarde recibiendo la cálida brisa salina, le dije a mi doncella que descansara, una vez que llegará el duque retomaría mis clases.

Pero la suerte no estuvo de mi lado, me quedé dormida en el balcón bajo agua y con el anochecer fui encontrada por mi esposo, sus gritos me despertaron, estada como un tempano de hielo a punto de tener hipotermia. El resfriado ha sido uno de los más fuertes que he tenido, fueron tres semanas de fiebres e infección en la herida. Los regaños de Iain no cesaron hasta que la fiebre me fue abandonando.

Volví a ser la mujer insensata, despreocupada e impulsiva, esa carente de pensamientos centrados, yo solo actuaba sin pensar en las consecuencias. Regañó a Olivia, a mí, al médico y al pobre de Agustín; el mismo que lo acompañó todo ese día mientras interrogaba al prisionero que tenían bajo custodia. Despotricaba cada vez que me subía la fiebre. Pero logré salir, eso sí, las fiebres se llevó peso de mi cuerpo, el color de mis mejillas y dejó bajo mis ojos una mancha negra que detesto verla. No he dicho nada, por primera vez me quedé callada. Comprendí que su modo de demostrar su preocupación es reiterando el mismo sermón, ahora comprendo a Iona.

Es cierto, fui muy descuidada, pero Iain no comprende que me quedé dormida. Por mi malestar, él se fue a dormir en la que había sido mi habitación, el médico por estricto mandato del duque ha pasado a visitarme de manera continua.

Por fin anoche el doctor me dio de alta, esta mañana pase dos horas bañándome como se debe hacer, el estrago de las fiebres me tenía la piel pegajosa, Olivia me limpiaba un poco y eso no es suficiente para mí, ya que me gusta bañarme a diario y con las fiebres era imposible. Pero hoy todo volvió a la normalidad, por eso nuestros colaboradores nos traerán la cena y se retirarán, no regresarán sino hasta el día de mañana.

—Quedó preciosa milady —dijo al poner mi perfume de gardenias, ese fue el que preparé con las ultimas flores que me envió.

—Gracias. ¿Y la cena?

—El señor Agustín la está organizando, su excelencia está leyendo como cada tarde.

—Gracias —me había puesto un traje ligero, nada de corpiños, ni corset, mi cabello pedí que me lo dejara suelto solo me hizo una diadema de trenza, me puse la cadena que él me regalo y los pendientes de esmeralda que hacen juego. Desde que me la entregó restaurada no me la había puesto. Salí de la habitación, al llegar al comedor la mesa para dos estaba lista.

—Todo quedó listo milady.

—Gracias, ahora no regresen hasta mañana —Olivia estaba inocente, mientras que Agustín trató de disimular las ganas de sonreír—. Que tengan buena noche.

—Con permiso su excelencia.

Una vez se retiraron fui en busca de mi esposo y me pueden decir lo que quieran, pero deseo fervientemente compartir momentos íntimos con él.

—Iain —leía en la sala frente al mar, se levantó rápidamente y cerró la puerta para que la brisa no me afectara—. Ya estoy bien.

—No quiero verte delirar de nuevo por las fiebres, no fue nada agradable verte postrada en la cama.

Apariencias - ¡Mírame...! No podrías amarme (libro 1).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora